Voto indirecto, Colegio Electoral y ‘swing states’: ¿cómo funcionan las elecciones presidenciales en Estados Unidos?

El peso de los estados oscilantes y el proceso de votación anticipada definirán el rumbo de los comicios del martes, bajo un sistema que no siempre refleja el voto popular

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¿Cómo serán las elecciones en Estados Unidos?

Estados Unidos se prepara para vivir el martes una jornada electoral que definirá quién, entre la actual vicepresidenta demócrata Kamala Harris y el ex mandatario republicano Donald Trump, ocupará la presidencia, sucediendo a Joe Biden.

El proceso norteamericano no es tan directo como el de otras democracias. A diferencia de los sistemas de votación directa, en los que el candidato con más votos populares se consagra ganador, la elección presidencial en EEUU opera bajo un sistema de sufragio indirecto mediante el Colegio Electoral. Este mecanismo, que ha sido objeto de debate en diversas ocasiones, permite que el próximo presidente sea designado a través de un conjunto de electores asignados por cada estado en función de su población.

El rol del Colegio Electoral

En total, el Colegio Electoral está compuesto por 538 electores. Para alcanzar la presidencia, un candidato debe sumar al menos 270 votos electorales. Cada estado posee un número específico de electores: California, por ejemplo, el estado más poblado, cuenta con 54 votos electorales, mientras que Wyoming, el menos poblado, solo tiene tres. Este sistema otorga a los estados un poder proporcional a su población, pero no necesariamente al número total de votos emitidos en todo el país.

Seguidores se reúnen en torno
Seguidores se reúnen en torno a la candidata demócrata a la vicepresidencia de EE.UU. Kamala Harris durante su mitin en Michigan, uno de los siete estados pendulares (REUTERS/Elizabeth Frantz)

En la mayoría de los estados, el sistema funciona bajo una modalidad de “el ganador se queda con todo”: el candidato que obtiene la mayoría de los votos populares en un estado recibe todos los votos electorales asignados a ese estado. Esto hace que el resultado puede depender de tan solo unas decenas o cientos de miles de votos. Sin embargo, existen excepciones como Nebraska y Maine, que reparten sus votos electorales de manera proporcional según el resultado en sus distritos electorales.

Esta estructura significa que, en ocasiones, un candidato puede ganar la presidencia con menos votos populares a nivel nacional. Este fue el caso en 2016, cuando Donald Trump se impuso a Hillary Clinton a pesar de que ella obtuvo casi tres millones de votos más. Este fenómeno, aunque infrecuente, genera cuestionamientos sobre la representatividad del sistema y ha motivado movimientos para reformarlo, aunque tales iniciativas no han prosperado hasta ahora.

En 2020 Clinton prevaleció en
En 2020 Clinton prevaleció en el voto popular pero perdió las elecciones por cosechar menos votos en el Colegio Electoral (REUTERS/Rick Wilking/archivo)

El campo de batalla: siete estados oscilantes

Uno de los elementos clave en el sistema estadounidense son los llamados swing states o “estados pendulares”, aquellos que no se inclinan claramente hacia uno u otro partido, a diferencia de los otros estados que ya se consideran favorables a los demócratas (California o Nueva York, por ejemplo) o a los republicanos (Texas o Florida, entre otros).

En las elecciones de 2024, se estima que la contienda se decidirá en siete estados oscilantes: Pensilvania, Georgia, Michigan, Wisconsin, Nevada, Arizona y Carolina del Norte. Juntos, estos estados suman 93 votos electorales, aproximadamente una quinta parte del total del Colegio Electoral. Su volatilidad y la cantidad de votos que aportan los convierten en el epicentro de las campañas, pues cualquier cambio en el margen de apoyo podría inclinar la balanza en favor de uno u otro candidato.

Estos estados, por lo general, reciben una atención especial en cada ciclo electoral. Los candidatos destinan tiempo y recursos para atraer a los votantes indecisos en estos territorios, conscientes de que unos pocos votos podrían definir la elección. Este enfoque hace que los resultados en otros estados sean en gran medida previsibles, mientras que el suspenso se concentra en los swing states.

Donald Trump se dirige a
Donald Trump se dirige a sus simpatizantes en un mitin de campaña en Lititz, Pensilvania este domingo (EFE/JIM LO SCALZO)

Según los últimos sondeos, el estado más disputado este año es Pensilvania. En este estado, quizás el más codiciado de los swing states con sus 19 grandes electores, Trump ganó por la mínima en 2016 y Joe Biden se impuso en 2020 también por escaso margen. En este estado en declive industrial, los obreros tienden a dar la espalda a los demócratas. Pero Harris cuenta con los grandes proyectos de infraestructura lanzados por el presidente Biden y con el apoyo de los sindicatos. Las grandes ciudades de Filadelfia y Pittsburgh se inclinan por ella, mientras que Trump apuesta por la población rural.

El factor voto anticipado

Votantes esperan en fila para
Votantes esperan en fila para depositar su voto durante la votación anticipada en un colegio electoral de Detroit, Michigan (REUTERS/Rebecca Cook)

La votación anticipada, ya sea en persona o por correo, ha cobrado una importancia sin precedentes en los últimos años. En 2020, durante la pandemia de COVID-19, más de 100 millones de estadounidenses ejercieron su derecho a voto antes del día de la elección. Este incremento en el voto anticipado fue impulsado por el contexto sanitario, pero también trajo consigo una nueva serie de desafíos logísticos y políticos.

Desde su derrota en las elecciones de 2020, el ex presidente Donald Trump ha cuestionado la credibilidad del voto por correo, alegando sin pruebas que el proceso fue manipulado en su contra. Estas afirmaciones han generado una polarización en torno a este método de votación, y se espera que en 2024 el voto por correo vuelva a ser objeto de escrutinio y controversia. Diversos estados han implementado medidas adicionales de seguridad en el proceso de votación, pero el debate persiste, y se anticipa que las cifras del voto anticipado puedan tener un impacto significativo en los resultados.

Los tiempos de los resultados

Un trabajador electoral procesa papeletas
Un trabajador electoral procesa papeletas en el centro de recuento de votos de Filadelfia el día de las elecciones primarias de Pensilvania en abril (REUTERS/Rachel Wisniewski/archivo)

El proceso de conteo y certificación de votos en EEUU suele ser un procedimiento meticuloso y, en algunos casos, extenso. Se espera que los primeros resultados no oficiales se comiencen a reportar al cierre de las urnas en la costa oeste, alrededor de las 8:00 p.m. hora local. En elecciones previas, los medios de comunicación estadounidenses suelen proyectar un ganador en la misma noche electoral. No obstante, en 2020, esta proyección se retrasó cuatro días debido al elevado número de votos por correo y a la necesidad de un conteo exhaustivo en los estados clave.

Los resultados oficiales pueden demorarse días o incluso semanas, especialmente en los estados donde el volumen de votos por correo es significativo. Hasta que cada estado no haya certificado su recuento de votos, el país no conocerá con certeza quién será el próximo presidente. Este proceso de certificación se lleva a cabo de manera independiente en cada estado, con fechas límite que varían de un estado a otro. En última instancia, la complejidad del sistema electoral estadounidense garantiza que el resultado final, aunque anticipado por medios y analistas, solo será definitivo una vez completadas todas las verificaciones necesarias.

(Con información de AFP)

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