Este sábado 30 de noviembre, oficialmente terminó la temporada de huracanes en el Atlántico, que este año estuvo marcada por eventos meteorológicos sin precedentes.
En junio, el huracán Beryl inauguró la actividad ciclónica con un fenómeno histórico: el primer ciclón de categoría 4 registrado antes de temporada en la región. Este poderoso huracán devastó la isla de Carriacou, en Granada, dejando viviendas destruidas, cultivos arrasados y un saldo trágico de dos personas fallecidas. Este evento, descrito por expertos como “inusual”, destacó los efectos del calentamiento global en la intensidad y el comportamiento de los huracanes.
El impacto inicial de Beryl fue solo el preludio de una temporada marcada por la devastación. A lo largo de los meses siguientes, tormentas como Helene, Milton y Rafael evidenciaron patrones climáticos extremos que los científicos aún intentan comprender. Los fenómenos climáticos de 2024 superaron los registros históricos y dejaron un legado de destrucción en la región del Atlántico.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) señaló que los patrones observados durante la temporada reflejan una “nueva normalidad” impulsada por el cambio climático. Según el organismo, fenómenos como Beryl y Milton subrayan la urgencia de implementar medidas globales para mitigar los efectos del calentamiento global, especialmente en regiones vulnerables como el Caribe y el sudeste de Estados Unidos.
Un año inusualmente activo: cifras que superan la media
La actividad ciclónica del Atlántico en 2024 fue notablemente superior al promedio histórico. Según datos que dio a conocer NBC Miami, se formaron 11 huracanes, en comparación con una media de siete. Este incremento se atribuye a temperaturas oceánicas excepcionalmente cálidas, un factor ligado a las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano.
Brian McNoldy, investigador de la Universidad de Miami, explicó que aunque el cambio climático no puede ser señalado como la causa directa de cada fenómeno, sí aumenta la probabilidad de eventos extremos. Este desequilibrio climático hizo posible la formación de huracanes en épocas y lugares atípicos, como Beryl en junio y Milton en octubre, estableciendo nuevos récords en los límites temporales de la actividad ciclónica.
Huracanes destacados de la temporada 2024
El huracán Beryl, con su intensidad de categoría 4, dejó una marca indeleble en la temporada al convertirse en el primer ciclón de esta magnitud tan temprano en el año. La devastación en Carriacou incluyó la destrucción de viviendas e infraestructura, además de graves daños en la agricultura local. Según los meteorólogos, este fenómeno rompió patrones históricos similares al huracán Dean en 2007, consolidándose como uno de los más atípicos en décadas.
En septiembre, el huracán Helene causó estragos en el sudeste de Estados Unidos, con un costo estimado en 48,8 mil millones de dólares. Carolina del Norte fue particularmente afectada, con miles de viviendas destruidas, interrupciones en el suministro de agua potable y daños masivos en áreas agrícolas y forestales. Otros estados, como Florida, Georgia y Carolina del Sur, también sufrieron el impacto de Helene, que dejó un saldo de víctimas comparable al huracán Katrina en 2005.
En octubre, Milton alcanzó vientos de 290 km/h, convirtiéndose en uno de los ciclones más intensos registrados en el Golfo de México. Las lluvias asociadas a este sistema triplicaron las precipitaciones promedio en ciudades como Tampa y Orlando, estableciendo nuevos máximos históricos de lluvias torrenciales en la región.
La temporada culminó en noviembre con el huracán Rafael, cuyos vientos de 195 km/h lo colocaron entre los más potentes registrados tan tarde en el año en el Atlántico. Este ciclón azotó a Cuba, complicando los esfuerzos de recuperación tras los apagones masivos provocados semanas antes por el huracán Oscar.
El cambio climático como motor de una nueva era ciclónica
El papel del cambio climático en la intensificación de los huracanes fue evidente durante 2024. Según los expertos, el aumento de las temperaturas oceánicas, impulsado por las emisiones de gases de efecto invernadero, está alterando los patrones ciclónicos tradicionales. Estos cambios, como señaló Brian McNoldy, incrementan la probabilidad de tormentas más fuertes y frecuentes, desafiando los registros históricos.
Beryl y Milton son ejemplos destacados de esta transformación. Mientras que Beryl se convirtió en el huracán más fuerte registradp “antes de tiempo” en el año, Milton rompió récords al final de la temporada, mostrando cómo el calentamiento global está redefiniendo las normas históricas de la actividad ciclónica.
Impacto a largo plazo: un futuro de huracanes impredecibles
La temporada de huracanes del Atlántico 2024 quedará en la memoria por la magnitud de sus fenómenos y el impacto en las comunidades afectadas. Los patrones de formación de huracanes están cambiando, surgiendo en épocas atípicas y con intensidades nunca antes vistas. Esto plantea retos significativos para la preparación y recuperación en áreas vulnerables, exigiendo nuevas estrategias de adaptación ante un futuro marcado por la incertidumbre climática.