Maman Fine Art es el trabajo de toda una vida de un matrimonio que siente el arte como algo inseparable de su ser. La empresa fundada por Daniel Maman y Patricia Pacino administra dos galerías, una en Buenos Aires y otra en Miami. Esa última sede cuenta además con un warehouse, un espacio abierto de 18.000 pies cuadrados (1672 metros cuadrados) con una sala de exhibición y una trastienda que alberga más de 3.000 obras de arte, desde maestros modernos abstractos hasta consumados artistas contemporáneos.
El espacio se encuentra en Allapattah, un barrio industrial y de comercio con una población de clase trabajadora; sin embargo, en los últimos años esta zona, cuyo nombre quiere decir caimán en la lengua de los indios seminoles, se ha ido transformando en un importante enclave para la escena de arte local. De hecho, muy cerca de la galería se encuentra el Rubell Museum, uno de los más importantes de Miami.
En el presente, Maman Fine Art tiene en exhibición una interesante muestra que consta de dos partes, o tal vez son dos muestras distintas pero conectadas como gemelos siameses. Participan en total 11 artistas argentinos. Marea conecta las obras que la conforman alrededor de un tema, el mar, especialmente el movimiento del mar. Una teoría de color y otras abstracciones logra la comunión conectando dos corrientes no-figurativas, el arte cinético y la abstracción geométrica, en torno al uso del color.
Marea
Es una muestra colectiva de siete artistas. Las obras están ordenadas a lo largo de la pared de forma ondulada, dibujando el vaivén de las olas. Ese movimiento altibajo se hace más evidente por la manera en que las piezas están posicionadas. Las de colores más intensos ocupan la cresta de la ola, aquellas de tonos suaves, el valle.
Los creadores que conforman el colectivo son de alto nivel: Martha Boto, Gregorio Vardanega, Luis Welles, Enio Iommi, Daniel Scheimberg, Nushi Muntaabski y Fernando Canovas. De la pionera del arte cinético Boto se pueden ver ocho obras, que incluyen relieves, esculturas y pintura, que refieren a microorganismos o formas acuáticas. De su pareja, Vardanega, hay una pieza: un lienzo que es un estudio de la luz, el movimiento, las tonalidades y la perspectiva, muy dentro de la temática de la marea.
Scheimberg participa con tres pinturas conectadas con el mar —un balneario, peces en el agua y botellas de plástico contaminando el mar— que, mediante su técnica del desenfoque (hace ver lo que pinta como visto desde un lente desenfocado), cobran una cuota de gravedad. Dos niñas con cabeza de pez, quizás un goldfish, como sacadas de una fantasía o un sueño, que corren (o nadan) con gestos alegres. De Canovas se exponen dos lienzos de su serie Splash. De Welles, una escultura de nombre sugestivo, Gran serpiente emplumada. La obra de Iommi es una escultura hecha de alambres contorsionados en formas abstractas.
Una teoría del color y otras abstracciones
Esta muestra tiene un protagonista, Raúl Lozza. El artista plástico y teórico bonaerense dedicó su vida a investigar en pos de eliminar todo vestigio de ilusionismo del arte, pasando así de lo abstracto a lo concreto. Por el camino creó un movimiento junto a su hermano Rembrandt Van Dyck Lozza y el crítico de arte Abraham Haber, el perspectivismo, y desarrolló su Teoría Estructural del Color.
Dentro de la historia del arte, la teoría de Lozza es original. Para él, el tinte del color depende exclusivamente de las formas geométricas proyectadas sobre el plano, siendo la estructura formal de la obra la que determina la intensidad del color empleado. Además, intenta desarrollar un sistema basado en la ciencia y descubre una ecuación matemática llamada Qualimetría de la forma plana. Armado con esta ecuación puede calcular la intensidad del color. Además de la parte teórica, Lozza realizó 30 paneles en donde describe cada paso para su praxis.
La colección de Raúl Lozza en exhibición es una pieza de museo. Se trata de un archivo que contiene los 30 paneles que componen la teoría, la Pintura N°1056 reproducida en la última página del libro Teoría estructural del color, además de bocetos, manuscritos y documentación de valor histórico que el artista produjo durante su investigación.
