El 18 de noviembre de 1978 permanece en la memoria como uno de los días más oscuros de la historia estadounidense. Más de 900 personas murieron tras ingerir veneno en Jonestown, una comuna religiosa en Guyana, liderada por el carismático pero paranoico reverendo Jim Jones. La Masacre de Jonestown, como se le conoce, es un doloroso recordatorio de los peligros del culto y la manipulación extrema.
Los inicios del Templo del Pueblo
Jim Jones, nacido el 13 de mayo de 1931 en Indiana, se interesó en la religión desde niño y finalmente se convirtió en ministro en su estado natal. Fundó el Templo del Pueblo, una congregación dedicada a la justicia racial y la integración. People resaltó que, en una época en que estas ideas eran radicales, especialmente en las décadas de 1950 a 1970, la iglesia recibió a personas de todas las razas, con énfasis en la igualdad de oportunidades para los afroamericanos.
Inicialmente, el Templo del Pueblo se dedicaba a causas benéficas y ayudaba a los más necesitados, ganando una reputación positiva. Sin embargo, con el tiempo, Jones empezó a autoproclamarse profeta y a realizar supuestas curaciones milagrosas, lo que generó controversia y escepticismo.
El Traslado a Guyana: Jonestown
Ante acusaciones de abusos y una prensa desfavorable en Estados Unidos, Jones trasladó su congregación a Guyana en 1974, estableciendo una comunidad agrícola llamada Jonestown. El objetivo declarado era crear una sociedad socialista autosuficiente. En sus primeras etapas, algunos miembros del Templo transformaron la jungla en un espacio habitable y comenzaron a sembrar frutas y verduras.
People señaló que, a pesar del entusiasmo inicial de algunos miembros, las condiciones rápidamente se deterioraron. Un residente recordó en una carta, “Realmente amaba Jonestown porque lo construí y lo vi surgir de la maleza. Pero cuando llegó Jones, todo empeoró”.
Con el tiempo, Jones se volvió más paranoico, aislando a la comunidad del mundo exterior. Confiscaba pasaportes, utilizaba medicamentos de los residentes para su propio consumo y sometía a los miembros a trabajos forzados y amenazas constantes. Su comportamiento errático y autoritario culminó en sesiones nocturnas conocidas como “noches blancas,” en las que mantenía a la comunidad despierta con discursos paranoicos sobre conspiraciones gubernamentales y mediáticas.
En reiteradas ocasiones, organizó pruebas de lealtad en las que distribuía veneno falso para preparar a sus seguidores para un eventual “suicidio revolucionario”.
La Llegada del Congresista Leo Ryan y la Masacre
La situación en Jonestown despertó la preocupación en Estados Unidos. Algunos desertores, como Deborah Layton, advirtieron sobre las condiciones inhumanas y el comportamiento destructivo de Jones. En noviembre de 1978, el congresista Leo Ryan, acompañado de periodistas y familiares de los miembros del Templo, viajó a Guyana para investigar.
Aunque inicialmente Jones intentó mantener una apariencia de normalidad, cuando Ryan intentó evacuar a algunos miembros, sus guardias abrieron fuego, resultando en la muerte del congresista y de otros cuatro. Uno de los asistentes de Ryan, Jackie Speier, sobrevivió a pesar de haber recibido cinco disparos.
En el compás de 48 horas desde la llegada del legislador, Jones ordenó a sus seguidores que se suicidaran ingiriendo una mezcla mortal de Valium, hidrato de cloral, cianuro y Phenergan mezclada en Flavor Aid. Esta trágica decisión resultó en la muerte de más de 900 personas, incluidos muchos niños. Jones también fue encontrado muerto, presumiblemente por un disparo autoinfligido.
Los sobrevivientes de Jonestown
Aproximadamente 90 miembros lograron escapar de Jonestown. Entre ellos se encontraban los hijos del difunto reverendo, Jim Jones Jr. y Stephan Jones, quienes estaban en la capital de Guyana por un partido de baloncesto al momento de la tragedia.
“Literalmente puedo decir que el baloncesto salvó mi vida”, afirmó Jones Jr. Su experiencia refleja el destino fortuito de aquellos que no estaban presentes en el momento de la masacre.
Otro sobreviviente, Eugene Smith, quien perdió a su esposa e hijo, compartió su dolor: “Nunca volví a casarme ni tuve más hijos. Fallé en mi responsabilidad más básica, que era proteger a Ollie y Martin”, declaró a la prensa.
People destacó que, en Oakland, California, se erigió un monumento en el Cementerio Evergreen en memoria de las casi 1.000 víctimas. La inclusión del nombre de Jones en el monumento ha generado controversia entre los familiares y sobrevivientes, algunos de los cuales creen que su nombre debe estar allí para contar la historia completa, mientras que otros consideran su inclusión una afrenta a la memoria de los fallecidos.
La Masacre de Jonestown sigue siendo un tema de profundo estudio y reflexión. Las heridas de ese fatídico día siguen presentes, y su historia continúa siendo un recordatorio sombrío de los peligros inherentes a la ciega lealtad.