La Organización de Estados Americanos (OEA) sesionará este miércoles para tratar la crisis regional causada por el dictador Nicolás Maduro, que se arrogó el triunfo en los comicios presidenciales de Venezuela sin permitir que la oposición liderada por Edmundo González Urrutia y Marina Corina Machado revisen las actas que acreditan los casi diez millones de votos que se emitieron el domingo pasado en Venezuela.
González Urrutia -candidato presidente- y Machado -líder de la oposición- derrotaron al regimen populista y exigen que se cuenten los votos emitidos a su favor. Maduro hizo el mayor fraude en la historia de América Latina y se niega a una revisión exhaustiva de las actas electorales para preservar su poder en Venezuela.
El 31 de julio se reunirá el Comité Permanente de la OEA para abordar la crisis causada por Maduro, que en América Latina es apoyado por Bolivia, Cuba, Nicaragua y Honduras, y en el resto del mundo por China, Rusia, Siria, Irán y Madagascar.
Estados Unidos, Argentina, Chile, Canadá, Ecuador, Guatemala, Panamá, Perú, Paraguay, República Dominicana, Costa Rica y Uruguay redactan un proyecto de resolución para presionar a Maduro.
Brasil, México y Colombia apoyan la necesidad de transparentar los resultados de los comicios en Venezuela, pero tienen agenda propia y miden su ofensiva diplomática contra Venezuela en relación a sus intereses regionales.
La Casa Blanca lidera el movimiento sobre Maduro. Y su único objetivo es lograr que la oposición pueda contar los votos del domingo. Joseph Biden asume que esa instancia desnudaría a Maduro y pondría a Venezuela en un escenario de transición democrática.
Junto a Estados Unidos están empujando Javier Milei, Gabriel Boric y Justin Trudeau, que tienen miradas ideológicas diferentes y apuntan a un idéntico objetivo institucional. Hoy continuarán las reuniones de consenso en la letra chica y se aguarda una negociación final para lograr el apoyo de Brasil y Colombia.
Lula da Silva no quiere quedar alineado con Estados Unidos y preserva un canal unilateral abierto con Caracas. El presidente de Brasil tiene reparos con Maduro, pero su peso personal y sus contactos geopolíticos lo ubican en el centro del tablero regional.
Solo Lula puede articular una hoja de ruta con China, Rusia e Irán, los principales aliados del regimen populista. Xi Jinping, Vladimir Putin y los ayatollahs conviven con el presidente del Brasil en los BRICS, y los cuatro sostienen que Venezuela es una pieza clave para condicionar la influencia de Estados Unidos en América Latina.
Asimismo, Lula mantiene conversaciones reservadas con el Consejo de Seguridad Nacional de Biden y con el Departamento de Estado. Brasil comparte un frontera infinita con Venezuela y Estados Unidos sufre una fuerte migración indocumentada que inicia en Caracas y busca penetrar territorio americano cruzando el río Bravo.
En este contexto geopolítico, el líder del PT se hace necesario en la OEA para garantizar que el proyecto de Resolución contra el fraude sistemático de Maduro logre un fuerte consenso regional. Lula asume el caos institucional en América Latina, pero se maneja con cautela para quedar como arbitro político.
Mientras tanto, Maduro ejecutó un movimiento de fuerzas que colocó a la región en un escenario inédito: ni con la Crisis de los Misiles, América Latina sufrió semejante fractura política. Venezuela expulsó a diplomáticos de ocho países -entre ellos Chile y Argentina-, y las dictaduras de Nicaragua y Cuba aparecen junto al regimen populista.
La OEA ya suspendió a Venezuela por su impronta dictatorial. Y en la próxima reunión del Consejo Permanente aspira a ratificar su posición como foro regional. No tiene un recurso efectivo para exorcizar el fraude cometido por Maduro, pero si hay suficiente voluntad política para condenar a un regimen sangriento que se resiste a caer.