La creciente discusión alrededor de los costos del servicio de entrega de alimentos ha situado en el centro de la polémica a aplicaciones como UberEats, DoorDash y Grubhub en Estados Unidos. No solo los consumidores expresan su descontento por los altos cargos adicionales, sino que los restaurantes también se sienten perjudicados por las comisiones que estas plataformas exigen.
Además, los repartidores, cuya labor en ciudades como Nueva York presenta tasas de lesiones superiores incluso a las de trabajadores de la construcción, afirman recibir remuneraciones insuficientes. En medio de este ambiente de insatisfacción general, las nuevas leyes de salario mínimo para los repartidores, implementadas recientemente en La Gran Manzana y en Seattle, han despertado aún más la controversia.
A pesar de que estas normativas no obligan directamente a las aplicaciones a incrementar sus tarifas, UberEats y DoorDash han introducido cargos adicionales alegando “consecuencias de malas regulaciones”, según destacó un portavoz de Uber. Estas medidas han resultado en una disminución de pedidos de hasta un 30%, según datos de Uber publicados por VOX, afectando tanto a los repartidores como a los pequeños negocios.
Las plataformas defienden su modelo de negocio alegando que los nuevos reglamentos “exigen pagos muy por encima del salario mínimo local, sin incluir pagos adicionales por millaje y propinas”, lo que ha llevado a una “alarmante caída en el trabajo para los repartidores y pérdidas de ingresos para los pequeños negocios”, de acuerdo con un portavoz de DoorDash.
Este escenario ha provocado que algunos titulares ya declaren un fracaso en la regulación del servicio de entrega de aplicaciones, lo que ha llevado al Consejo de la Ciudad de Seattle a considerar la revisión de la ley recientemente implementada.
Kimberly Wolfe, una conductora de aplicaciones de entrega en Seattle y que apoyó la ley de salarios con el grupo de defensa Working Washington, describe las reacciones de las compañías como un “berrinche corporativo”. Según Wolfe, estas acciones solo buscan perjudicar a propósito sin ofrecer soluciones constructivas.
Así funciona el negocio
Las aplicaciones de entrega de comida a domicilio han revolucionado la manera en que se consume en los restaurantes, pero detrás de esta conveniencia se esconde un costo elevado tanto para clientes como para los establecimientos. Por un lado, los consumidores enfrentan precios en los menús significativamente más altos que si ordenaran directamente de los restaurantes, además de una serie de cargos adicionales en sus facturas, que incluyen tarifas de entrega y las ambiguas “tarifas de servicio”.
DoorDash, por ejemplo, impone una tarifa de servicio del 15% que comienza en un mínimo de 3 dólares, mientras que UberEats aplica una tarifa de servicio variable dependiendo del tamaño del pedido. En un experimento llevado a cabo en Seattle, un pedido de comida de 62 dólares a través de Grubhub acumuló una tarifa de servicio de 14 dólares. A estos costos se suman los impuestos y propinas, elevando el precio final hasta casi el doble del costo original del pedido.
Las repercusiones para los restaurantes tampoco son menores; estar presentes en estas plataformas les cuesta hasta un 30% del subtotal de cada orden, incluyendo incluso las órdenes para recoger en el local. Este porcentaje representa una significativa mordida de sus ingresos, especialmente cuando se compiten contra cocinas fantasmas y socios promocionados dentro de las mismas aplicaciones.
La paradoja reside en que, a pesar de los elevados costos que imponen a clientes y restaurantes, las aplicaciones de entrega han luchado por alcanzar la rentabilidad. Esta situación los ha llevado a invertir agresivamente en crecimiento y expansión, en lugar de enfocarse en números negros al final del ciclo fiscal.
DoorDash, por ejemplo, reportó en 2023 ingresos de 8.600 millones de dólares, de los cuales casi 2 mil millones se destinaron a ventas y marketing y otros mil millones a investigación y desarrollo (I+D). Adicionalmente, la compañía invirtió 750 millones de dólares en la recompra de sus propias acciones, estrategia utilizada habitualmente para aumentar el valor de estas en el mercado. UberEats por su parte, también ha canalizado importantes sumas a ventas, marketing e I+D, preparándose para ejecutar un ambicioso plan de recompra de acciones por un valor de 7 mil millones de dólares.
A nivel financiero, el último año fue particularmente lucrativo para DoorDash, cuyo margen de ganancia rozó el 49 por ciento. Incluso después de deducir algunos de sus mayores gastos, incluyendo el pago a conductores, la división de entregas de Uber logró ingresos de 1.500 millones de dólares, lo que supone un incremento del 173% con respecto al año anterior.
Condiciones laborales injustas
La creciente preocupación por las condiciones laborales de los trabajadores de aplicaciones de entrega en ciudades como Nueva York y Seattle ha impulsado debates sobre los salarios justos y las prácticas empresariales en este sector. Investigaciones recientes revelan que, tras deducir gastos básicos como el combustible, los repartidores ganan menos del salario mínimo establecido en sus ciudades, dependiendo, en gran medida, de las propinas para llegar a fin de mes.
Una investigación de 2022 del Departamento de Protección del Consumidor y del Trabajador (DCWP) de Nueva York encontró que, después de gastos, los trabajadores de entrega de comida en la ciudad ganaban un promedio de 11,12 dólares por hora, lo que está por debajo del salario mínimo.
A esto se suma que aproximadamente la mitad de los ingresos totales de un conductor de entrega antes de gastos provienen de las propinas. En Seattle, antes de la aprobación de una ley salarial específica para los repartidores, estos podían llegar a ver pagos de 2 a 3 dólares por orden antes de propinas, señalando un problema sistémico de compensación insuficiente en la industria.
Como reacción a estos hallazgos alarmantes, se han llevado a cabo protestas y movilizaciones por parte de los trabajadores, demandando mejoras significativas en sus condiciones de trabajo. Justice for App Workers, una coalición de trabajadores de reparto y viajes compartidos, organizó una manifestación frente al ayuntamiento de Nueva York, por los desafíos que enfrentan debido a los bloqueos de las aplicaciones y a la restricción de las horas de trabajo.
Bimal Ghale, un trabajador de reparto que forma parte de este grupo, compartió su experiencia con VOX, diciendo que antes podía trabajar de cinco a seis horas seguidas, pero después de la implementación del salario mínimo, “después de dos horas me bloqueaban diciendo que el área no estaba ocupada”.
Además de los desafíos laborales, los repartidores enfrentan dificultades adicionales debido a los cambios en la estructura de propinas y en las tarifas de servicio implementadas por las aplicaciones. Por ejemplo, DoorDash y UberEats en Nueva York y Seattle han modificado el momento en que se solicita la propina al cliente, pasando de ser al momento del pago a ser después de la entrega, lo que ha generado una disminución en las propinas.
GrubHub, por otro lado, aún permite la opción de propina al momento del pago, pero muchos restaurantes en la zona de Nueva York ahora muestran un rango más bajo de opciones de propina, lo que refleja cómo estas tácticas pueden afectar directamente a los ingresos de los trabajadores.