Antes que nada, este análisis está libre de spoilers. Algo bastante complicado, porque la “perla negra” de esta expansión tiene que ver con el final de la historia. Pero prometemos portarnos bien y hacer nuestro mejor esfuerzo, como si fuéramos boy scouts buscando la santidad.
Si tenemos que definir Destiny —despellejando toda mística en este proceso—, tenemos que decir que es un looter shooter con “magia espacial”, un gunplay endemoniado y una gran mitología. Cabe destacar que es de los pocos exponentes del género con un modelo de “live service” que no solo sobrevive, sino que se da lujos increíbles. Uno de ellos es posicionarse en el top 3 de lo más jugado de Steam, tal como ocurrió con el estreno de Destiny 2: Lightfall.
Ahora bien, un poco de contexto para aquellos que nunca se engancharon con este universo (o mantuvieron una relación libre y sin ataduras). Aquellos que salvamos el universo desde el 9 de septiembre de 2014, palpitábamos Destiny 2: Lightfall como un evento similar al Infinity War de Marvel. Casi nueve años, con una demanda de tiempo que fue en aumento, bajo la carga mitológica bestial de una historia a la cual solo le falta un capítulo para cerrar el telón.
Desde el comienzo, Bungie nos viene narrando la saga de “Luz versus Oscuridad”. Estas son dos fuerzas paracausales, es decir, que desafían las leyes naturales del universo. Son las energías que nos dan nuestros poderes y que nos hacen Guardianes. Es decir, la “space magic”. Cabe mencionar que la expansión previa, The Witch Queen, dejó la vara muy alta. No sólo fue una delicia narrativa, sino que tuvo enormes revelaciones. Respuestas que nos hicieron comprender elementos mitológicos, tanto recientes como de Destiny 1. ¿A qué viene este preámbulo? The Witch Queen fue todo lo que queríamos del equipo narrativo de Bungie. Lightfall, es exactamente lo opuesto.
Resumiendo, esta nueva expansión nos relata la jugada final del Testigo, también conocido como “la Voz en la Oscuridad”. Este es nuestro principal enemigo, uno que se mantuvo acechando, oculto, manejando los hilos de nuestro destino durante más de siete años. El objetivo de esta entidad puede parecer noble, ya que busca erradicar el dolor y sufrimiento en el universo. Claro que el método es un poco polémico: el sufrimiento viene por la imperfección, de manera que toda forma de vida que no sea perfecta, no debería existir. Hasta Darwin le diría “¡epa, se te fue la mano!”.
Está claro que El Testigo es el lado oscuro del Ying Yang. Del lado luminoso, está El Viajero, misterioso benefactor de la humanidad, una entidad que viaja terraformando mundos, sembrando vida y haciéndola progresar. También es quién otorgó nuestros poderes de Guardián. Así, la Luz siembra vida, mientras que la Oscuridad siega los frutos que no son perfectos. Una partida que ambos juegan desde el origen del universo. Ocurre que el segador cree que ya es suficiente, entiende que es momento de terminar con todo.
Para lograr este propósito necesita algo llamado “El Velo”, un elemento que desconocíamos hasta hace poco y que se oculta en Neptuno. Con el propósito de asegurar este artefacto, envía a su discípulo, el emperador Calus de los Cabal. Para tener en cuenta, Cabal es una raza que inventó la guerra antes que los juegos de mesa y, desde entonces, no encuentran mejor forma de pasar el tiempo.
Volviendo a la historia, el Velo es tan importante que lo ocultaron en una civilización que, a su vez, hasta hoy permanencia oculta. Se trata de Neomuna, una colonia humana que escapó hace miles de años durante el primer evento apocalíptico del universo Destiny. Su existencia se mantuvo en completo secreto por varios personajes importantes de esta historia. ¿Por algo será?
La ciudad se siente un poco vacía, con más o menos justificativos argumentales, pero se ve hermosa. Bajo el neón ochentoso que inunda nuestros ojos, comenzamos una carrera contra el reloj para frustrar los planes del Testigo y de Calus, su discípulo. Y aquí también comienza el principal problema que Destiny 2: Lightfall, en especial para los seguidores de la historia. Un recién llegado disfrutará de la narrativa, una especie de película de acción de los años ochenta con un homenaje a las “buddy movies”, que no termina de salir bien por falta de desarrollo de personajes.
