Las piedras en los riñones de los niños son un problema cada vez más común en Estados Unidos. Un ejemplo claro es el de Annabelle Pleskoff, quien a sus 15 despertó una mañana con un dolor punzante que se irradiaba desde su costado derecho. Lo que al principio parecía ser un caso leve de apendicitis, pronto se reveló como cálculos renales, condición que suele afectar a los adultos mayores.
Desde entonces, la originaria de Seattle y ahora con 25 años, ha sufrido más de 30 cálculos renales. El incremento de este problema en niños sorprende a médicos y expertos en salud infantil. Zachary V. Zuniga, urólogo pediátrico del Texas Children’s Hospital, explicó durante una entrevista con The Washington Post que estos casos ya no son una rareza.
Comentó también que todos los días ve a niños que presentan este problema. Algunos de ellos regresan en repetidas ocasiones a urgencias y, aunque no todos requieren cirugía, muchos necesitan hospitalización y antibióticos.
Un problema que no debería afectar a los niños
La idea principal de Zuniga es que los niños no tengan cálculos, puesto que es de lo último que un experto en salud puede pensar cuando un paciente pediátrico presenta dolor en algún lugar como síntoma.
Gregory E. Tasian, urólogo pediátrico del Hospital para Niños de Filadelfia, aseguró que, “históricamente”, esta ha sido una enfermedad que afectaba a hombres blancos de mediana edad, sin embargo, “ha cambiado drásticamente en los últimos 30 años”.
La incidencia de cálculos renales en niños ha crecido de forma sostenida. Un estudio, citado por The Washington Post, publicado en 2016 por el Clinical Journal of the American Society of Nephrology analizó casos en jóvenes de 15 a 19 años de Carolina del Sur entre 1997 y 2012. Los resultados mostraron un aumento del 28% en niñas y del 23% en niños en solo cinco años.
El costo económico también es considerable. En 2009, los hospitales de EE.UU. cobraron alrededor de 375 millones de dólares por servicios de internación y atención en emergencias debido a cálculos renales pediátricos, según la Muestra Nacional de Departamentos de Urgencias, también citada por el Post.
Los expertos apuntan a varios culpables, pero uno de los más evidentes es la dieta. John S. Wiener, urólogo pediátrico de Duke Health, resalta el papel del sodio: ”En la actualidad, se agrega demasiada sal a la dieta estadounidense y, cuando el riñón excreta sodio, arrastra calcio y aumenta el riesgo de cálculos de calcio”.
La dieta como principal culpable
De acuerdo con The Washington Post, más del 90% de los niños de 6 a 18 años consumen 3.300 miligramos de sodio diarios, superando ampliamente los 2.300 miligramos recomendados. Los alimentos ultraprocesados y la comida rápida son las principales fuentes de este exceso.
Pleskoff conoce bien el impacto de la dieta. Tras ser diagnosticada, siguió una estricta alimentación baja en sodio y oxalato, diseñada para prevenir nuevos cálculos. Sin embargo, la presión por mantener esta dieta la llevó a desarrollar anorexia.”La simple idea de que si restringía mi dieta no tendría tanto dolor terminó restringiéndome demasiado”, confiesa.
El tratamiento de los cálculos varía según su tamaño y gravedad. Los médicos suelen comenzar controlando el dolor con medicamentos para relajar el uréter, permitiendo que el cálculo pase de forma natural. En casos más severos, se recurre a procedimientos como la ureteroscopia, que fragmenta el cálculo, o la litotricia por ondas de choque, que lo descompone en partes más pequeñas.
La prevención pasa por hábitos básicos: aumentar la ingesta de agua, reducir el sodio y mantener una dieta equilibrada. Sin embargo, las políticas escolares a menudo dificultan el acceso al agua. ”Escribo muchas cartas a las escuelas pidiendo que los niños con riesgo de cálculos puedan llevar botellas de agua y tengan acceso a baños”, comenta David J. Sas, nefrólogo pediátrico de la Clínica Mayo.