El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es uno de los trastornos endocrinos más frecuentes que afecta a las personas en edad reproductiva. Este comprende una serie de manifestaciones fisiológicas y psicosociales, que, según un estudio de National Institutes of Health, impactan tanto en la salud física como emocional de las mujeres.
La salud mental también está en juego cuando se padece el síndrome de ovario poliquístico. Esta condición afecta entre el 8% y el 13% de quienes tienen ovarios, y sus consecuencias van más allá de los síntomas físicos evidentes.
El Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano prioriza la salud reproductiva en el contexto del SOP, pero esto es solo una pieza del rompecabezas. Katherine Sherif, jefa de salud de la mujer en la Universidad Thomas Jefferson, critica que el reconocimiento médico y la investigación del síndrome de ovario poliquístico se centran injustamente en la infertilidad, a pesar de sus impactos más amplios en la salud metabólica. “Esta falta de enfoque y financiamiento adecuado provoca un acceso limitado a tratamientos efectivos”, según The Guardian.
Estudios publicados revelan que las personas con el desorden son entre cuatro y siete veces más propensas a sufrir depresión y ansiedad que quienes no padecen esta afección. Además, tienen entre tres y seis veces más probabilidades de desarrollar trastornos alimentarios y 8,47 veces más de intentar suicidarse. Estas cifras fueron respaldadas por encuestas realizadas por PCOS Challenge: The National Polycystic Ovary Syndrome Association, donde el 62,15% de los encuestados afirmó que su salud mental se ve gravemente afectada por este síndrome. Este aspecto es fundamental, dado que afecta directamente la capacidad de las personas para gestionar otras enfermedades crónicas y mantener una calidad de vida satisfactoria.
La resistencia a la insulina no solo confiere un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 sino que también está asociada con la hipertensión arterial, lo que incrementa los riesgos a largo plazo para la salud cardiovascular. Estas implicaciones para la salud física son ampliamente reconocidas en la comunidad médica, lo que subraya la importancia de abordar los desequilibrios hormonales para desarrollar intervenciones específicas y estrategias de tratamiento, de acuerdo con National Institutes of Health. El impacto psicosocial del trastorno ovárico poliquístico es también significativo.
La estigmatización del trastorno a menudo comienza con conceptos erróneos y estereotipos sociales que perpetúan una comprensión limitada de esta condición. Según The Guardian, estos estereotipos pueden incluir la percepción de que la afección es únicamente un problema reproductivo o que está directamente relacionado con las opciones de estilo de vida, lo cual agrava la marginación de las personas que lidian con esta dolencia.
Las normas culturales y sociales también ejercen presión sobre las personas con el trastorno para que se ajusten a las expectativas sobre la feminidad y la fertilidad. Esto puede agudizar el desgaste emocional y causar sentimientos de incompetencia y aislamiento. La comprensión de estas influencias culturales es crucial para fomentar un entorno que apoye de manera integral a quienes padecen esta condición, de acuerdo con el estudio National Institutes of Health.
El diagnóstico temprano y preciso del desorden enfrenta múltiples desafíos debido a su presentación heterogénea y la falta de una prueba definitiva. Esta incertidumbre puede llevar a una identificación e intervención tardías, dejando a las personas lidiando con los síntomas y las incertidumbres prolongadas. Además, los problemas de imagen corporal y autoestima son comunes entre las personas con esta dolencia, ya que deben enfrentarse a síntomas físicos visibles como el aumento de peso, el acné y el hirsutismo. Estos problemas se ven exacerbados por los estándares de belleza sociales, que perpetúan expectativas poco realistas y contribuyen a una percepción negativa de uno mismo.
Otro aspecto crítico es el impacto del trastorno ovárico poliquístico en las relaciones interpersonales y la fertilidad. El estrés asociado con los tratamientos de fertilidad y la incertidumbre que rodea la concepción pueden tensar las relaciones, intensificando la angustia emocional. “El tratamiento de esta condición implica una carga financiera considerable”. Reconocer y abordar estos desafíos emocionales es esencial para brindar un apoyo integral.
Julieta Cárdenas relató su experiencia de engordar 18 kilos después de empezar a medicarse por su condición, lo que deterioró su imagen corporal. Esto coincide con lo que señala Phzanpmasone Brady sobre la evaluación entre estos síntomas y una autoestima reducida, de acuerdo con el medio The Guardian.
Según el medio The Guardian, Normandie Luscher, ilustradora de 35 años, experimentó prejuicios en sus interacciones de salud debido a su afección. Cuando fue al médico por una tos persistente, le pidieron detalles sobre su dieta en lugar de atender su queja principal. Las investigaciones de Stacey L Williams en “The Psychology of PCOS” confirman que los profesionales de la salud a menudo asumen falsamente que la obesidad es sinónimo de mala salud, perpetuando así el estigma del peso y dificultando la adecuada atención médica para personas con esta condición.
A sus 38 años, Claire Salinda, escritora de Los Ángeles, comentó que vive con una preocupación constante por su fertilidad debido a su dolencia. La infertilidad es una de las problemáticas más conocidas asociadas con esta enfermedad. Según investigaciones, las personas con esta condición tienen una probabilidad de infertilidad 15 veces mayor que aquellas sin dicha dolencia. Anne Kamau, una vendedora de Nairobi, compartió su experiencia al sentirse menos mujer después de que su ginecólogo le diera pocas esperanzas de tener hijos. Finalmente, Kamau tuvo dos hijos y fundó la Fundación del síndrome en Kenia, que ofrece apoyo a más de 800 miembros.
El tratamiento de esta condición implica una carga financiera considerable. En Estados Unidos, el costo anual del tratamiento de este trastorno es de aproximadamente 8.000 millones de dólares. Esta carga económica impone presión adicional sobre quienes ya tienen problemas de salud mental, especialmente en un sistema de atención sanitaria fragmentado que aumenta los gastos de bolsillo.
Julieta Cárdenas, por ejemplo, se ve forzada a pagar 300 dólares por sensores de glucosa esenciales para controlar su resistencia a la insulina ya que no están cubiertos por el seguro. Ella describe este proceso como “agotador”.
A pesar de los desafíos, hay avances hacia un mejor reconocimiento de esta afección. En 2017, los legisladores estadounidenses reconocieron la enfermedad, designando septiembre como el Mes de Concientización sobre el síndrome. Además, algunas compañías farmacéuticas están explorando nuevos medicamentos para tratar este trastorno.
La integración del apoyo psicosocial en la atención del trastorno ovárico poliquístico es fundamental para abordar de manera efectiva este síndrome complejo. Las campañas de concienciación pública juegan un papel crucial en la desestigmatización de esta dolencia y la difusión de información precisa y accesible. Estas campañas pueden utilizar diversas plataformas, incluidas las redes sociales y los eventos comunitarios, para fomentar una percepción social más informada y empática, de acuerdo con National Institutes of Health.
La colaboración entre proveedores de atención médica es fundamental para ofrecer una atención integral que aborde tanto los aspectos fisiológicos como psicosociales del trastorno. Un enfoque multidisciplinario garantiza que las personas con esta condición reciban un soporte integral que tenga en cuenta todas las dimensiones de su salud.