Después de décadas de silencio en los lagos de alta montaña de la Sierra Nevada, el canto de la rana de patas amarillas (Rana sierrae) vuelve a resonar, marcando un hito histórico en la conservación de especies. Este anfibio, que alguna vez fue abundante en la región, sufrió un colapso catastrófico debido a la combinación de dos amenazas: una enfermedad fúngica mortal conocida como quitridiomicosis y la introducción de peces no nativos.
Ahora, tras años de esfuerzos científicos y conservacionistas lograron su recuperación, que no sólo revitaliza los ecosistemas locales, sino que ofrece esperanza para especies amenazadas en todo el mundo.
Durante el siglo XIX, los buscadores de oro que llegaron a California no solo dejaron su huella en los ríos y montañas, sino también en los frágiles ecosistemas alpinos. A medida que exploraban la Sierra Nevada, comenzaron a introducir peces no nativos en lagos antes libres de ellos. Esta práctica, que buscaba proveer alimento y recreación, se convirtió en una amenaza directa para la rana de patas amarillas, que habitaba estos cuerpos de agua. Los peces invasores consumían los huevos y renacuajos de las ranas, diezmando sus poblaciones.
A esta amenaza se sumó, a finales del siglo XX, la aparición de un patógeno devastador: Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), responsable de la quitridiomicosis. Este hongo infecta la piel de los anfibios, interrumpiendo funciones vitales como la respiración y la regulación de agua. En cuestión de décadas, el Bd llevó a la rana de patas amarillas al borde de la extinción, eliminándola de más del 90% de su rango histórico.
“La pérdida de esta especie no fue solo un golpe para la biodiversidad, sino también para todo el ecosistema”, explicó Roland Knapp, investigador principal del Laboratorio de Investigación Acuática Sierra Nevada de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB). Los depredadores que dependían de estas ranas, como aves, serpientes y osos, vieron afectada su dieta, y los ecosistemas acuáticos se transformaron drásticamente.
Una estrategia innovadora para la supervivencia
A pesar de este panorama sombrío, un equipo liderado por Knapp no se rindió. Durante casi tres décadas, los investigadores buscaron remanentes de poblaciones de ranas en lagos libres de peces y comenzaron a documentar casos en los que algunos individuos mostraban resistencia al hongo Bd. Estos descubrimientos marcaron el inicio de un ambicioso proyecto de reintroducción.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, detalla cómo los investigadores identificaron 12 lagos adecuados para la reintroducción, considerando factores como la altitud, la severidad del invierno y la ausencia de depredadores. Luego, translocaron ranas resistentes al Bd a estos sitios y monitorearon su adaptación durante 17 años.
“La planificación fue meticulosa. Cada sitio fue evaluado cuidadosamente para maximizar las posibilidades de éxito”, señaló Knapp. Los resultados fueron sorprendentes: las poblaciones translocadas no solo sobrevivieron, sino que comenzaron a reproducirse. Hoy, es común ver cientos de renacuajos y docenas de ranas adultas en los lagos reintroducidos. “Los lagos han vuelto a la vida”, comentó Knapp. “Ver a las ranas sentadas en la orilla, rodeadas de aves y serpientes que interactúan con ellas, es algo que no esperábamos volver a ver”, citó USA Today.
Impacto global y lecciones aprendidas
El éxito del proyecto en Yosemite trasciende las fronteras de la Sierra Nevada. Según los autores del estudio, esta experiencia proporciona un modelo replicable para la conservación de otras especies amenazadas por enfermedades.
“El caso de la rana de patas amarillas demuestra que, con individuos resistentes y una planificación estratégica, es posible revertir los efectos devastadores de patógenos en los ecosistemas”, destacó Knapp. Este enfoque puede ser particularmente relevante para otras especies de anfibios, un grupo que enfrenta una crisis global con más del 40% de sus especies en peligro de extinción.
Además, el proyecto resalta la importancia de las áreas protegidas como Yosemite para la conservación de la biodiversidad. “Los parques nacionales y reservas no solo preservan paisajes, sino que son refugios cruciales para especies en peligro”, indicó el equipo de investigación.
El impacto positivo no se limita a las ranas. La recuperación de estas poblaciones ha restaurado dinámicas ecológicas clave, como las interacciones entre depredadores y presas. En los lagos reintroducidos, aves como el cascanueces de Clark y el pinzón rosado de corona gris han regresado a alimentarse de renacuajos, mientras que especies como la culebra de agua vuelven a depender de las ranas para su dieta.
A pesar de los logros, los desafíos persisten. El cambio climático y las amenazas humanas continúan poniendo en peligro los hábitats de montaña. Sin embargo, los investigadores son optimistas. Los modelos de viabilidad sugieren que las poblaciones reintroducidas tienen una alta probabilidad de persistir durante al menos 50 años, siempre y cuando se mantengan los esfuerzos de conservación.
“Hace 15 años, no estábamos seguros de si esta especie sobreviviría”, reflexionó Knapp. “Hoy, no solo están sobreviviendo, sino prosperando. Esto nos da esperanza para muchas otras especies en situaciones similares”.