El brutal caso de secuestro y asalto de tres adolescentes en Estados Unidos en 1975 permaneció sin resolver durante casi medio siglo, hasta que la determinación de una de las víctimas y los avances en la genética forense finalmente condujeron a la identificación del culpable: Thomas Edward Williams. Esta historia no sólo destapa los horrores enfrentados por Kathie Rottler, su hermana menor Sheri y su amiga Kandice Smith una noche de verano, sino que también muestra la tenacidad humana ante la adversidad y el valor de la ciencia en la búsqueda de justicia.
La noche del 19 de agosto de 1975 marcó un antes y un después en la vida de estas jóvenes. Fue una noche que comenzó con la inocencia de querer disfrutar los últimos días de verano saliendo a un local de billar y terminó en una tragedia que las acompañaría al resto de sus días.
Aquella noche se tiñó de sombras y presagios cuando, en un acto impulsivo por alcanzar su destino más rápidamente, Kathie sugirió hacer autostop. Pese a las reticencias iniciales de Kandice y Sheri, acabaron accediendo. Pronto, un hombre en un vehículo de color claro se detuvo al costado del camino. Lo que en principio parecía ser un gesto amable de un extraño dispuesto a llevarlas, rápidamente se reveló como el inicio de su calvario.
Una vez dentro del vehículo, el hombre, desatendiendo las indicaciones de Kathie sobre la ruta a seguir, aceleró pasando de largo la entrada al lugar donde se dirigían. La atmósfera se cargó de tensión y miedo. En un acto desesperado por recuperar el control, Kathie intentó, sin éxito, alcanzar los pedales del coche o incluso el volante, solo para ser amenazada de muerte por el hombre, quien reveló una pistola.
El agresor llevó a las chicas a un camino de tierra rodeado de campos de maíz, en una área remota fuera de Indianapolis, donde su conducta pasó de amenazante a violentamente agresiva. Ató a las jóvenes y procedió a agredirlas física y sexualmente de manera despiadada y brutal.
Lo que siguió fue una lucha desesperada por sobrevivir. A pesar de la gravedad de sus heridas, provocadas por múltiples apuñalamientos, Kathie y Kandice hallaron la fuerza para buscar ayuda, dejando atrás una escena de horror y confusión. El atacante, creyéndolas muertas, abandonó el lugar, sin anticipar que la voluntad de vivir de las jóvenes superaría sus actos de crueldad.
Kathie Rottler le dijo a USA Today que “por casi medio siglo, este hombre dominó mis pesadillas”. Su declaración no sólo reflejó el largo impacto emocional del ataque, sino también la perseverancia de la mujer. A lo largo de los años, nunca dejó de buscar respuestas, una búsqueda que continuó “pasado mi matrimonio, el nacimiento de mis hijos y nietos, y la pérdida de seres queridos”.
Durante décadas, la frustración de no saber quién fue su agresor marcó la vida de Rottler. Sin embargo, su tenacidad se convirtió en una luz de esperanza y, finalmente, con la ayuda de avances tecnológicos en la genética forense, se logró identificar a Thomas Edward Williams como el responsable, aunque este había fallecido en 1983.
Kandice Smith, refiriéndose al alivio que sintió al conocer la resolución del caso, dijo: “Poner paz dentro de mi corazón y también dar justicia a mis padres y hermano que han fallecido”. Las palabras de la mujer ponen de manifiesto el profundo alivio y cierre que la identificación de Williams trajo a las víctimas y sus familias.
Este caso resaltó el papel crucial de la tecnología actual en la solución de crímenes del pasado. La genética forense, en particular, ha revolucionado la manera en que se investigan casos sin resolver, brindando respuestas así como justicia tardía para Kathie, Kandice y Sheri.
A pesar de que el agresor ya no está vivo para enfrentarse a las consecuencias de sus actos, esta identificación ofrece un término necesario para las víctimas y sus familias. Sheri, la hermana menor de Kathie, expresó: “No quiero que esté muerto. Quiero que sufra, justo como nos hizo sufrir. Todos los días”. Esta declaración captura el dolor continuo y el deseo de justicia que persiste incluso después de tantos años.