Donald Trump ha reavivado una táctica que utilizó durante su primer mandato al amenazar con imponer un 10% de aranceles adicionales a todas las importaciones de China. Esta medida busca presionar a Beijing para que intensifique sus esfuerzos en la lucha contra el tráfico de fentanilo, una droga que ha causado estragos en Estados Unidos. Según The Wall Street Journal, esta estrategia podría poner en riesgo las relaciones comerciales entre las dos mayores economías del mundo y afectar el canal diplomático que ha sido productivo en la cooperación antinarcóticos.
En las últimas semanas, funcionarios antidroga de Estados Unidos, México y China se reunieron en Shanghai para discutir el flujo de fentanilo y el financiamiento del narcotráfico. Esta reunión fue un gran avance, ya que China había mostrado resistencia a colaborar en el pasado. Sin embargo, la amenaza de nuevos aranceles por parte de Trump podría complicar la situación, ya que Xi Jinping, el líder chino, podría verse presionado a no ceder ante las demandas estadounidenses para no parecer débil.
El fentanilo, una droga sintética barata de producir y extremadamente potente, ha sido un problema creciente en Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses han señalado a China como el principal proveedor de los precursores químicos necesarios para su fabricación, que luego son enviados a carteles en México. Aunque las muertes por sobredosis han comenzado a disminuir, el número sigue siendo alarmantemente alto, lo que mantiene el tema en el centro del debate político en Estados Unidos.
En respuesta a las amenazas de Trump, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China ha expresado su disposición a continuar trabajando conjuntamente con Estados Unidos, aunque no ha confirmado si ha habido contacto directo con el equipo del presidente electo. Algunos funcionarios chinos han manifestado en privado su deseo de que la cooperación en materia de narcóticos continúe, lo que sugiere que aún hay espacio para la diplomacia.
Durante el primer mandato de Trump, las negociaciones comerciales llevaron a China a regular más estrictamente la producción y venta de fentanilo, lo que resultó en una disminución significativa de la droga fabricada en China en el mercado ilícito. Sin embargo, las empresas chinas continuaron produciendo los precursores químicos, lo que ha mantenido el problema vigente.
La situación actual plantea un dilema: mientras las amenazas de aranceles adicionales persistan, existe la posibilidad de que la diplomacia pueda resolver el conflicto. No obstante, si Trump decide implementar los aranceles, podría cerrar uno de los canales más efectivos para abordar la crisis del fentanilo, afectando no solo las relaciones comerciales sino también los esfuerzos conjuntos para combatir el narcotráfico.
En este aspecto, la relación entre ambos países ha sido cambiante, especialmente después de que China suspendiera la cooperación antinarcóticos en 2022 tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán.
La administración Biden ha intentado utilizar la lucha contra las drogas como un medio para mejorar las relaciones con China, pero ha enfrentado críticas de los republicanos que consideran ingenuo confiar en las propuestas diplomáticas de Beijing. A pesar de las dificultades, se han logrado algunos avances, como el anuncio de China en agosto de imponer normas más estrictas sobre tres precursores químicos, una medida que responde a la presión de Estados Unidos.
En noviembre de 2023, una cumbre entre Xi Jinping y Biden permitió reabrir las líneas de comunicación entre funcionarios de bajo nivel, lo que fue visto como un paso adelante en la cooperación bilateral. Sin embargo, los funcionarios chinos siguen siendo escépticos sobre si cumplir con las demandas de Estados Unidos realmente mejorará las relaciones bilaterales. En 2019, China esperaba que la presión estadounidense disminuyera a cambio de regular más estrictamente el fentanilo, pero la presión solo ha aumentado.
El control de los precursores químicos es un desafío complejo, ya que los productores pueden modificar ligeramente la composición molecular para eludir las regulaciones. China, por su parte, es reticente a regular en exceso su sector químico por temor a afectar a empresas legítimas en un momento de dificultades económicas.
Steve Witkoff, amigo de Trump, ha destacado el compromiso del expresidente con la lucha contra las drogas, recordando un momento personal en el que Trump lo apoyó tras la pérdida de su hijo por sobredosis. Esta narrativa ha sido utilizada por los aliados de Trump para reforzar su imagen como un defensor en esta causa.
Con Trump a punto de asumir nuevamente la presidencia, las negociaciones con China y México sobre el flujo de drogas podrían ser más difíciles que en su primer mandato. La credibilidad de Estados Unidos es un tema central en las discusiones, como lo señaló Xi en su reunión con Biden, advirtiendo que las acciones contradictorias de Estados Unidos podrían dañar su imagen y socavar la confianza mutua.
El objetivo de Trump de detener por completo el flujo de drogas se presenta como un desafío especialmente difícil de cumplir, dado el contexto actual. Vanda Felbab-Brown, experta de la Brookings Institution, ha calificado esta meta como poco realista, sugiriendo que podría ser una trampa para que los países no puedan tener éxito.