El sistema electoral estadounidense es único, ya que el presidente no es elegido directamente por el voto popular, sino a través de un organismo llamado Colegio Electoral. Este mecanismo, establecido en la Constitución de Estados Unidos en el siglo XVIII, fue diseñado por los Padres Fundadores con el objetivo de asegurar un equilibrio en la representación de todos los estados, tanto los grandes como los pequeños, en la elección del líder del país. En lugar de contar cada voto de manera nacional para determinar al ganador, el sistema asigna un peso específico a cada estado en función de su población, dándole un número determinado de electores en el Colegio Electoral.
En términos simples, el Colegio Electoral es un proceso en el que participan 538 electores, y el candidato que logra al menos 270 votos electorales gana la presidencia, independientemente del número de votos populares que haya recibido a nivel nacional. Este sistema tiene profundas raíces históricas y responde a una preocupación de los fundadores de Estados Unidos: evitar que unas pocas áreas densamente pobladas dominen las elecciones y que el presidente represente a una coalición geográficamente diversa.
Orígenes y razones detrás del Colegio Electoral
Cuando se redactó la Constitución, los autores tenían en mente dos factores clave. Primero, querían un sistema que evitara la “tiranía de la mayoría”, es decir, que grandes poblaciones de las áreas urbanas y estados más poblados no tuvieran un control absoluto sobre las elecciones. En segundo lugar, buscaban proteger los intereses de los estados más pequeños, garantizándoles un papel en la decisión de quién sería el líder del país. Así, el Colegio Electoral es una combinación de representación popular y representación estatal.
Cada estado tiene un número de electores que corresponde a su representación en el Congreso: el número de miembros de la Cámara de Representantes, que se asigna según la población, más los dos senadores de cada estado. Por ejemplo, California, el estado más poblado, tiene 55 votos electorales, mientras que estados como Wyoming tienen solo 3. Esta distribución busca un equilibrio entre el poder de los estados grandes y pequeños, otorgando a los menos poblados una representación proporcionalmente mayor de la que tendrían en un sistema basado puramente en el voto popular.
¿Qué es el Colegio Electoral?
En cada elección presidencial en Estados Unidos, la pregunta sobre cómo se elige realmente al presidente surge con frecuencia. A diferencia de muchos otros países, en Estados Unidos no es el voto popular el que determina directamente al ganador. En su lugar, el sistema del Colegio Electoral es el encargado de decidir, un método establecido en la Constitución que, aunque ha sido criticado y debatido por décadas, sigue vigente y fue decisivo en elecciones tan recientes como la de Donald Trump en 2016 y George W. Bush en 2000. Ambos candidatos perdieron el voto popular, pero se alzaron con la victoria gracias al sistema electoral del país.
El Colegio Electoral no es un lugar físico, sino un proceso compuesto por 538 electores distribuidos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Cada estado cuenta con un número de electores proporcional a su representación en el Congreso, es decir, el número de miembros en la Cámara de Representantes más los dos senadores asignados a cada estado. Este sistema, diseñado en el siglo XVIII, pretendía equilibrar la influencia entre los estados grandes y pequeños. Los fundadores de la nación temían que un sistema basado únicamente en el voto popular favoreciera a las áreas más pobladas, dejando sin voz a las regiones rurales y menos densamente pobladas. Por lo tanto, optaron por un mecanismo en el que los estados, y no solo la ciudadanía en su conjunto, tuvieran un papel central en la elección del presidente.
Funcionamiento del Colegio Electoral
El día de las elecciones, los ciudadanos estadounidenses no votan directamente por un candidato presidencial, sino por un grupo de electores comprometidos a votar por el candidato que gane en su estado. La mayoría de los estados aplica el sistema de “el ganador se lleva todo”, en el que el candidato que obtiene la mayoría del voto popular en ese estado recibe todos los votos electorales en juego. Existen dos excepciones: Maine y Nebraska, donde los votos electorales se dividen de manera proporcional, permitiendo una distribución más equitativa según los resultados en los distritos legislativos.
Para ganar la presidencia, un candidato necesita asegurar al menos 270 de los 538 votos electorales. Si ninguno de los candidatos alcanza esta mayoría, el proceso se traslada a la Cámara de Representantes, donde cada delegación estatal emite un voto para decidir al ganador. Esto solo ha ocurrido en dos ocasiones, en 1801 y 1825.
Sistema de “Winner-Takes-All”
El sistema de “Winner-Takes-All” (o “el ganador se lleva todo”) es uno de los aspectos más distintivos del proceso electoral en Estados Unidos y se aplica en la mayoría de los estados. Bajo esta modalidad, el candidato presidencial que obtiene la mayoría de los votos populares en un estado recibe todos los votos electorales de ese estado, sin importar la diferencia en la cantidad de votos. Por ejemplo, si un candidato recibe el 51% de los votos en Florida, se lleva la totalidad de los 30 votos electorales de ese estado, mientras que el otro candidato no obtiene ninguno, aunque haya alcanzado el 49% de los votos.
