La propagación de superbacterias y el aumento de la resistencia antimicrobiana (AMR) podrían duplicar las tasas de mortalidad global, resultando en la muerte de casi 40 millones de personas para 2050, según Dame Sally Davies, exdirectora médica de Inglaterra.
Davies, una de las principales voces en la lucha contra las superbacterias, explicó que la resistencia a los antibióticosrepresenta una amenaza significativa que afecta a hombres, mujeres y niños de todas las edades. En una entrevista con The Observer, advirtió que, de no tomarse medidas urgentes, procedimientos rutinarios como cirugías, partos y tratamientos para enfermedades comunes podrían convertirse en situaciones de alto riesgo de muerte.
“Alrededor de un millón de personas mueren cada año debido a la resistencia microbiana, y esa cifra seguirá aumentando durante los próximos 25 años. Es realmente aterrador”, declaró Davies. Las estimaciones sugieren que para 2050, la mortalidad causada por AMR habrá aumentado considerablemente, con especial afectación en personas mayores, quienes son más vulnerables ante infecciones resistentes a los medicamentos actuales.
Davies destacó que, aunque los datos recientes muestran una disminución de la AMR en niños menores de cinco años, los índices de mortalidad en adultos mayores de 70 años han crecido un 80% desde 1990. “Esto es muy preocupante”, afirmó. El envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades crónicas hacen que los adultos mayores sean más propensos a contraer infecciones que no pueden ser tratadas con los antibióticos disponibles.
La ganadería y el uso indebido de antibióticos
Además del uso inadecuado en la medicina, Davies señaló que la ganadería intensiva desempeña un papel crítico en la propagación de la resistencia antimicrobiana. Aproximadamente el 70% de los antibióticos que se producen en el mundo se destinan a animales de granja, lo que crea un ambiente propicio para la evolución de bacterias resistentes.
“Estamos básicamente lanzando antibióticos a vacas, pollos y ovejas como una alternativa barata a los promotores de crecimiento o para prevenir enfermedades de forma generalizada”, explicó Davies. De acuerdo con el diario británico The Guardian, el problema radica en que los microbios presentes en estos animales evolucionan rápidamente, desarrollando defensas contra los antibióticos, y estas bacterias resistentes pueden transmitirse a humanos a través de la cadena alimentaria o el medio ambiente.
La exdirectora médica también advirtió que las bacterias resistentes pueden infiltrarse en sistemas de agua potable y ríos debido a prácticas agrícolas y hospitalarias inadecuadas. “Si hay granjas intensivas donde se usan muchos antibióticos o hospitales con sistemas de alcantarillado deficientes, las bacterias resistentes pueden llegar a los cursos de agua. Los vientos pueden transportar estas bacterias y sus genes resistentes, dispersándolos en otras áreas. Así de grave se ha vuelto este problema”, señaló.
Supervivencia de las bacterias
Davies explicó que el desarrollo de resistencia antimicrobiana sigue un principio simple de selección natural. Las bacterias se multiplican rápidamente, aproximadamente cada 20 minutos, y durante ese proceso mutan con frecuencia. Si una de esas mutaciones las protege de los antibióticos, esa cepa sobrevive y se multiplica, mientras que las bacterias no resistentes mueren.
“Lo preocupante es que las bacterias no solo se adaptan, sino que también pueden transferir su resistencia a otras bacterias con las que entren en contacto”, advirtió Davies. Esto significa que una cepa resistente puede propagar sus genes a diferentes tipos de bacterias, ampliando aún más el problema.
Otro desafío significativo es la falta de desarrollo de nuevos antibióticos. Davies subrayó que desde finales de los años 80 no se ha introducido ninguna nueva clase de antibióticos en el mercado, lo que deja a los médicos con un arsenal limitado para combatir infecciones graves.
“El modelo económico para desarrollar antibióticos está roto. Si una empresa crea un nuevo antibiótico, solo se usará durante una semana al año para tratar infecciones. ¿Dónde está el beneficio económico en eso?”, preguntó Davies. En contraste, los medicamentos para enfermedades crónicas como la hipertensión o los tratamientos prolongados contra el cáncer generan mayores beneficios económicos para las farmacéuticas, lo que desincentiva la inversión en antibióticos.
Llamado a la acción global
Pese a los desafíos, Davies enfatizó que la situación no es irreversible, pero se necesita una respuesta urgente y coordinada a nivel global. Señaló que el G7, el foro de las economías más industrializadas, ha reconocido la magnitud de la crisis de la resistencia antimicrobiana. Sin embargo, advirtió que el reconocimiento no es suficiente y que aún falta una acción concreta y decidida para abordar el problema.
“El tiempo se agota. Necesitamos nuevas políticas, incentivos para las farmacéuticas y regulaciones más estrictas sobre el uso de antibióticos en la agricultura. Este debe ser un tema prioritario en la agenda global para el próximo año”, concluyó Davies.