Un grupo de pasajeros del vuelo 1282 de Alaska Airlines, que experimentó una despresurización tras desprenderse un panel de la puerta de un Boeing 737 Max 9 en pleno vuelo, se ha unido a una demanda colectiva ampliada contra la aerolínea y el fabricante de la aeronave. El incidente, que se desató aproximadamente a 4,880 metros de altura durante un vuelo el 5 de enero desde el Aeropuerto Internacional de Portland, Oregón, hacia Ontario, California, obligó a la aeronave a realizar un aterrizaje de emergencia, aunque no se reportaron heridas graves.
El abogado Mark Lindquist, representante de los 22 pasajeros afectados, ha presentado alegaciones adicionales, incluyendo informes de viajeros en un vuelo anterior que escucharon un sonido silbante proveniente de la zona de la puerta, sin que se tomaran medidas sustanciales al respecto.
“Este avión era una bomba de tiempo”, afirmó Lindquist, haciendo alusión a la posible catástrofe que se evitó por poco. Según el pleito, la despresurización fue resultado de la pérdida de un panel, específicamente un tapón de puerta de emergencia, que se desprendió debido a la supuesta ausencia de un conjunto clave de cuatro pernos de anclaje.
La demanda se sustenta en un informe preliminar de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés), que reveló que la puerta de la cabina estaba diseñada para desprenderse en situaciones de despresurización, un detalle desconocido tanto para pilotos como para la tripulación. Este desconocimiento contribuyó a una comunicación deficiente entre la tripulación y los pasajeros, exacerbando la confusión y el estrés, según el documento legal.
La denuncia recalca las lesiones emocionales y físicas sufridas por los pasajeros, tales como estrés severo, ansiedad, trauma y daño auditivo. Además, cuestiona la responsabilidad de Alaska Airlines y Boeing por permitir que la aeronave siguiera en operación bajo estas condiciones, añadiendo pasajeros al litigio en su versión actualizada. Tanto Alaska Airlines como Boeing han declinado comentar sobre la litigación pendiente.
A raíz del incidente, la Administración Federal de Aviación (FAA) ordenó la inspección de los 737 Max 9, finalizando protocolos de inspección en colaboración con las aerolíneas estadounidenses que operan este modelo, Alaska y United Airlines. Hasta el momento, se ha informado que la mayoría de estas aeronaves han sido inspeccionadas y devueltas al servicio, excepto aquella involucrada en el incidente.
El acontecimiento del 5 de enero no pasó desapercibido para la opinión pública, especialmente porque algunos pasajeros reportaron haber escuchado “un fuerte estruendo”, suficientemente alto para superar la cancelación de ruido de sus auriculares. Además, hubo quejas sobre el mal funcionamiento de algunas máscaras de oxígeno, según indica la demanda.
El rápido descenso por parte de los pilotos por debajo de los 3,048 metros y el retorno seguro al Aeropuerto de Portland fueron cruciales para evitar un desenlace fatal. A pesar de los sustos y el caos, es notable que ningún pasajero se encontraba sentado en el asiento más cercano al tapón de la puerta que se desprendió.
Este detalle, junto con el hecho de que el avión aún no había alcanzado su altitud de crucero y que los pasajeros tenían puestos sus cinturones de seguridad, jugó un papel importante en la prevención de lesiones graves.
Como gesto de compensación, Alaska Airlines ofreció USD 1.500 dólares a los pasajeros afectados, un movimiento que según los reportes no fue bien recibido por los afectados debido a la cantidad ofrecida y la falta de un contacto más personalizado.