En lo que va del año, el dengue, una enfermedad viral transmitida por mosquitos, alcanzó cifras alarmantes en las Américas. Hasta octubre, los reportes indican casi 12 millones de casos, un incremento desmesurado frente a los 4.6 millones registrados en todo 2022.
Únicamente en Estados Unidos, los casos superaron los 7.200, más del doble que en 2023 y el número más alto desde 2013. La mayoría de estas infecciones se concentran en Puerto Rico, que declaró una emergencia sanitaria en marzo debido al aumento vertiginoso de casos adquiridos localmente.
La isla ha registrado más de 4.500 infecciones, comparadas con las menos de 1.300 de 2022. Por su parte, en el estado de Florida, los brotes de transmisión local también generaron alertas sanitarias, con 53 casos hasta ahora, un indicador de que el dengue se extiende hacia lugares donde históricamente no era común.
Una enfermedad que acecha en silencio
Mallory Harris, coautora de una nueva investigación presentada en la reunión anual de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene y asociada postdoctoral en el departamento de biología de la Universidad de Maryland, aseguró durante una entrevista con NBC News que esta enfermedad es “una amenaza creciente para la salud” que puede llegar a tener “consecuencias muy graves”, por lo que “debemos estar preparados”.
El estudio, que analizó registros de temperatura y datos epidemiológicos en 21 países de Asia y las Américas a lo largo de 11 años, concluyó que casi una quinta parte de la carga actual de dengue puede atribuirse al aumento de las temperaturas causado por actividades humanas.
Hasta el momento, la única vacuna aceptada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) fue suspendida por su fabricante a principios de año, según reportó NBC News. Expertos como Harris aseguran que reforzar la vacunación sería una herramienta crucial para mitigar el impacto del dengue en el futuro.
Otra prioridad es el control de las poblaciones del Aedes aegypti, el mosquito responsable de transmitir el dengue, un animal que tiene una eficacia mayor propagando el virus en ambientes con temperaturas de entre 16 y 27 grados centígrados.
“Los riesgos de esto van a aumentar de todos modos, por lo que debemos pensar en la mitigación”, afirmó la especialista.
Según los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC), más de la mitad de las personas infectadas son asintomáticas, lo que dificulta su detección temprana y facilita su propagación, sin embargo, entre los casos sintomáticos, las señales pueden oscilar entre leves y severas.
Cómo combatir al dengue
Las personas contagiadas con esta enfermedad pueden presentar síntomas como fiebre, dolor de cabeza, dolor en las articulaciones, náuseas y vómitos. Mientras que las infecciones graves pueden provocar sangrado debajo de la piel, en la nariz, orina o heces, así como una caída repentina de la presión arterial e incluso la muerte.
Estas infecciones graves, según NBC News con datos de los CDC, representa un 2% de los casos ocurridos en territorios estadounidenses entre 2010 y 2020.
Según Derek Cummings, epidemiólogo de la Universidad Johns Hopkins, quien no participó en la investigación, una mejor preparación hospitalaria será esencial para minimizar las muertes en regiones afectadas.
“Algo que todos sabíamos, que la temperatura es importante, pero cuantifica cuánto y cuán importante es para los cambios que estamos viendo”, añadió Cummings.
Harris, por otra parte, hizo énfasis en que los “mayores impactos del cambio climático histórico en la carga del dengue” tuvieron lugar en países como Perú, Bolivia y México, los cuales consideró como lugares “no necesariamente más calurosos en general” o aquellos que registran los “mayores aumentos de muertes por calor”, no obstante, afirmó que “hay efectos que se pueden experimentar en lugares ligeramente más fríos que también deben tenerse en cuenta”.