Ocurre que, para quienes seguimos la historia, esta expansión era un momento de respuestas. Y, por más que busquemos debajo de los furiosos neones de Neomuna, seguimos sin encontrarlas. Lejos de la intensidad narrativa de The Witch Queen, Lightfall comete dos pecados mortales: el primero, hacer parte central de la historia el descubrimiento de Strand (Atadura), el nuevo poder. Simplemente no es tan interesante como para ocupar tanto tiempo y tantas misiones.
Luego, tenemos algo peor, el motivo por el cual la comunidad está prendida fuego. Para evitar spoilers, vamos a trazar un paralelo: traigan a su memoria el maletín de Marsellus Wallace, en la película Pulp Fiction. Nunca sabemos que tiene en su interior, aun cuando observamos que varios personajes quedan maravillados con ello. Este maletín no es parte central de la historia, solo una herramienta, casi una excusa, funcional a la narrativa.
En cambio, Lightfall tiene un “maletín” que es central, pieza clave de la mitología, del cual depende el destino de la humanidad. No solo eso, sino que el resto de los personajes se la pasan hablando de este objeto, dando muestras claras de que todo el mundo sabe qué es. Y parece que nosotros somos los únicos “frescos” que no prestamos atención. La campaña termina, se baja el telón y seguimos sin enterarnos de nada.
Por otra parte, además de la expansión, Destiny 2 se maneja con un pase anual opcional de pago. Esto incluye cuatro temporadas, donde se cuentan historias que, si bien tiene relación con la expansión, son relatos individuales. Pero ahora surge la sospecha: ¿estarán los datos que faltan en ellas? ¿Se trata de un pifie en lo narrativo o de una movida cruel para vender las temporadas? Aún falta una pieza central de contenido: la incursión o raid. Se habilitará este 10 de marzo y nuestras esperanzas están puestas en que allí hallaremos las respuestas que faltan.
El error en lo narrativo es terrible. No hay otra forma de verlo —ni de suavizarlo— y es una pena, porque el resto de la expansión es genial. El nuevo poder se integra muy bien, con una jugabilidad muy lograda. Básicamente, Strand son unas cuerdas místicas que interconectan todo, una especie de subproducto del Velo. Las nuevas habilidades son muy vistosas y se sienten bien, en especial las “super”, unos devastadores ataques que se cargan a lo largo del tiempo. Pero la estrella es una habilidad que todas las clases tienen en común, un nuevo movimiento transversal. Una especie de gancho mágico, que permite movernos por el aire, adherirlo a compañeros, naves, a la nada misma o incluso a enemigos.
Además, con Lightfall el juego recibe varias actualizaciones de calidad de vida, algunas de ellas muy esperadas. Entre las positivas, tenemos la actualización de la interfaz de usuario y los modificadores. Ahora todo es más sencillo, más claro y más versátil a la hora de intercambiar entre subclases. Entre los errores, el sistema de rangos de guardián, que esperábamos que fuera una muestra de veteranía, termina siendo un checklist para los recién llegados. O una cosa más para farmear… gracias, por si nos faltaba algo…
Lo mismo ocurre con el sistema de menciones. Esto es, al final de cada actividad, poder calificar nuestros compañeros. Pero está implementado de una manera rara, dando poco tiempo para pensarla y con pocas opciones. Terminamos repartiendo elogios “por si las dudas”, casi por presión social. Una pena, era una buena idea.
Desde hace tiempo, Bungie reitera que no está en sus planes lanzar Destiny 3. La realidad es que los cimientos, al día de hoy, se sostienen con mínimos signos de envejecimiento. Gráficamente más que aceptable y sin descuidar lo sonoro, tanto por el elenco de doblaje como por una OST que siempre está a la altura. Y, por supuesto, su gunplay es el bastión que parece que nunca caerá y un elemento inoxidable. ¿El multiplayer? Sin mucha novedad. Desde hace tiempo el foco de Bungie es el PvE y esto no ha cambiado con Lightfall.
Incluso con sus aciertos y sus errores, los cambios dispuestos en la interfaz, sistemas y elementos de Destiny 2: Lightfall se sienten como una evolución importante. Es una buena expansión, que podría haber sido excelente. Esperemos que esto sea solo un tropezón.
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