Michael Sullivan fue condenado a prisión en 1987 por un asesinato que siempre negó haber cometido. Durante este tiempo, sufrió pérdidas irreparables: la muerte de su madre y cuatro hermanos, así como la ruptura con su pareja, quien decidió continuar con su vida. Además, fue víctima de repetidas agresiones en prisión que le dejaron cicatrices físicas y emocionales.
A comienzos de noviembre, Sullivan recibió algo de justicia cuando un jurado de Massachusetts no solo lo declaró inocente del asesinato de Wilfred McGrath, sino que también le otorgó una indemnización de 13 millones de dólares. Sin embargo, debido a las regulaciones estatales, la cantidad máxima permitida en casos de condenas injustas es de un millón de dólares.
Su historia comenzó en 1987, cuando fue condenado por el asesinato de Wilfred McGrath, un hombre cuyo cuerpo fue encontrado detrás de un supermercado abandonado. Según las autoridades, McGrath había sido golpeado y asaltado antes de ser abandonado en ese lugar. La acusación se basó en testimonios y pruebas presentadas en el juicio. Entre ellas, la declaración de Gary Grace, quien afirmó que Sullivan estaba presente en el momento del crimen. A cambio de su testimonio, Grace evitó los cargos de asesinato.
Encarcelado por un crimen que no cometió
Otro elemento crucial fue el testimonio de un químico de la policía estatal que aseguró haber encontrado sangre y cabello de McGrath en una chaqueta morada supuestamente usada por Sullivan la noche del asesinato. Estas evidencias, combinadas con la narrativa de los fiscales, llevaron al jurado a condenarlo a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Mientras Sullivan cumplía su sentencia, otros involucrados en el caso recibieron penas distintas. Grace fue sentenciado a seis años de prisión por complicidad, y Emil Petrla, quien admitió haber golpeado a McGrath y deshacerse del cuerpo, fue condenado a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional. Petrla falleció en prisión años después.
Sullivan, por su parte, enfrentó condiciones extremadamente duras en la cárcel. No solo padeció agresiones físicas severas, sino que también fue excluido de programas educativos debido a su sentencia. Esto le dificultó aún más prepararse para una eventual vida fuera de prisión, alimentando el aislamiento y la frustración de saberse inocente.
En 2011, las esperanzas de Michael Sullivan comenzaron a cambiar gracias a avances en tecnología forense. Su abogado solicitó la realización de una prueba de ADN, un recurso que no estaba disponible en el momento de su juicio inicial en 1987. Los resultados de estas pruebas marcaron un punto de inflexión: no se encontró sangre de McGrath en la chaqueta morada que la fiscalía había señalado como una pieza clave del caso.
Otro hallazgo significativo fue que el cabello encontrado en la chaqueta tampoco podía ser atribuido con certeza a McGrath. Esto debilitó de manera sustancial el argumento de la fiscalía, que durante el juicio inicial había insistido repetidamente en que Sullivan usó dicha chaqueta durante el ataque. En palabras de Dana Curhan, una abogada que representó a Sullivan por más de dos décadas: “El fiscal decía básicamente: ‘Si no fue él, ¿por qué había sangre en ambos puños de la chaqueta?’. Ahora sabemos que no había sangre. Ese fue realmente el caso”.
El descubrimiento de estas nuevas evidencias forzó al sistema judicial a reevaluar el caso. En 2012, se ordenó un nuevo juicio para Sullivan, y al año siguiente fue liberado de prisión. Sin embargo, su libertad estuvo inicialmente condicionada: pasó seis meses bajo arresto domiciliario y tuvo que usar un brazalete de monitoreo electrónico durante años.
La lucha legal continuó hasta 2014, cuando la Corte Suprema de Justicia confirmó la decisión de concederle un nuevo juicio. Para entonces, las posibilidades de volver a procesar el caso se habían reducido drásticamente. La fiscal de distrito de Middlesex, Marian Ryan, explicó que varios factores imposibilitaban un nuevo juicio, como la muerte de testigos clave y el deterioro de la memoria de otros. Finalmente, en 2019, el estado decidió no reabrir el caso, lo que dejó a Sullivan completamente exonerado.
La justicia llegó al final
El jurado encontró que uno de los elementos clave del juicio original, el testimonio del químico estatal sobre la chaqueta morada, no solo era incorrecto, sino también falso. A pesar de ello, no fue este testimonio la única causa de la condena inicial, pues gran parte de la narrativa del caso dependió de declaraciones controvertidas y acuerdos con testigos como Gary Grace.
Para Sullivan, el veredicto representa más que una compensación económica. Su principal satisfacción radica en haber limpiado su nombre y eliminado el asesinato de sus antecedentes penales. En sus propias palabras: “Lo más importante es que me declaren inocente del asesinato y lo borren de mis antecedentes”.
A pesar de la resolución judicial, Sullivan no espera que su vida cambie de manera significativa. Aunque planea comprar una camioneta nueva, su intención es ahorrar la mayor parte del dinero para el futuro de sus sobrinos y sobrinas, garantizándoles estabilidad económica al cumplir 21 años.