(Desde Washington, Estados Unidos) La Casa Blanca conoce el plan de invasión que desplegará Israel para exterminar en el Líbano al grupo terrorista Hezbollah, y recomendó al gobierno de Benjamín Netanyahu que acote su extensión territorial para evitar una guerra total en Medio Oriente.
La respuesta fue evasiva.
Durante las últimas 48 horas se multiplicaron las conversaciones reservadas entre el ministro de Asuntos Estratégicos de Israel, Ron Dermer, y su colega de Defensa, Yoav Gallant, con Lloyd Austin -jefe del Pentágono- Amos Hochstein -enviado especial de Joe Biden al Líbano- y Brett McGurk -consejero de Estados Unidos para Medio Oriente- para analizar el conflicto in crescendo que protagonizan Israel y Hezbollah.
En nombre del Presidente de Estados Unidos, Austin, Hochstein y McGurk plantearon a Dermen y Gallant que Israel acote la ofensiva terrestre ante la posibilidad de una fuerte respuesta ejecutada por Irán, que respalda a Hezbollah.
Y la réplica de los ministros de Netanyahu exhibió idéntica lógica militar: Israel quiere regresar a 60.000 pobladores que fueron desplazados de sus casas en el norte del país, y la única manera es terminar con Hezbollah y sus constantes ataques aéreos.
Estados Unidos apoya el principio de defensa de Israel frente al ataque que ejecutó Hamas el pasado 7 de octubre y continuaron Hezbollah y los Hutíes, bajo las órdenes directas que Irán.
La prevención de Washington es sólo respecto al alcance de la respuesta bélica: no hay duda en el Salón Oval acerca del derecho israelí para atacar a las organizaciones terroristas que asolan su territorio y proponen su destrucción como Estado.
La primera fase del plan consiste en invadir El Líbano para destruir la infraestructura que tiene Hezbollah en una franja que bordea el lado sur de la frontera. En esta etapa participan grupos comandos de elite protegidos por raids de la fuerza aérea y fuego de artillería que se lanza desde territorio israelí.
En Jerusalem se presupone que habrá resistencia. Tanto de los fedayines terroristas como de las tropas del ejército libanés que fueron desplegadas a a tres kilómetros de la frontera con Israel. La información que fue compartida con la Casa Blanca es que Israel no quiere un combate frontal, sino entrar a campo enemigo, hacer la faena y regresar a su propio territorio.
Sin embargo, el plan tiene otras etapas que suponen una inserción profunda en El Líbano, asumiendo que Hezbollah controla el territorio y tiene desplegados lanzacohetes, cañones, drones y una aceitada logística militar desde Beirut (ciudad capital) a la frontera sur que limita con Israel.
Desde esta perspectiva, cientos de soldados, tanques y cañones se alistan a pocos kilómetros de la frontera con el Líbano para entrar en acción cuando impongan las circunstancias.
Anoche, el gobierno de Netanyahu aprobó formalmente el plan de batalla, y las operaciones iniciaron apenas horas después (madrugada israelí). En este contexto, las Fuerzas de Defensa impusieron una zona militar cerrada en las comunidades fronterizas del norte de Metula, Misgav Am y Kfar Giladi, que servirá para apostar a las tropas y establecer la cadena de suministros con los comandos que ya invaden territorio libanés.
La decisión tomada por Israel pese a las propuestas diplomáticas de Estados Unidos exhibe la distancia política y personal que existe entre Netanyahu y Biden. Desde hace semanas que el premier israelí soslaya las advertencias y pedidos de la Casa Blanca, y el diálogo entre ambos mandatarios ahora aparece mediado por los consejeros Hochstein, McGurk y Loyd Austin, jefe del Pentágono.
Biden ofreció una tregua de 21 días, Netanyahu dio ciertas señales de aval, y tres días más tarde autorizó la operación aérea que causó la muerte de Hassan Nasrallah, líder terrorista de Hezbollah. Y cuando esto sucedió, el ministro Gallant le pidió a su colega Austin que mediara con Irán -vía Qatar- para esquivar una respuesta militar sobre Israel.
Austin hizo la gestión, y desde Doha contestaron que el regimen de los Ayatollahs se tomarían su tiempo.
Pero la invasión de Israel al Líbano implosionó el tablero de Medio Oriente, y ahora sólo resta saber cuándo moverá Irán y con qué profundidad bélica.
“Reconocemos que, a veces, la presión militar puede facilitar la diplomacia. Eso es cierto. También es cierto que la presión militar puede conducir a errores de cálculo. Puede conducir a consecuencias no deseadas”, sostuvo Matthew Miller, vocero del Departamento de Estado, en sutil referencia a Netanyahu y su decisión de invadir El Líbano.