Donald Trump ha consolidado un fuerte respaldo entre los evangélicos blancos de Estados Unidos, un grupo que representa cerca del 15% de la población general, pero que constituye aproximadamente el 25% de los votantes, según el Public Religion Research Institute.
Este apoyo, que ha alcanzado cerca del 80% en las últimas elecciones, es fundamental para las aspiraciones de Trump, ya que los evangélicos conservadores suelen votar de forma masiva y organizada, aportando una base sólida al Partido Republicano en estados clave de las elecciones presidenciales.
El discurso de Trump se ha adaptado estratégicamente para apelar a esta base evangélica, reforzando temas como la “persecución” de los cristianos en Estados Unidos y destacando valores que, según sus seguidores, están en riesgo bajo el liderazgo demócrata.
Tras un intento de asesinato en su contra en julio, Trump ha impulsado la narrativa de ser “el elegido de Dios” para liderar la nación, un mensaje que ha sido adoptado por muchos evangélicos, quienes interpretan el incidente como un acto de intervención divina. Ralph Reed, presidente de la Faith & Freedom Coalition, dijo en una entrevista con la National Public Radio (NPR) que su organización ha movilizado un esfuerzo sin precedentes para llevar a millones de votantes evangélicos y católicos conservadores a las urnas en estados críticos.
Sin embargo, esta percepción de Trump como un “instrumento de Dios” ha permitido que muchos de sus seguidores pasen por alto su falta de virtudes cristianas tradicionales. Como explicó en entrevista con PBS ,Kristin Kobes Du Mez, historiadora de la Universidad Calvin, los evangélicos ven a Trump como una figura parecida a Ciro, un rey bíblico considerado elegido por Dios para proteger a su pueblo, a pesar de no cumplir con los valores morales convencionales.
El respaldo de los evangélicos conservadores a Trump ha permitido, además, una retórica de “guerra espiritual” que intensifica la polarización política. En este contexto, figuras como la vicepresidenta Kamala Harris han sido objeto de demonización en términos bíblicos.
Harris ha sido etiquetada como “el Anticristo” o “Jezabel” por algunos seguidores de Trump, lo cual refuerza la idea de un enfrentamiento existencial entre el bien y el mal, según Du Mez. Esta postura intensifica el compromiso evangélico con Trump y refuerza la idea de que la elección no es solo política, sino una batalla espiritual.
No obstante, la campaña de Harris ha trabajado para captar a algunos votantes evangélicos, a través del grupo Evangelicals for Harris. Con campañas digitales que promueven valores cristianos de “amor y respeto al prójimo”, han buscado resonar en votantes evangélicos moderados en estados como Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, según NPR. Este enfoque está dirigido principalmente a grupos evangélicos menos alineados con Trump, como presbiterianos y luteranos, que son influyentes en estos estados pendulares.
Una batalla
En eventos recientes en Georgia, ambos candidatos manifestaron posturas muy distintas sobre la fe. Harris asistió a un servicio en la iglesia New Birth Missionary Baptist, en DeKalb, Georgia, donde, sin mencionar su campaña, habló de la fe como “un verbo” que debe demostrarse en acciones y servicio, según The Guardian.
Durante su discurso, evitó los temas políticos y se centró en la unidad y el respeto, lo que fue bien recibido en la congregación predominantemente afroamericana, un grupo que representa aproximadamente el 30% del electorado de Georgia.
Por su parte, Trump, en un foro llamado “Believers and Ballots” en Zebulon, Georgia, resaltó que la fe “es una ventaja” en tiempos difíciles y habló sobre “la persecución” a los cristianos en Estados Unidos, aunque sin ofrecer detalles específicos. Su discurso incluyó críticas al gobierno actual y menciones a la inmigración ilegal, temas con fuerte resonancia entre sus seguidores evangélicos.
Ralph Reed, presidente de la coalición Faith & Freedom, advirtió que si Harris llega al poder, se intentaría aprobar una legislación para proteger el derecho al aborto y posiblemente reformar la Corte Suprema, una amenaza para los conservadores que abogan por la abolición del derecho al aborto tras la caída de Roe vs. Wade.