Donald Trump confirmó este jueves que Robert F. Kennedy Jr. será secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), durante su próximo Gobierno.
En un comunicado en redes sociales, el mandatario electo aseguró que “durante demasiado tiempo, los estadounidenses han sido aplastados por el complejo industrial de alimentos y las compañías farmacéuticas que han participado en el engaño, la desinformación y la información errónea cuando se trata de salud pública” pero, durante su mandato, “la seguridad y la salud de todos los estadounidenses” será “el papel más importante”.
Así, Kennedy Jr. trabajará por “restaurar estas agencias a las tradiciones de la investigación científica de referencia y los faros de la transparencia, para poner fin a la epidemia de enfermedades crónicas y hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y saludable”, prometió.
Desde su rol, el ex demócrata escéptico de las vacunas, se encargará de garantizar la seguridad de los medicamentos y las inoculaciones, supervisar los alimentos, y seguir de cerca las investigaciones médicas y los programas de la red de seguridad social Medicare y Medicaid, entre otros.
“El presidente Trump me ha dado tres instrucciones”, dijo durante una entrevista con NPR News, luego de las elecciones, y deslizó, así, lo que será la agenda de trabajo de su cartera: “Quiere acabar con la corrupción y los conflictos en las agencias reguladoras. Quiere que las agencias vuelvan a la medicina y la ciencia basadas en evidencias empíricas por las que alguna vez fueron famosas. Y quiere acabar con la epidemia de enfermedades crónicas con impactos mensurables en la disminución de las enfermedades crónicas en un plazo de dos años”.
Kennedy Jr. supo ser un crítico del empresario -incluso lo llamó “un ser humano terrible”- y se postuló como independiente en las últimas elecciones pero, ante la falta de apoyo popular, accedió a abandonar su carrera y apoyar la del republicano a cambio de su promesa de otorgarle un cargo en el ámbito de la salud durante su Gobierno. Desde entonces, los políticos se han vuelto cada vez más cercanos.
En los últimos meses, el sobrino del ex presidente John F. Kennedy, centró su discurso en su lucha por conseguir que los alimentos en Estados Unidos sean más saludables -incluso imitando regulaciones vigentes en Europa-, insistió en sus críticas hacia las compañías farmacéuticas y de pesticidas, y se mantuvo firme en su desconfianza hacia las vacunas, sobre las cuales promovió información errónea.
También planteó eliminar el flúor del agua potable, aunque esta adición conduzca a una mejor salud dental, sugirió la incorporación de medicinas holísticas y se comprometió a intervenir y modificar por completo el sistema agrícola y la burocracia de salud pública del país.
“Hacer que Estados Unidos vuelva a ser más saludable”, “No hay nada más rentable para gran parte del sistema de salud que un niño enfermo” y “Las agencias de salud pública se han convertido en títeres de las industrias que -se supone- deben regular” fueron algunos de sus lemas durante la campaña.
Jerome Adams, quien se desempeñó como la máxima autoridad de salud durante el primer Gobierno de Trump, advirtió, sin embargo, que la llegada de Kennedy Jr. al cargo podría provocar el efecto contrario al que prometió.
“Si RFK tiene una influencia significativa en el próximo gobierno, eso podría erosionar aún más la voluntad de las personas de ponerse al día con las vacunas recomendadas. Me preocupa el impacto que esto podría tener en la salud de nuestra nación, en la economía de nuestra nación, en nuestra seguridad global”, dijo durante la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Salud Pública.