(Desde Washington, Estados Unidos) Israel multiplicó su ofensiva sobre El Líbano para destruir a la organización terrorista Hezbollah con una sucesión de ataques coordinados por vía terrestre a través de la frontera sur, bombardeos que tienen como blanco principal a Beirut y sus barrios adyacentes, y la armada que lanza cohetes desde el mar Mediterráneo.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ya tienen asignados a más 20.000 soldados para la operación en Líbano, además de los aviones que castigan Beirut y la marina que apunta con sus cañones a los bunkers y arsenales que Hezbollah tiene a pocos kilómetros del Mediterráneo.
Los combates entre las tropas israelíes y los terroristas que responden a Irán ya se suceden en el buffer que debería auditar las Naciones Unidas -a través de la UNIFIL- y en un territorio sin control del ejército libanés que se ubica por encima del río Litani, a 80 kilómetros de Beirut.
En Medio Oriente, la historia es circular: hace días que los soldados de Israel y los fedayines de Hezbollah combaten en Maroun al -Ras (que está adentro del buffer de la ONU), una localidad sureña que fue escenario de la batalla mas sangrienta en la invasión israelí de 2006.
A tres meses de iniciada la ofensiva sobre Líbano, la marcha forzada de las tropas israelíes implicó que miles de pobladores deban alejarse de la zona de conflicto. En este contexto, la FDI comunicó a los libaneses establecidos a 50 kilómetros de la frontera con Israel que debían abandonar sus casas para dirigirse a ciertos localidades ubicadas arriba del río Awali (menos de una hora a Beirut).
Al margen de las operaciones de los 20.000 soldados desplegados en la invasión, la Fuerza Aérea israelí ayer atacó el barrio de Haret Hreik -afueras de Beirut- para destruir un arsenal subterráneo que Hezbollah usaba para atacar desde las cercanías de la frontera sur.
Por la topografía del sur del Líbano, es más efectivo el combate aéreo que un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre los terroristas y los soldados israelíes. Es una zona montañosa plagaba de pozos, túneles y cañadones, que la inteligencia israelí no conoce a fondo y que la milicia proiraní utiliza a mansalva.
A diferencia de la guerra en Gaza, que sucede en un terreno plano y con la información a favor, Líbano es un campo minado que le permite a Hezbollah infringir un daño importante a las tropas de Israel.
La ofensiva de Israel en El Líbano abrió una instancia diplomática para superar una crisis política que puede aplacar la influencia de Hezbollah en la agenda doméstica. Desde octubre de 2022, con la finalización del mandato de Michel Aoun, Líbano no tiene presidente.
Aoun dependía de las órdenes del grupo terrorista, que ahora no puede imponer a su sucesor.
En este contexto, Antony Blinken dialogó con los ministros de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, Qatar, Egipto y Francia para pedir que apoyen la elección del nuevo presidente libanés. Y a la presión del secretario de Estado se sumó Amos Hochstein, enviado especial de Biden al Líbano, quien también solicitó el respaldo de los cancilleres Faisal bin Farhan, Mohammed Al Thani, Badr Abdelatty, y Jean-Noel Barrot.
Blinken y Hochstein argumentaron en sus llamadas a bin Farhan, Al Thani, Badr Abdelatty y Barrot que Israel ha debilitado a Hezbollah y que la actual coyuntura en El Líbano abre una oportunidad para romper el status quo político que se arrastra desde el 30 de octubre de 2022.
El candidato de Estados Unidos, que también respalda Francia, es el general Joseph Aoun, jefe de las Fuerzas Armadas del Líbano. Aoun tiene todos los teléfonos de la Casa Blanca y rechaza la influencia doméstica de Hezbollah. Pero el Parlamento que designa al presidente del Líbano está fracturado, y no hay una fuerza interna o externa que permita imponer a Aoun como mandatario libanés.
“Lo que estoy sacando de estas conversaciones es un fuerte deseo no solo por parte de los muchos países que están preocupados por el Líbano, sino especialmente de los propios libaneses de ver realmente al Estado ponerse de pie, afirmarse, asumir la responsabilidad de las vidas de sus ciudadanos”, señaló Blinken.
Y añadió: “Está claro que el pueblo libanés tiene un interés, un fuerte interés, en que el Estado se afirme y asuma la responsabilidad del país y su futuro. La presidencia lleva dos años vacante y para el pueblo libanés tener un jefe de Estado sería muy importante”.
Las declaraciones del Secretario de Estado durante su visita a Laos revelan el interés geopolítico de la Casa Blanca para exterminar a Hezbollah e iniciar un proceso de normalización democrática en Líbano.
Pero Blinken enfrenta un problema doméstico que no tiene solución: Biden termina su mandato en tres meses, y será muy difícil encontrar un punto de coincidencia en Medio Oriente hasta saber quién será su reemplazo en el Salón Oval.
Egipto y Qatar -muy vinculados a la cúpula de Hezbollah-, ya han considerado en reserva que la propuesta de Biden para el Líbano es una ilusión política, mientras que Arabia Saudita, Jordania, Bahrein y Emiratos apoyan con cautela la iniciativa de Estados Unidos.
La situación en Medio Oriente es muy dinámica, y hacia adelante se aguarda el ataque aéreo que ejecutará Israel contra Irán y las elecciones que dirimirán la competencia entre Kamala Harris y Donald Trump.
Hasta entonces, es poco probable que haya un nuevo presidente en el Líbano que termine con la influencia de Hezbollah, pese a la ofensiva de israel que hace retroceder -todos los días- a la organización terrorista controlada por Irán.