Después de más de un siglo y medio, una prueba de ADN resuelve la identidad de un cráneo hallado en 1978 en una casa de Illinois, arrojando luz sobre una desaparición envuelta en teorías de robo de tumbas y la historia trágica de una adolescente fallecida en el parto.
La casa en Batavia, Illinois, se encontraba en pleno proceso de renovación cuando, en una mañana de 1978, el propietario se topó con un descubrimiento espeluznante: entre las paredes de la estructura emergía lo que parecía una calavera humana. No había explicación inmediata, solo un sinfín de preguntas y un sentimiento de intranquilidad que se apoderó de la comunidad cuando la policía confirmó que el cráneo era auténtico y antiguo. La investigación inicial, aunque exhaustiva, cayó pronto en el olvido; el cráneo quedó relegado a una vitrina del Museo Batavia Depot, y con el tiempo, la historia de aquella calavera perdió notoriedad. Por décadas, su identidad y su destino permanecieron envueltos en un misterio absoluto.
Eran otros tiempos, y los métodos de identificación forense estaban lejos de lo que hoy conocemos. Los esfuerzos de las autoridades por resolver el enigma se vieron frustrados ante la falta de tecnología y pruebas suficientes. Así, el cráneo se convirtió en una reliquia silenciosa en el museo, un fragmento de historia de origen desconocido. ¿Quién era esta persona, de qué época provenía y cómo había terminado su cráneo emparedado en una casa familiar? Estas preguntas quedaron congeladas en el tiempo hasta que, en 2021, un inventario rutinario en el museo trajo el cráneo de vuelta a la luz y, con ello, la esperanza de desentrañar su historia.
Lo que comenzó como un hallazgo casi olvidado se transformó entonces en un caso emblemático de la era moderna de la ciencia forense, en la que la tecnología genética ha permitido resolver crímenes de siglos pasados y devolver identidades perdidas a los desaparecidos. Gracias a los avances en la genealogía forense y pruebas de ADN, y a la colaboración con el laboratorio Othram en Texas, el misterio de la identidad de esta calavera quedó finalmente resuelto. Ahora se sabe que pertenecía a Esther Granger, una joven de Indiana que murió en 1866, a sus 17 años, tras una breve y trágica vida que comenzó y terminó en el siglo XIX.
Descubrimiento del cráneo
En el transcurso de una remodelación, la pareja propietaria de una casa ubicada en Wilson Street, en Batavia, Illinois, se encontraba derribando parte de una pared cuando uno de ellos notó un objeto redondeado, oscuro, que parecía atrapado entre las tablas. Al retirarlo, se encontraron con algo inesperado: el fragmento de una mandíbula humana. Al día siguiente, la policía acudió a la residencia y, tras examinar las paredes y escombros, hallaron un cráneo parcial en avanzado estado de descomposición. La policía y antropólogos de la Universidad del Norte de Illinois confirmaron la autenticidad del hallazgo, pero la fecha de la muerte resultaba incierta.
“Es imposible”, debió pensar el propietario. ¿Cómo podía una calavera humana estar atrapada en el interior de una casa familiar? ¿Quién era esa persona y cómo había llegado a terminar dentro de un muro de madera? Las preguntas se acumulaban, y pronto los medios locales comenzaron a circular teorías sobre el origen de aquella osamenta. Sin embargo, sin nombre, sin fecha y sin detalles adicionales, las autoridades se vieron obligadas a cerrar el caso y, con ello, la posibilidad de devolver la identidad a aquel cráneo anónimo. A falta de otra solución, la calavera fue entregada al museo local, que la almacenó en una de sus vitrinas como un macabro vestigio de épocas pasadas.
El tiempo se encargó de diluir la historia de ese cráneo, que quedó escondido y cubierto por el polvo de los años, hasta que en 2021 una auditoría de inventario del museo lo rescató de su anonimato. Tras el redescubrimiento, la policía y la oficina forense de Kane County, junto con el laboratorio de Othram en Texas, retomaron el enigma, esta vez con la ventaja de contar con tecnología avanzada de secuenciación genética. Así comenzó la fase final de un caso que llevaba cuatro décadas sin resolución, y que finalmente pudo identificar a la dueña de aquella calavera.
La ciencia forense devuelve el nombre a un cráneo olvidado en una pared
Los análisis realizados en el laboratorio de Othram permitieron reconstruir el ADN de los restos y trazar una línea genealógica que conectó a la calavera con un pariente vivo. De este modo, en el invierno de 2023, el laboratorio logró vincular el perfil genético con Wayne Svilar, un hombre de Portland, Oregon, y descendiente directo de la dueña del cráneo: una adolescente de nombre Esther Granger.
Esther, nacida en Indiana en 1848, tuvo una vida breve marcada por un final trágico. Al cumplir los 17 años, Esther se casó con Charles Granger y quedó embarazada, pero las complicaciones del parto terminaron con su vida en mayo de 1866. La historia de esta joven quedó, sin embargo, grabada en los huesos que años después alguien hallaría en una pared de una casa en Batavia, a casi 130 kilómetros de su lugar de entierro.
