A medida que surgen cambios en los tipos de amenazas que enfrenta Estados Unidos, sus fuerzas armadas ajustan su enfoque estratégico, sus presupuestos y su planificación. Por ejemplo, después del 11 de septiembre de 2001, las fuerzas armadas estadounidenses dejaron de lado el énfasis que tenían en la Guerra Fría, que consistía en prepararse para el combate contra una nación poderosa –la Unión Soviética– y se centraron en combatir a pequeños grupos terroristas e insurgentes.
Durante la última década, los esfuerzos del Pentágono se han centrado nuevamente en prepararse para lo que los funcionarios llaman “competencia entre grandes potencias” entre Estados Unidos, Rusia y China. Con una creciente preocupación por los avances militares de China y Rusia en el espacio, la Fuerza Espacial de Estados Unidos está emergiendo de las sombras, preparándose para un posible conflicto que podría extenderse más allá de la Tierra.
Establecida hace casi cinco años bajo el mandato del ex presidente Donald Trump, esta rama militar relativamente nueva, con un contingente de 15.000 efectivos y un presupuesto anual de alrededor de 30.000 millones de dólares, enfrenta ahora el desafío de proteger los intereses de Estados Unidos en el espacio, un dominio cada vez más disputado.
El coronel Raj Agrawal dirige la unidad Delta 2 de la Fuerza Espacial, compuesta por 500 personas y responsable de rastrear cada objeto hecho por el hombre en órbita. Su misión es crucial: identificar y mitigar posibles amenazas a los satélites militares y civiles estadounidenses. A medida que China y Rusia desarrollan arsenales de armas capaces de destruir o incapacitar satélites, la tarea de Agrawal y su equipo se ha vuelto cada vez más urgente.
La Fuerza Espacial, creada por Trump en diciembre de 2019, fue inicialmente objeto de burlas debido a sus uniformes y símbolos. El nombre de la unidad, así como el título de “Guardianes” para sus miembros, fueron ridiculizados, y el himno apresuradamente compuesto por un veterano de la Fuerza Aérea también fue motivo de mofa. Un emblema triangular que recordaba al que se usaba en la serie de televisión Star Trek sólo contribuyó a las bromas. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente.
Hoy en día, la Fuerza Espacial está saliendo de esa etapa de ridiculización, y sus líderes están comenzando a hablar abiertamente sobre sus preparativos para una posible guerra espacial. “No queremos que nadie piense que estamos intentando ser ofensivos”, afirmó Agrawal en una entrevista con The Wall Street Journal. Sin embargo, también dejó claro que la Fuerza Espacial debe estar preparada para actuar: “No se puede mostrar determinación sin la capacidad de atacar”.
Los combates en el espacio no necesariamente implicarían explosiones que destruyan satélites. Estados Unidos, según funcionarios militares, podría utilizar tácticas más sutiles, como cegar los sensores de una nave espacial enemiga, alterar su electrónica o interferir en sus comunicaciones con estaciones terrestres. Estos enfoques serían menos visibles, pero igualmente efectivos en un conflicto en el espacio.
La disposición de los funcionarios militares estadounidenses a discutir abiertamente la posibilidad de conflictos en el espacio refleja los avances significativos de China y Rusia en este ámbito. Beijing ha desarrollado una flota de satélites de vigilancia y múltiples tipos de destructores de satélites diseñados para socavar la superioridad espacial estadounidense. Según funcionarios de la Fuerza Espacial, China actualmente opera cerca de 500 satélites de inteligencia, vigilancia y reconocimiento que pueden detectar portaaviones, aviones de combate y tropas estadounidenses. Además, casi la mitad de estos satélites se desplegaron en el último año.
Moscú, por su parte, también ha hecho progresos. Aunque sus tecnologías son en su mayoría obsoletas en comparación con las de China, sigue siendo una amenaza significativa. Rusia ha probado componentes para un dispositivo antisatélite con armas nucleares, que podría incapacitar numerosos satélites con un solo ataque. Este tipo de arma podría dejar inutilizable la órbita baja terrestre, actualmente abarrotada de miles de naves espaciales, durante años.
La Fuerza Espacial está evaluando diversas respuestas a estas amenazas, incluyendo la posibilidad de aumentar el número de satélites militares estadounidenses en el espacio y distribuirlos en diferentes órbitas. De esta manera, incluso si algunos satélites son destruidos durante un conflicto, la red general permanecerá operativa. No obstante, los líderes militares estadounidenses también están considerando la necesidad de disponer de armas espaciales que puedan proteger los activos de Estados Unidos y, si es necesario, atacar a un adversario. “Necesitamos fuegos espaciales para poder establecer la superioridad espacial”, dijo el general Stephen Whiting, jefe del Comando Espacial de Estados Unidos, en una conferencia reciente.
El general Chance Saltzman, jefe de la Fuerza Espacial, reconoció en una entrevista con el WSJ que su servicio está trabajando en formas de atacar activos enemigos en el espacio, aunque sugirió que Estados Unidos evitaría el uso de misiles para destruir satélites, debido a los desechos espaciales resultantes que podrían dañar naves espaciales estadounidenses o aliadas. “Estoy eligiendo estas palabras con mucho cuidado porque no dije ‘destruir’”, aclaró Saltzman, destacando la naturaleza delicada de las operaciones espaciales.
A pesar de la importancia creciente del espacio en las operaciones militares, la creación de la Fuerza Espacial no ha estado exenta de desafíos. Desde su concepción, ha habido tensiones internas y batallas territoriales, especialmente con la comunidad de inteligencia, que ha controlado tradicionalmente los satélites espías. Un punto álgido en esta rivalidad es la constelación planificada de naves espaciales para el seguimiento y destrucción de fuerzas terrestres enemigas, conocida como Indicador de Objetivo Móvil Terrestre. Mientras que el Pentágono sostiene que se trata de una misión puramente militar, la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial (NGA, por sus siglas en inglés), responsable de asignar tareas a los satélites espías, ha establecido un centro conjunto para coordinar estas actividades con la Fuerza Espacial. Sin embargo, según el vicealmirante Frank Whitworth, director de la NGA, “todavía se está resolviendo” quién tendrá la última palabra en estas operaciones.
Además de las tensiones internas, la Fuerza Espacial enfrenta otros desafíos, como la estancación de su presupuesto. Aunque ha visto un crecimiento significativo en sus primeros años, con la absorción de programas que anteriormente estaban bajo el control de otras fuerzas armadas, la expansión ha comenzado a ralentizarse. Para el año fiscal 2025, la Casa Blanca solicitó 29.400 millones de dólares para la Fuerza Espacial, una ligera disminución respecto de la solicitud del año anterior. Este ajuste refleja las dificultades que enfrenta la Fuerza Espacial para asegurar recursos en un contexto de competencia por el financiamiento entre las distintas ramas del ejército.
En medio de estos desafíos, la Fuerza Espacial ha ganado el respaldo de algunos sectores políticos. Durante sus discursos de campaña, Trump ha destacado la creación de la Fuerza Espacial como uno de sus logros clave, prometiendo la creación de una Guardia Nacional Espacial que serviría como fuerza de reserva. Por su parte, la vicepresidenta Kamala Harris, quien preside el Consejo Nacional del Espacio de la Casa Blanca, ha enfatizado la importancia de los “Guardianes” para la seguridad nacional de Estados Unidos.