A finales de los setenta Stephen Bloom se despidió de todo lo conocido y familiar y partió. Para mucha gente eso puede ser motivo de inquietud, incluso de angustia, pero para un periodista, como ya era Bloom, es un plan inmejorable.
Agarró sus cosas —pocas: vivía de publicar notas aquí y allá y de un salario de mesero en California— y subió a un 747 de PanAm. Llegó a Brasil para trabajar en el Latin America Daily Post, un diario en inglés de Sao Paulo, contratado por un editor al que sólo conocía por carta, Steve Yolen, que ni siquiera le ayudó a conseguir la visa. Apenas se había sentado a su escritorio cuando el dueño del periódico anunció que el Post se fusionaba con el Brazil Herald y que los periodistas se mudarían a Rio de Janeiro.
El Herald era, además de la competencia del Post, un diario histórico: allí Hunter S. Thompson había practicado su periodismo gonzo y Tad Szulc había comenzado un camino que pronto lo llevó a conseguir la primicia de la invasión de Bahía de Cochinos para The New York Times, entre otros nombres. Bloom pasó en el Herald los años formativos de su carrera y la historia de ese pequeño mundo extraño que es una redacción es ahora el tema de The Brazil Chronicles, libro que presenta en Miami Book Fair.
Mitad memoria y mitad historia de la prensa en inglés en Brasil, el séptimo libro de Bloom —quien fue periodista del Los Angeles Times y el Dallas Morning News, y hoy enseña en la Universidad de Iowa— va hilando las vidas de un arco humano que va de los idealistas que veían el periodismo como un protector de la democracia a los pragmáticos que tarifaban las menciones de marcas en sus artículos, pasando por adictos a la adrenalina de las noticias, críticos musicales ajenos a la realidad y colaboradores de la CIA.
“Es un libro híbrido”, contó Bloom a Infobae. “Cuando le hablas a los editores estadounidenses de un libro sobre un periódico, ponen los ojos en blanco: ¿a quién puede interesarle, especialmente un periódico de América Latina?”. Si hubiera trabajado en París, en Londres o Praga, posiblemente lo entenderían de inmediato, pero ¿Brasil?
Bloom —premio a la Enseñanza Distinguida en Periodismo de la Sociedad de Periodistas Profesionales, entre otras distinciones— quiso escribir este libro durante 40 años y comenzó una investigación que lo llevó a pasar horas en la Biblioteca del Congreso en Washington D.C. y a conversar con protagonistas como su antiguo editor Bill Williamson, quien murió poco antes de la salida de The Brazil Chronicles. Así fue naciendo este libro extraño, lleno de vidas fascinantes —pasan por ahí desde el célebre ladrón Ronald Biggs a los valientes editores que publicaban en espacios en blanco cuando sus notas eran censuradas—, que también cuenta una historia universal: cómo un joven de veintitantos años decide que quiere seguir su vocación y que irá hasta donde sea para conseguirlo.
Un abolicionista en el Brasil de la esclavitud
Uno de los personajes más notables del libro es Andrew Jackson Lamoureux, un joven periodista graduado en la Universidad de Cornell que en 1877, a sus 28 años, se marchó a Brasil y trabajó en el British and American Mail, el primer periódico en inglés del país, que bajo su mando se reorganizó como el Rio News. “Nadie había escrito sobre él antes,” dijo Bloom. “Me gusta imaginar que cree que el periodismo está para corregir los males del mundo, para incomodar a los que la pasan bien y consolar a los que la pasan mal. Estaba convencido de que podía usar el poder de la prensa para impulsar el cambio. Y le costó muy caro”.
Lamoureux llegó cuando Brasil atraía grandes cantidades de inversiones extranjeras por su combinación de inmensos recursos naturales y trabajo esclavo. “Incluso después de la emancipación en Estados Unidos, en 1865, Brasil mantuvo la esclavitud”, recordó Bloom. Sólo en 1888 eso cambiaría.
En su equipaje, el joven Lamoreux cargó sus ideas abolicionistas. Y en el Río News se encontró en la “incómoda posición de abogar por la abolición de la esclavitud cuando todos sus lectores y sus anunciantes eran beneficiarios de la esclavitud”, destacó el autor. “Ellos querían que la esclavitud continuara.”