Tecnología de vanguardia para un misterio centenario
El avance en el campo de la genética forense permitió que los restos de Esther Granger, por décadas atrapados en el anonimato, finalmente contaran su historia. En el momento de redescubrir el cráneo en 2021, la oficina forense de Kane County decidió aplicar las herramientas modernas a este caso, confiando en el laboratorio Othram, conocido por su especialización en genealogía forense y su trabajo en casos sin resolver de alto perfil. Usando tecnología de secuenciación genética avanzada, los científicos reconstruyeron el perfil de ADN de los restos y comenzaron la búsqueda de posibles descendientes que pudieran confirmar la identidad.
Othram Laboratories, con sede en Texas, utilizó sus técnicas de vanguardia para crear un árbol genealógico a partir de pequeños fragmentos de ADN preservados en el cráneo. Pronto, los investigadores establecieron un vínculo genético con un descendiente de quinta generación de Esther Granger: Wayne Svilar, un exoficial de policía de Portland, Oregon. Cuando Svilar fue contactado para una prueba de ADN, dudó en un principio, pero finalmente aceptó colaborar, permitiendo así confirmar la identidad de la dueña del cráneo y devolviendo a Esther Granger su nombre, su historia y su dignidad.
La capacidad de Othram para resolver casos de personas fallecidas en siglos pasados es notable: antes de Esther Granger, el caso más antiguo que habían logrado identificar era de una víctima de asesinato de 1881. Esta vez, el laboratorio superó su propio récord, arrojando luz sobre la vida de una joven del siglo XIX y, en el proceso, marcando un hito en la ciencia forense moderna.
El enigma del robo de tumbas
Una vez determinada la identidad de Esther Granger y su causa de muerte, surgió otra pregunta ineludible: ¿cómo llegó su cráneo a una casa en Batavia, Illinois, a 130 kilómetros de su lugar de entierro en Indiana? Las autoridades plantearon una hipótesis tan sorprendente como inquietante: Granger podría haber sido víctima de un robo de tumbas, una práctica que, aunque prohibida, proliferaba en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX.
Durante esa época, las escuelas de medicina estadounidenses necesitaban cadáveres frescos para enseñar anatomía, y los médicos pagaban grandes sumas a quienes lograban obtener restos humanos de manera ilícita. De acuerdo con el coronel de Kane County, Rob Russell, el cráneo de Granger podría haber sido exhumado de su tumba original y vendido a algún estudiante de medicina o médico que necesitara un esqueleto humano para sus investigaciones. “Creemos que Esther fue una víctima de ladrones de tumbas”, explicó Russell en conferencia de prensa, señalando que estos delincuentes podían obtener en un solo cadáver el equivalente a varios meses de salario.
Los registros de la época muestran que el robo de tumbas no solo era lucrativo, sino un negocio arriesgado y a menudo violento: muchas comunidades llegaron al extremo de formar patrullas nocturnas para vigilar los cementerios y evitar la profanación de sus seres queridos. Sin embargo, en el caso de Esther, el crimen quedó impune y sus restos fueron transportados a Illinois, donde, de algún modo, terminaron emparedados en la pared de una vivienda común y corriente, un final tan inesperado como perturbador.
El cierre de una historia familiar
Tras la confirmación de la identidad de Esther Granger, el bisnieto Wayne Svilar viajó desde Portland para participar en una ceremonia de entierro en el cementerio de West Batavia, donde los restos de su antepasada fueron sepultados nuevamente con honores. Para Svilar, la noticia de que los restos pertenecían a su bisabuela fue un choque inesperado. Como exoficial de la Policía de Portland, Svilar había trabajado en unidades de casos sin resolver, pero jamás imaginó que uno de estos misterios le tocaría tan de cerca.
Svilar recuerda el momento en que recibió la primera llamada del equipo de investigación en abril de 2023. Su reacción inicial fue de incredulidad; para él, la posibilidad de que un cráneo hallado en Illinois perteneciera a un miembro de su familia parecía demasiado descabellada. “Para ser completamente honesto, no creíamos ni una palabra”, admitió durante la conferencia de prensa, señalando que hicieron falta varias llamadas para que comenzara a aceptar la historia.
Finalmente, al ver la dedicación del equipo de forenses y la meticulosa reconstrucción del caso, Svilar no solo encontró una conexión con Esther, sino una extraña familiaridad. La imagen generada digitalmente de Esther, basada en su estructura ósea, le recordaba profundamente a su propia madre. “Desearía que ella estuviera aquí para conocer esta historia; le habría encantado saberlo”, confesó, visiblemente emocionado, durante el evento de entierro. Para él, participar en la última despedida de su bisabuela fue más que una formalidad: fue una manera de devolverle la dignidad a Esther, quien finalmente descansará en paz tras una travesía de un siglo y medio.