El empresario chino Justin Sun, fundador de la plataforma de criptomonedas Tron, anunció su intención de comprar 100.000 plátanos al vendedor callejero Shah Alam, un inmigrante bangladesí de 74 años que trabaja en el Upper East Side de Manhattan. La iniciativa surge pocos días después de que Sun adquiriera la obra Comedian, del artista italiano Maurizio Cattelan, en una subasta de Sotheby’s por 6,2 millones de dólares.
La pieza de arte conceptual, que consistía en un simple plátano adherido a una pared con cinta adhesiva, ha desatado un debate sobre los valores del mercado del arte, la desigualdad y las historias humanas detrás de los objetos más comunes.
Sun, cuya fortuna está valorada en al menos 1.400 millones de dólares, hizo pública su propuesta en redes sociales: “Para agradecer al señor Shah Alam, he decidido comprar 100.000 plátanos de su puesto en el Upper East Side de Nueva York. Estos plátanos serán distribuidos gratuitamente en todo el mundo a través de su puesto”, escribió en X (antes Twitter).
El empresario no ofreció detalles logísticos sobre cómo planea adquirir y distribuir los plátanos a nivel global, pero indicó que los interesados en recibir uno deberán presentar una identificación válida. Este gesto ocurre después de que Alam, el vendedor de frutas, se convirtiera en una figura involuntaria en la extravagante transacción de la obra de arte conceptual.
El camino del plátano de Alam a <i>Comedian</i>
Alam, quien vende plátanos por 25 centavos cada uno o cuatro por un dólar, nunca imaginó que uno de ellos sería utilizado en una obra de arte que alcanzaría un precio multimillonario. El miércoles pasado, fuera de la sede de Sotheby’s en Manhattan, vendió un plátano que posteriormente fue adherido a una pared con cinta adhesiva como parte de la instalación de Cattelan. Unos días después, Alam se enteró del destino de la fruta. “Soy un hombre pobre”, declaró al New York Times entre lágrimas al conocer el precio de venta de la obra.
La vida de Shah Alam
Shah Alam emigró a Estados Unidos en 2007 desde Bangladés, donde trabajaba como funcionario. En Nueva York, vive en un sótano compartido en el Bronx, pagando 500 dólares mensuales por una habitación que comparte con otros cinco hombres. Sus días transcurren en jornadas de 12 horas en el puesto de frutas, donde gana 12 dólares por hora.
El hombre de 74 años, ahora viudo, trabaja largas jornadas en un puesto de frutas en el Upper East Side de Manhattan. Según relató al New York Times, se enteró por una periodista que uno de los plátanos que había vendido por centavos fue utilizado como parte de una obra que alcanzó un precio exorbitante en Sotheby’s.
“Soy un hombre pobre”, dijo Alam con la voz entrecortada al conocer el destino de la fruta. “Nunca he tenido esta cantidad de dinero; nunca he visto esta cantidad de dinero”. La noticia lo dejó conmocionado, ya que representa un contraste extremo entre su realidad y el extravagante mundo del arte contemporáneo.
A pesar de sus limitados recursos, Alam se mantiene optimista y espera someterse a una operación de cataratas programada para enero, que mejorará su visión deteriorada. Sin embargo, su realidad contrasta drásticamente con la opulencia asociada a la subasta en la que participó Sun.
Una respuesta comunitaria
La historia de Alam ha resonado profundamente entre neoyorquinos y usuarios de redes sociales. Un residente anónimo lanzó una campaña en GoFundMe para apoyar al vendedor de frutas, prometiendo igualar los primeros 5.000 dólares recaudados. En la descripción, el organizador criticó la indiferencia hacia las desigualdades que la historia de Alam expone: “¿Queremos vivir en una ciudad donde ignoramos a un vendedor callejero que llora al saber que ha sido objeto de una broma que involucra una cantidad de dinero obscena para él?”.
El organizador, identificado solo por las iniciales “JS”, prometió entregar personalmente los fondos recaudados a Alam después del Día de Acción de Gracias.
La historia detrás de la obra
Comedian fue presentada por primera vez en 2019 durante Art Basel Miami Beach, donde generó controversia por su simplicidad y el exorbitante precio que alcanzaron sus ediciones originales, vendidas entre 120.000 y 150.000 dólares. La pieza, que incluye instrucciones para reemplazar el plátano cuando se deteriore, ha sido descrita como una crítica a los valores del mercado del arte.
En la subasta de Sotheby’s, la puja por la edición adquirida por Sun comenzó en 800.000 dólares y escaló rápidamente a más de 5 millones debido al interés de siete postores. La obra se vendió finalmente por 6,2 millones de dólares, incluyendo las comisiones de la casa de subastas.
Tras la compra, Sun anunció que honraría la pieza comiéndola, lo que hizo en una rueda de prensa en Hong Kong este viernes por la mañana. “Sabe mucho mejor que otros plátanos. Es realmente bueno”, comentó desde el lujoso hotel Peninsula en Tsim Sha Tsui, reportó AP.
Críticas y reflexiones sobre el arte y la desigualdad
La venta de Comedian ha reavivado el debate sobre los valores del mercado del arte y la desconexión entre sus protagonistas y las personas comunes que, como Alam, se ven inadvertidamente involucradas. Aunque Maurizio Cattelan, el creador de la pieza, expresó a BBC que la reacción de Alam le conmovió, argumentó que el arte no está diseñado para resolver problemas sociales.
Por su parte, Sun, además de su compra artística, ha hecho recientes inversiones en el ámbito de las criptomonedas, incluyendo un proyecto relacionado con el expresidente Donald Trump. Sin embargo, sus acciones no han estado exentas de controversias legales, ya que el empresario enfrenta acusaciones por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU.
Un futuro incierto para Alam
Aunque la promesa de Sun de comprar 100.000 plátanos a Alam ha sido recibida como un gesto positivo, el vendedor de frutas aún no ha experimentado un cambio tangible en su vida. Por ahora, continúa trabajando en la esquina de York Avenue y East 72nd Street, separando racimos y vendiendo frutas a precios accesibles.
La historia de Alam y el plátano de 6,2 millones de dólares ha puesto de manifiesto las absurdas disparidades del mundo moderno, donde el arte y la riqueza coexisten con la precariedad y la lucha diaria de quienes, como Alam, sostienen sus vidas con pequeños actos cotidianos.