A los 50 años terminó expulsado. De regreso en Estados Unidos, con mala salud y una familia que mantener, no consiguió hacer pie en la prensa y terminó sus días como bibliotecario. “Pero fue la defensa del abolicionismo que Lamoureux hizo en este pequeño periódico, el Brazil News, que permitió la creación de una plataforma desde la cual los abolicionistas brasileños lograron tener éxito y terminar con la esclavitud”, dijo Bloom. “¡Nadie lo sabe!”.
Durante su investigación, el autor encontró que un archivo en California conservaba los documentos de Lamoureux. “Pude acceder a tres docenas de cartas, todas escritas a mano con una caligrafía preciosa, que le envió a un antiguo compañero de Universidad de Cornell, John Casper Branner, quien se convirtió en presidente de la Universidad de Stanford. Y guardó todos sus papeles. Lamoureux resultó una especie de anónimo cronista del mundo”.
La grandeza de los personajes pequeños
Además de las cartas de Lamoureux, Bloom halló otras valiosas correspondencias como las cartas de Teddy Hecht, hija del reconocido guionista y dramaturgo estadounidense Ben Hecht, quien se casó con un brasileño, se instaló en Rio y trabajó como editora del Brazil Herald. “Teddy era inteligente, atractiva, sofisticada, elegante y vivaz, una estadounidense en el extranjero que podría haber sido protagonista de un cuento de Irwin Shaw o Mary McCarthy en esa misma época”, la describió Bloom.
Sus cartas, como las de Charles Kuralt, el corresponsal de la CBS en Brasil en 1962, testigo constante del drama en la redacción del Brazil Herald porque su oficina quedaba en las mismas instalaciones, tuvieron para el autor la magia de “una cápsula del tiempo”, piezas de la cotidianeidad de personajes pequeños que terminan por conformar un rompecabezas novelesco.
—¿Qué le interesó de la gente común que trabajaba en el periódico?
—La mayoría de los periodistas en Estados Unidos practican lo que yo llamo “periodismo de arriba hacia abajo”: notas sobre el presidente, los senadores, los directores de los bancos, la gente importante, las celebridades. Es mucho más fácil escribir un libro sobre las hermanas Kardashian que sobre una persona trabajadora. Pero a mí me interesa mucho más el periodismo de abajo hacia arriba. Me interesan mucho más las historias del carnicero, el camarero, el panadero, el barbero, porque son lo que hace a nuestra civilización. Dentro de mil años, si alguien quiere saber cómo era vivir en Miami, no le va a servir leer sobre el alcalde: va a entender mejor si lee sobre el trabajador indocumentado, el barista, la persona común. Y todo el mundo tiene una historia increíble si te molestas en sentarte y escucharlos.
Una, por ejemplo, del periodista Paulo Paladino, uno de los brasileños que trabajaban en el Herald, al que le tocó ir a cubrir una conferencia de prensa institucional, la visita del director internacional de Coca-Cola. Pocas semanas antes dos trabajadores se habían ahogado en la planta local, y en medio de las preguntas buena onda (¿Qué le parecen los brasileños? ¿Ha ido ya a la playa?), Paladino sacó el tema. “Y de inmediato fue escoltado fuera de la rueda de prensa por los guardias de seguridad”, recordó Bloom.
Hunter S. Thompson y los colegas de la CIA
Pero cuando hay personajes como Hunter S. Thomson en una historia, es difícil pasarlos por alto. Mientras viajaba por la América del Sur hispanohablante, el futuro mito le escribió al editor en jefe del Herald, Bill Williamson: “Si Río no es mejor que los lugares que he visitado hasta ahora, me retiraré a toda prisa hacia el norte y desecharé este continente como una causa perdida. Durante el último mes, me he sentido al borde de la locura: debilitado por la disentería, plagado de pulgas y alimañas de todos los tamaños, privado de correo, dinero, sexo y cualquier otra cosa que no fuera la comida más asquerosa, y acosado las 24 horas del día por ladrones, mendigos, proxenetas, fascistas, usureros, idiotas y charlatanes de todas las formas y clases”.