Este sistema tiende a amplificar el impacto de los votos en los estados más disputados, conocidos como swing states o estados péndulo, ya que allí el resultado no siempre es predecible. Los candidatos concentran sus recursos y esfuerzos en estos estados para asegurar que cualquier victoria, por pequeña que sea, les permita obtener todos los votos electorales. De esta manera, el sistema de “Winner-Takes-All” fomenta una campaña centrada en ganar estados clave en lugar de obtener el mayor número de votos a nivel nacional, lo que ha llevado a situaciones en las que un candidato gana la presidencia sin lograr la mayoría del voto popular, como ocurrió en las elecciones de George W. Bush en 2000 y Donald Trump en 2016.
Este enfoque ha sido objeto de críticas, ya que muchos ciudadanos sienten que su voto tiene menos peso en estados con tendencias políticas claras. Por ejemplo, en estados como California o Texas, que históricamente tienden hacia el Partido Demócrata y el Partido Republicano respectivamente, el voto de una persona puede tener menos relevancia si pertenece al partido minoritario en su estado, dado que el sistema otorgará todos los votos electorales al partido que gane la mayoría.
Excepciones en Maine y Nebraska
A diferencia de la mayoría de los estados, Maine y Nebraska no aplican el sistema de “Winner-Takes-All”. En lugar de ello, estos dos estados utilizan un modelo de distribución proporcional, lo que permite una asignación más equitativa de los votos electorales basada en los resultados dentro de sus distritos legislativos.
En Maine, que tiene un total de 4 votos electorales, se asignan 2 votos al candidato que gana el voto popular en todo el estado, mientras que los otros 2 votos se distribuyen en función de los resultados de cada uno de sus dos distritos congresionales. Así, es posible que un candidato gane el voto popular del estado y se lleve la mayoría de los votos electorales, mientras que el otro candidato obtenga al menos uno de los votos si gana en un distrito específico.
Nebraska, con 5 votos electorales, utiliza un sistema similar: 2 votos se asignan al candidato que gana el voto popular a nivel estatal, y los 3 votos restantes se otorgan según los resultados en cada uno de sus tres distritos congresionales. Este sistema permite que los votos electorales se dividan entre los candidatos de acuerdo con las preferencias de los votantes en diferentes regiones del estado, generando una representación más proporcional.
Estos modelos en Maine y Nebraska introducen una mayor flexibilidad en el sistema y permiten que los resultados reflejen mejor la diversidad política dentro de cada estado. Sin embargo, como representan una excepción en el panorama nacional, su impacto en el resultado general de las elecciones presidenciales suele ser limitado. A pesar de esto, estos estados muestran que existen alternativas al sistema de “Winner-Takes-All” que podrían mitigar algunas de las críticas hacia el Colegio Electoral y su influencia en la estrategia de campañas presidenciales.
Impacto del Colegio Electoral en las campañas
El sistema del Colegio Electoral influye de manera significativa en las estrategias de campaña de los candidatos. En vez de intentar captar la mayor cantidad de votos en todo el país, los candidatos concentran sus esfuerzos en los llamados “estados péndulo” o swing states, aquellos donde no hay una tendencia política clara y el resultado puede inclinarse hacia cualquier partido. Estados como Pensilvania y Ohio suelen recibir una atención especial debido a su capacidad para definir el resultado de la elección.
Este enfoque en los estados clave ha generado críticas, ya que muchos ciudadanos sienten que sus votos tienen menos impacto en estados con inclinaciones políticas marcadas, como California o Texas. Además, el hecho de que un candidato pueda ganar la presidencia sin obtener la mayoría del voto popular —como sucedió en 2000 y 2016— ha llevado a cuestionar la equidad del sistema.
Críticas y defensores del sistema
Las críticas al Colegio Electoral provienen en su mayoría de sectores que argumentan que el sistema favorece a los estados menos poblados y a los republicanos, dado que estos estados tienen una representación desproporcionada en el Senado y, por lo tanto, en el Colegio Electoral. Por ejemplo, un voto en Wyoming tiene más peso que un voto en California debido a la relación de electores por habitante.
Por otro lado, los defensores del sistema sostienen que este mecanismo protege los intereses de los estados pequeños y evita que unas pocas áreas densamente pobladas dominen la elección. Asimismo, afirman que el Colegio Electoral obliga a los candidatos a considerar una diversidad geográfica y no concentrarse únicamente en las grandes ciudades.
¿Es posible cambiar el sistema del Colegio Electoral?
Modificar el Colegio Electoral requeriría una enmienda constitucional, lo que implica un proceso complejo: el apoyo de dos tercios de ambas cámaras del Congreso y la ratificación de tres cuartas partes de los estados. Dado que los estados pequeños se benefician del sistema actual, es improbable que apoyen una reforma que podría reducir su influencia.
Sin embargo, algunos estados han buscado alternativas. Una de las propuestas más destacadas es el Pacto Nacional por el Voto Popular, un acuerdo en el que los estados se comprometen a otorgar sus votos electorales al candidato que gane el voto popular nacional, sin importar los resultados en su propio estado. Este pacto solo entraría en vigor si suficientes estados se unen para alcanzar la mayoría de los votos electorales, aunque hasta ahora no ha alcanzado el número necesario para ser implementado.
Infografía: Marcelo Regalado