El alcance de la reciente intrusión china en el sistema de telecomunicaciones de Estados Unidos supera significativamente lo comunicado por la administración del presidente Joe Biden, según afirmó el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, el demócrata Mark Warner. “La puerta del granero sigue abierta, o mayormente abierta”, declaró el senador Warner, ex ejecutivo de telecomunicaciones, en una entrevista el jueves.
La operación, atribuida a un grupo vinculado a la inteligencia china denominado Salt Typhoon por Microsoft, permitió a los hackers escuchar conversaciones telefónicas y leer mensajes de texto, según informaron investigadores. Los blancos incluían a figuras prominentes como el presidente electo Donald J. Trump y el vicepresidente electo J.D. Vance.
En un principio, las autoridades pensaron que el ataque estaba limitado a sistemas que interceptan conversaciones telefónicas y mensajes bajo órdenes judiciales. Sin embargo, se descubrió que los hackers explotaron equipos obsoletos y vulnerabilidades en redes de telecomunicaciones de empresas como Verizon, AT&T y T-Mobile, penetrando profundamente en el sistema.
“Esto es, de lejos, el hackeo de telecomunicaciones más grave en nuestra historia”, dijo Warner. El senador advirtió que los atacantes podrían seguir presentes en las redes, ya que su actividad cesó tras la exposición del ataque, dificultando a los investigadores determinar la magnitud del daño.
Implicaciones de seguridad
Aunque no pudieron acceder a conversaciones encriptadas en aplicaciones como WhatsApp o Signal, ni a mensajes enviados entre dispositivos iPhone, los hackers sí lograron interceptar mensajes de texto comunes y llamadas en redes tradicionales. Además, obtuvieron metadatos de llamadas, como los números involucrados, la duración y la ubicación aproximada de los dispositivos.
“Este ataque es alarmante porque permite rastrear a funcionarios clave de seguridad nacional y a sus equipos”, señaló a The New York Times un alto funcionario involucrado en la investigación.
Warner instó a reforzar los estándares de seguridad en las telecomunicaciones, como lo han hecho países como Australia y Reino Unido tras ataques similares. “El público necesita saber lo que está en juego”, enfatizó.
China ha estado implicada en hackeos significativos durante décadas, desde el robo de propiedad intelectual hasta la extracción de datos sensibles, como los archivos de seguridad de 22 millones de estadounidenses durante la administración de Barack Obama. Este ataque se suma a una lista creciente de incidentes, como la intrusión de Rusia en sistemas de empresas como SolarWinds y el ataque al oleoducto Colonial Pipeline.
Con este último hackeo, las capacidades chinas para vulnerar infraestructuras críticas han alcanzado un nuevo nivel, lo que plantea serios desafíos para la seguridad nacional de Estados Unidos y la protección de datos sensibles.