En el sistema electoral de Estados Unidos, la posibilidad de un empate en el Colegio Electoral plantea un escenario complejo y poco común, pero no imposible. La última vez que el Congreso decidió una elección presidencial fue en 1824, pero en un clima de alta polarización como el actual, un empate entre Kamala Harris y Donald Trump podría poner al país en una situación inédita y de alto riesgo político.
A pesar de que las probabilidades de un empate son bajas, el camino hacia un “empate contingente” ilustra las singularidades del sistema electoral estadounidense, en el que el voto popular no es el que determina la presidencia, sino el Colegio Electoral.
Cada estado tiene un número de votos electorales que refleja su población, y el total de 538 votos se reparte proporcionalmente entre todos los estados y el Distrito de Columbia. Para ganar, un candidato debe obtener al menos 270 votos electorales, superando así la mayoría absoluta. Sin embargo, existe la posibilidad de que dos candidatos empaten con 269 votos cada uno, un escenario improbable, pero factible debido a la combinación de factores como los votos de terceros partidos y la variabilidad en el resultado de los estados “pivote” o swing states.
El escenario de un empate en las elecciones de 2024 ha sido analizado en varias proyecciones electorales. El sitio especializado FiveThirtyEight estima que las probabilidades de un empate entre Harris y Trump en el Colegio Electoral son de aproximadamente 1 en 300. Aunque baja, esta probabilidad se basa en cuatro escenarios principales donde los resultados en los estados clave quedan divididos de forma específica entre ambos candidatos.
En estos casos, Harris retendría estados como Wisconsin, Arizona, Georgia y Nevada, mientras que Trump mantendría o ganaría Carolina del Norte, Pensilvania y Michigan. Estas combinaciones resultan en un empate de 269-269 y reflejan una situación donde ninguno alcanza los 270 votos necesarios para asegurar la victoria.
A pesar de que el Colegio Electoral suele reflejar los resultados del voto estatal, existe la posibilidad de que algún elector actúe como “elector infiel” y vote en contra del candidato asignado, algo que ha ocurrido en elecciones anteriores. Aunque no es frecuente ni suele alterar el resultado final, este fenómeno podría tener un peso importante en un escenario de empate como el de 269-269. En 2016, por ejemplo, varios electores votaron por candidatos distintos a los ganadores de sus estados, de acuerdo con NBC News.
¿Qué pasaría si hay un empate?
Si el Colegio Electoral no logra una mayoría, la Constitución de los Estados Unidos estipula que el proceso de selección se traslade al Congreso, un procedimiento conocido como “elección contingente”. En este caso, la Cámara de Representantes elige al presidente y el Senado al vicepresidente.
Sin embargo, la votación en la Cámara no es directa; cada estado cuenta con un solo voto, determinado por la mayoría de representantes de ese estado. El candidato que obtenga el apoyo de al menos 26 estados, de los 50, será el ganador. En el Senado, en cambio, la votación para vicepresidente es individual, requiriendo una mayoría de 51 senadores.
Según ABC News, ante este escenario, los republicanos tendrían una ventaja significativa. FiveThirtyEight estima que los republicanos probablemente controlarán al menos 26 delegaciones estatales en la Cámara en el próximo Congreso, mientras que los demócratas tendrían solo 22 y las dos restantes estarían divididas.
Además, en el Senado, los republicanos tienen posibilidades de ganar nuevos escaños en estados clave, lo que les daría una ventaja en la elección del vicepresidente. La reciente redistribución de los distritos en Carolina del Norte, un estado importante, favorece aún más el control republicano en la Cámara.
Precedentes históricos: las elecciones de 1824 y 1836
El único caso en el que el Congreso decidió una elección presidencial fue en 1824. En ese año, ninguno de los candidatos alcanzó la mayoría, por lo que la elección se decidió en la Cámara, donde John Quincy Adams fue elegido sobre Andrew Jackson, en lo que algunos llamaron un “acuerdo corrupto” tras recibir el apoyo clave del entonces presidente de la Cámara, Henry Clay.
En cuanto al vicepresidente, el Senado solo ha intervenido una vez para elegirlo, en 1836, cuando Richard Mentor Johnson no obtuvo la mayoría de los votos electorales necesarios y fue elegido por una mayoría en el Senado.
Un empate en el Colegio Electoral que lleve la decisión final al Congreso podría tener profundas implicaciones para la democracia en Estados Unidos, en especial en un momento de extrema polarización política. La confianza en el sistema electoral podría verse afectada, y la imagen de un Congreso decidiendo el resultado final para presidente y vicepresidente podría alimentar la desconfianza en un proceso que, a ojos de muchos, debería estar en manos del electorado.
Además, cualquier miembro del Congreso que decida votar en contra de su partido podría enfrentar varias repercusiones en su carrera política, dado el contexto actual de divisiones partidistas intensas.