Curiosamente consiguió el trabajo y se instaló en Rio con su novia, Sandy Conklin, y un mono que llevaba a todas partes, normalmente tan alcoholizado como él. Otro gran momento de The Brazil Chronicles es el relato de cómo Thompson le escribió al dueño de The Washington Post y Newsweek para criticar su cobertura de América del Sur: ”Empiezo a pensar que eres un farsante, Graham”, le dijo. “Quizá si contrataras al Marqués de Sade también saldría soso”.
Con el mismo humor, Philip L. Graham la respondió: “Durante las últimas semanas he estado principalmente fuera de mi oficina disfrutando de las actividades sibaritas normales de los propietarios, y por eso sólo hoy me he topado con su moderada y tímida carta”. La correspondencia loca continuó y Graham citó a Hunter en su oficina, pero nunca llegaron a verse. Deprimido durante una década, Graham se suicidó.
Otros personajes llamativos son los colaboradores de la CIA: la agencia, interesada en la información, naturalmente ha hecho del periodismo un ámbito de interés en la región. Bloom identificó a dos colegas que completaban sus salarios con los dólares del espionaje: Joseph Stanley Sims y John Franklin Thrall, ambos editores del Brazil Herald.
—¿Por qué se interesó la CIA en los periodistas del Brazil Herald?
—Los Estados Unidos estuvieron detrás del golpe de Estado en Brasil en 1964. Hubo grandes cantidades de dinero para los grupos que tenían la intención de derrocar al gobierno de Joao Goulart, de poner a la opinión pública en su contra. El Brazil Herald les pareció un vehículo para provocar malestar. No fue ninguna sorpresa que salieran editoriales apoyando el derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Brasil. Por otro lado, había gente en la redacción que trabajaba activamente para la izquierda. Era un caldero de activismo político.
Periodismo vs. Contenido
Uno de los temas subyacentes al libro es el amor al periodismo, un oficio que en los siglos XIX y XX formó ”una red mundial que publicaba noticias y comentarios no para ganar dinero, sino porque sus miembros creían que el público necesitaba estar informado e ilustrado”, como se lee en The Brazil Chronicles. “Esa actividad se consideraba un acto político subversivo. Todavía hoy lo es”.
—¿Por qué cree que hacer periodismo hoy es un acto político subversivo?
—Suena extraño. Pero en verdad la prensa era más activa, más fuerte, mucho más fuerte, hace 100 años que hoy. Es muy difícil ser periodista hoy en día. Por un montón de razones: internet, los teléfonos inteligentes, Instagram, TikTok. Para contar una historia hay que mantener el interés de los lectores, y es difícil hacerlo durante más de 15 segundos. Hay muchas distracciones. Además, cada producto tiene que ser rentable, se trate de la venta de zapatos o de información: todo tiene que generar un beneficio. Los clicks. Enseño periodismo en la Universidad de Iowa y muchos de mis estudiantes no se llaman a sí mismos periodistas sino ”proveedores de contenido”.
Para tener clicks, el contenido tiene que ser popular. Pero el periodismo no siempre lo es, recordó Bloom y puso como ejemplo a Lamoureux: “Él abogaba por la abolición de la esclavitud, algo muy impopular en su momento en Brasil. Me pregunto: ¿cómo se “vendería” eso hoy en día? Queremos estar del lado correcto de la historia, pero la mayoría del periodismo de hoy es un producto que necesita obtener un beneficio”.
Bloom teme que libro que presenta en la Feria del Libro de Miami cuente una edad de oro perdida de su oficio: “Hoy cada artículo es controlado por los clics, cuánto atraerá a los anunciantes y a los lectores y dará beneficios. Así la información se convierte en relaciones públicas disfrazadas. Se vende información destinada a incitar al consumidor a ir a un evento, a ver una película, a votar de una determinada manera”.
O como él mismo cierra la introducción a su nuevo libro: “The Brazil Chronicles celebra lo que los periódicos fueron y nunca volverán a ser”.
Presentación de “The Brazil Chronicles” en la Feria del Libro de Miami
Sábado 23, 3.30 pm, en el Magic Screening Room del Edificio 8
Stephen G. Bloom presenta en Miami Book Fair su nueva obra, un libro que es a la vez una memoria y un capítulo de la historia del periodismo. Junto a Madelein Blais, que presenta Queen of the Court.
Campus Wolfson del Miami-Dade College (MDC)
300 NE Second Ave, Miami, FL 33132