Un fenómeno que afecta a gran parte de la población mundial es la intolerancia a la lactosa, una condición que, según los expertos, no debe ser vista como una enfermedad, sino como un proceso biológico normal en la mayoría de los mamíferos, incluidos los humanos. De acuerdo con un artículo publicado por The Washington Post, aproximadamente dos tercios de la población mundial pierden la capacidad de digerir lactosa después de la infancia, lo que genera síntomas como hinchazón, gases, diarrea y dolor abdominal tras consumir productos lácteos. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que, aunque no siempre es posible revertir esta condición, existen estrategias para mejorar la tolerancia a la lactosa y reducir los síntomas.
La intolerancia a la lactosa ocurre cuando el cuerpo deja de producir suficiente lactasa, la enzima encargada de descomponer la lactosa, el azúcar presente en la leche y sus derivados. Según explicó Pat Foster, profesora emérita de biología en la Universidad de Indiana, este proceso está relacionado con modificaciones epigenéticas en el gen LCT, que regula la producción de lactasa. Estas modificaciones no alteran el ADN en sí, pero “apagan” el gen, lo que impide la producción de la enzima. Este cambio ocurre de manera natural en la mayoría de los mamíferos tras el destete, y en los humanos, afecta a cerca del 65% de los adultos a nivel global.
The Washington Post detalló que los síntomas de la intolerancia a la lactosa suelen aparecer entre 30 minutos y dos horas después de consumir productos lácteos. Estos incluyen ruidos estomacales, conocidos como borborigmos, y molestias digestivas que pueden ser incómodas y, en algunos casos, socialmente embarazosas. Sin embargo, el medio destacó que no es necesario eliminar por completo los lácteos de la dieta, ya que la mayoría de las personas con esta condición pueden tolerar pequeñas cantidades de lactosa, como las que se encuentran en una taza de leche (aproximadamente 12-15 gramos).
¿Cómo mejorar la tolerancia a la lactosa?
Aunque la intolerancia a la lactosa no siempre puede revertirse, existen formas de aumentar la cantidad de lactosa que el cuerpo puede procesar. Según The Washington Post, consumir pequeñas cantidades de lácteos de manera regular puede tener un efecto prebiótico, promoviendo el crecimiento de bacterias intestinales que ayudan a metabolizar la lactosa. Además, distribuir el consumo de lácteos a lo largo del día y combinarlos con alimentos ricos en fibra puede mejorar la digestión, ya que estos alimentos ralentizan el tránsito intestinal, dando más tiempo al cuerpo para procesar la lactosa.
Otra estrategia es optar por productos lácteos bajos en lactosa, como el yogur griego natural, que contiene menos lactosa que el yogur tradicional, o quesos curados como el parmesano y el cheddar, que tienen niveles significativamente más bajos de este azúcar. En contraste, quesos procesados como el americano o el Velveeta suelen tener un contenido más alto de lactosa, a pesar de no ser frescos.
El uso de suplementos de lactasa, como los comprimidos de Lactaid, también puede ser útil para algunas personas. Estos deben tomarse unos 15 minutos antes de consumir alimentos ricos en lactosa. Sin embargo, The Washington Post advirtió que su efectividad varía entre individuos y que los estudios clínicos sobre su eficacia son limitados.
¿Y si no es intolerancia a la lactosa?
En algunos casos, los síntomas que se atribuyen a la intolerancia a la lactosa pueden tener otras causas subyacentes. Según el medio, si una persona experimenta molestias incluso con cantidades mínimas de lactosa, es posible que padezca otras afecciones gastrointestinales, como el síndrome del intestino irritable o la enfermedad celíaca. Para confirmar un diagnóstico de intolerancia a la lactosa, se requiere la combinación de síntomas clínicos y pruebas específicas, como análisis de aliento o sangre tras ingerir una dosis elevada de lactosa.
La capacidad de digerir lactosa en la edad adulta es una anomalía biológica que afecta solo al 35% de la población mundial, según explicó Pat Foster. Esta habilidad, conocida como persistencia de lactasa, surgió hace miles de años en ciertas poblaciones humanas que domesticaron animales lecheros. Cambios genéticos específicos, llamados polimorfismos de un solo nucleótido (SNP, por sus siglas en inglés), permitieron que el gen LCT permaneciera activo en estas poblaciones.
Foster señaló que estos SNP no están en el gen de la lactasa, sino en regiones cercanas que controlan su actividad. Estos cambios genéticos evitan que se añadan grupos metilo al ADN, un proceso que normalmente “apaga” el gen después de la infancia. La persistencia de lactasa ofreció una ventaja evolutiva en épocas de hambruna, ya que permitió a las personas consumir leche como fuente de nutrientes esenciales.
El papel del microbioma intestinal
Un aspecto prometedor en el manejo de la intolerancia a la lactosa es la modificación del microbioma intestinal. Según Foster, los síntomas de esta condición se producen cuando la lactosa no digerida llega al colon, donde las bacterias la fermentan, generando gases y ácidos que causan molestias. Sin embargo, ciertas bacterias, conocidas como bacterias del ácido láctico, pueden descomponer la lactosa sin producir gases, lo que alivia los síntomas.
Estudios recientes han demostrado que consumir probióticos que contienen estas bacterias puede mejorar la tolerancia a la lactosa en algunas personas. Además, el uso de prebióticos, sustancias que alimentan a estas bacterias beneficiosas, ha mostrado resultados prometedores en ensayos clínicos iniciales. Según Foster, esta estrategia podría explicar cómo algunas poblaciones antiguas, sin evidencia genética de persistencia de lactasa, lograron consumir dietas ricas en lácteos.
¿Es necesario consumir lácteos?
Más allá de la intolerancia a la lactosa, algunos pacientes cuestionan si los lácteos son necesarios en la dieta, especialmente considerando los beneficios de las dietas basadas en plantas. Según The Washington Post, una dieta vegana puede mejorar indicadores de salud como el colesterol y la resistencia a la insulina. Sin embargo, el medio destacó que la dieta mediterránea, que incluye lácteos como el yogur, también ha demostrado reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer en estudios poblacionales y ensayos clínicos.
En última instancia, los expertos recomiendan elegir una dieta equilibrada que sea sostenible a largo plazo, ya sea con o sin lácteos. Como concluyó The Washington Post, lo importante es mantener una alimentación que aporte los nutrientes necesarios para una buena salud, adaptada a las necesidades y tolerancias individuales. La intolerancia a la lactosa es una condición común que, aunque no siempre puede revertirse, puede manejarse eficazmente mediante cambios en la dieta, el uso de suplementos y la modificación del microbioma intestinal. Según los expertos, no es necesario eliminar por completo los lácteos, ya que pequeñas cantidades pueden ser toleradas y aportar nutrientes esenciales.