Otros cuatro artistas participan en la muestra: Guillermo Kuitca, Alejandro Puente, Boto y Vardanega, serían las “otras abstracciones” del título. En primer lugar, una abstracción geométrica de Kuitca, haciendo uso limitado del color, pone la atención en la desnudez del plano con una construcción geométrica abstracta. Un cuadro de Puente, que se ubica dentro de la geometría sensible, explora el cambio de la escala de valores y temperaturas del color. Tres cajas cinéticos de Boto y otra más de Vardanega que, por medio de motores, se mueven y cambian los patrones y colores de la música, anticipándose al arte digital de nuestra época. Dos peculiaridades de estas obras de arte cinético es que se puede escuchar el rumor del motor o la maquinaria funcionando y que se contemplan mejor las luces y su relación con el ambiente (reflejos y sombras que crean) con las luces apagadas, convirtiéndolas en tempranas manifestaciones de arte inmersivo.
Julio Le Parc
Le Parc fue un precursor del arte cinético y el op-art, además de miembro fundador del Groupe de Recherche d’Art Visuel junto a Horacio García Rossi, Francisco Sobrino, François Morellet, Joël Stein y Jean-Pierre Vasarely. Si merece un aparte no es sólo por esas razones: Le Parc aporta una pieza fundamental a esta muestra, Continuel mobile, 1964. Su importancia radica en que sirve de puente entre las dos muestras, o entre ambas partes de la única muestra que quizá conforman.
Una cortina de pequeños cuadrados de acero que brillan como espejos cuelga de una vara por hilos de nylon, sensibles a cualquier impulso que les provoque moverse. El parsimonioso ir y venir de cada cuerda de espejos, con sus destellos y sus sombras, recuerda el resplandor plateado del mar en la noche. El juego con la luz de esta otra abstracción, haciéndola rebotar en los espejos, dando o quitando intensidades a los colores circundantes parece proponernos una teoría del color.
Historia de Maman Fine Art
Toda muestra de arte tiene más de una historia. La más obvia es la muestra misma, lo que quiere o intenta contar a su público. Otra es la de las obras expuestas; otra más la de los artistas que las trajeron al mundo. Pero hay una en particular que muchas veces ignoramos. La historia de la galería, que es la de los galeristas, que es la arcilla misma de que está hecha ésta.
Esta historia no comenzó en Buenos Aires cuando Daniel Maman y Patricia Pacino abrieron su primera galería, hace más de 20 años. Comenzó dos décadas antes cuando Maman, ahora un renombrado marchante, utilizaba su conocimiento para asesorar a clientes y construir algunas de las colecciones más importantes de Argentina.
Con el tiempo vino una segunda galería en Miami. La ciudad, después de décadas de ser la hermana menor de Nueva York, donde venían a pasar sus años finales, huyendo del frío, los jubilados de la Gran Manzana, o algunas estrellas a descansar o fiestas alejados de las luces, otras más para refugiarse y rehabilitar una imagen estropeada, comenzaba a brillar con luz propia. La escena artística daba grandes pasos, aunque aún era muy temprano para vislumbrar que en pocos años se convertiría en el referente cultural que es hoy en día.
La apuesta de Daniel resultó un acierto. Su ojo crítico, el mismo con el que se adelanta a los cambios de modas o al clímax del mercado del arte, no se equivocó. Esa es una de las claves del éxito de Maman Fine Art.
Patria Pacino es escritora, curadora e historiadora del arte. Comparte con su esposo una pasión contagiosa por lo que hace. “Ser galerista es ser un coleccionista frustrado”, confesó a Infobae. Su sensibilidad, “la heredé en casa de mis abuelos porque tuve la oportunidad de agarrar un libro”, le permitió acercarse a las artes plásticas porque “yo tenía herramientas innatas que no sabía que poseía”.
No duda en resaltar el papel de su esposo y confiesa que “yo fui de alguna manera también acompañándolo y creciendo con él en ese ámbito”. La galerista explicó: “Daniel empezó hace muchos años. Hace más de 40 años, muy jovencito, en Buenos Aires”. Fue él quien “se dedicó toda su vida al arte”, y luego añade que fue él “quien fundó esta galería conmigo”. Si había alguna duda sobre su papel en este esfuerzo ese “conmigo” la disipó. Esta historia fue, desde el comienzo, un trabajo en equipo.
El mundo del arte, a veces generoso, otras mezquino, siempre apasionante, ha sido el pan elemental de Daniel Maman y Patricia Pacino. Habita dentro de ellos cual si estuviera cifrado en su código genético. Con el arte y por el arte han escrito esta historia, que es también la historia de esta muestra.
Marea y Una teoría del color y otras abstracciones
Dónde: Warehouse de Maman Fine Art, 1344 NW 22nd St, Miami, FL 33142
Cuándo: hasta el 3 de febrero de 2024, lunes a viernes de 10am a 6pm, fines de semana con cita previa