
El programa de Medicina Aeroespacial de Texas A&M University se destaca como pionero al enfocarse en los efectos a largo plazo de los viajes espaciales en el cuerpo humano.
Esta iniciativa, la primera en su tipo, busca abordar desafíos de salud experimentados por los astronautas, quienes enfrentan múltiples riesgos físicos y psicológicos tras pasar períodos prolongados en la microgravedad.
Los astronautas experimentan cambios significativos en sus cuerpos debido a diversos factores asociados a los vuelos espaciales. La NASA identifica estos riesgos bajo el acrónimo RIDGE, que refiere a la radiación espacial, el aislamiento y confinamiento, la distancia de la Tierra, los campos gravitacionales y los entornos hostiles o cerrados.
Según un reporte publicado por Newsweek, el programa pretende cerrar las brechas existentes entre la medicina clínica y los retos operativos, científicos y técnicos del vuelo espacial.

Cada uno de estos factores implica consecuencias potencialmente graves. Por ejemplo, la exposición prolongada a radiación cósmica y eventos solares puede derivar en un mayor riesgo de cáncer, daños al sistema nervioso, efectos degenerativos en los tejidos y otras enfermedades.
Estos resultados previstos son paralelos a lo que se experimentó en los días, semanas y años posteriores al desastre de Chernóbil.
La vida a bordo de una nave espacial no está exenta de impactos psicológicos. El aislamiento y el confinamiento, sumados a la fatiga de la misión y las dificultades en la comunicación con la Tierra, pueden contribuir a problemas de salud mental.
Una vez de regreso, los astronautas a menudo enfrentan problemas para adaptarse a la vida cotidiana con sus familias. Además, la limitada proximidad a la Tierra impide el acceso rápido a suministros médicos o alimentos, lo que obliga a planificar estratégicamente el equipaje para prever cualquier contingencia médica sin sobrepasar las restricciones de peso.

Uno de los aspectos más complejos de los viajes espaciales es la adaptación a diferentes campos gravitacionales. Durante estas misiones, los astronautas deben enfrentarse a la gravedad terrestre, a la ingravidez del espacio y, en el caso de una futura misión a Marte, a la gravedad marciana, que es aproximadamente un tercio de la terrestre.
Estas variaciones afectan tanto el equilibrio corporal como la densidad de los huesos, planteando retos para la salud física.
Bajo la dirección del físico especializado en radiación espacial, el Dr. Jeffrey Chancellor, quien ha participado en más de diez estudios financiados por la NASA, el programa de Texas A&M busca formar una nueva generación de expertos en medicina aeroespacial.
Su esposa, la Dra. Serena Auñón-Chancellor, quien cuenta con 15 años de experiencia como astronauta y es médica, contribuye como profesora asociada en la Facultad de Medicina de la universidad.
Chancellor detalló al medio que el programa tiene un enfoque personalizado diseñado para ofrecer a los estudiantes experiencias de aprendizaje de alto impacto.
“Actualmente, tenemos tres estudiantes en la clase inaugural del distintivo de medicina aeroespacial y esperamos que los cohortes futuros consistan en cinco a diez estudiantes anualmente”, explicó.

El plan de estudios de este programa está específicamente diseñado para atender las demandas de los vuelos espaciales futuros, abordando tanto la fisiología humana en el espacio como los principios operativos de la medicina aeroespacial.
Los estudiantes toman cursos sobre sistemas de soporte vital y control ambiental (ECLSS), biología de radiación, desarrollo de contramedidas, seguridad en aviación y políticas espaciales.
También participan en entrenamientos en simuladores, diseño de proyectos de investigación y colaboraciones con entidades como NASA, empresas comerciales del sector espacial y unidades aeroespaciales militares.
Además, Texas A&M pone énfasis en los entornos espaciales emergentes, particularmente las misiones de larga duración en microgravedad, operaciones en la superficie lunar y vuelos espaciales comerciales.
“Intencionalmente incorporamos lecciones de misiones análogas, simulaciones espaciales y estudios actuales sobre el impacto biológico de la exposición al espacio”, afirmó Chancellor.

Los estudiantes también son expuestos a entrenamientos inmersivos, como observar operaciones de recuperación de lanzamientos y aterrizajes, participar en sesiones informativas previas al vuelo y realizar prácticas en la administración médica en empresas privadas de vuelos espaciales.
A pesar de no ser el único programa de su clase en los Estados Unidos, el de Texas A&M se distingue por su enfoque en misiones espaciales prolongadas.
Según comparación hecha por Newsweek, universidades como la University of Central Florida y la University of California, Los Angeles, así como el ejército de Estados Unidos, también tienen programas de medicina aeroespacial.
Por su parte, la Mayo Clinic ofrece una beca de dos años enfocada en trabajo médico clínico aeroespacial. Sin embargo, el programa de Texas A&M se diferencia en que une la teoría con misiones análogas y simulaciones espaciales que reproducen componentes de programas de residencia en medicina aeroespacial.
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