La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, advirtió el lunes de que Estados Unidos no aceptará que nuevas industrias se vean diezmadas por importaciones chinas subvencionadas, del mismo modo que el sector siderúrgico estadounidense fue aplastado hace una década.
Yellen dijo en rueda de prensa que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no permitirá que se repita el “impacto chino” de principios de la década de 2000, cuando una avalancha de importaciones chinas destruyó cerca de 2 millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero estadounidense.
Sin embargo, no amenazó con nuevos aranceles u otras medidas comerciales en caso de que Beijing continúe con su masivo apoyo estatal a los vehículos eléctricos (VE), baterías, paneles solares y otros bienes de energía verde.
Yellen aprovechó su segundo viaje a China en nueve meses para denunciar que el exceso de inversión de Beijing ha generado una capacidad fabril muy superior a la demanda interna, mientras que el rápido crecimiento de las exportaciones amenaza a las empresas estadounidenses y de otros países.
Un foro de intercambio creado recientemente para debatir la cuestión del exceso de capacidad necesitaría tiempo para alcanzar soluciones, agregó la funcionaria.
Yellen planteó su preocupación por la débil demanda interna de China y el exceso de inversión en industrias como los vehículos eléctricos, las baterías y los productos solares, alimentados por “el apoyo gubernamental a gran escala”.
“Ya hemos visto esta historia antes. Hace más de una década, el apoyo masivo del gobierno de la República Popular China condujo a un acero chino por debajo del coste que inundó el mercado global y diezmó industrias en todo el mundo y en Estados Unidos”, añadió.
“He dejado claro que el presidente Biden y yo no volveremos a aceptar esa realidad”, dijo.
Yellen dijo que cuando el mercado mundial se inunda de productos chinos artificialmente baratos, “se pone en cuestión la viabilidad de las empresas estadounidenses y de otras empresas extranjeras”.
Yellen afirmó que sus conversaciones con funcionarios chinos habían favorecido los intereses estadounidenses y que la preocupación de Estados Unidos por el exceso de capacidad industrial era compartida por los aliados europeos de Washington, Japón, México, Filipinas y otros mercados emergentes.
(Con información de Reuters)