Liliana Maresca fue una artista voraz, irreverente, con una carrera en la que le puso el cuerpo a su obra, a su pensamiento, y que marcó a toda una generación de creadores.
La creadora argentina, que nació en Buenos Aires en 1951 y murió en 1994, por complicaciones derivadas del virus HIV, tendrá en la nueva edición del Art Basel Miami Beach, del 8 al 10 de diciembre, un homenaje en Survey, espacio en el que se reúne a 17 galerías internacionales que destacan prácticas artísticas de relevancia histórica, con obras creadas antes del año 2000.
Así, a poco de cumplirse el 30 aniversario de su muerte, el legado de Maresca se presenta por primera vez en la feria internacional en un solo show, a través de la galería argentina Rolf Art, durante Miami Art Week.
“Survey es un sector especial de la feria. Además de los proyectos comerciales que hay en la sección general, Galleries, la feria cuenta con un área que es curada y que solamente presenta proyectos de artistas o propuestas históricas de gran relevancia”, explicó Florencia Giordano, directora de Rolf Art.
Maresca fue una artista con una activa participación en galerías y museos, aunque luego de su muerte, como suele suceder, su estela comenzó a apagarse. No obstante, jamás desapareció de la escena a partir de una obra potente, que varias décadas después de haber sido realizada continúa siendo vigente.
“Maresca es una artista fundamental de nuestra historia que tardó mucho tiempo en tener un reconocimiento, producto de una obra que es muy fuerte y no tan fácil de digerir para muchos”, dice Giordano. La obra de Maresca se encuentra en los principales museos de su país, así como en el acervo del Reina Sofía de España y en el de Tate Modern de Reino Unidos, entre otros.
Un ejemplo de la mirada Maresca del arte como campo ideológico-social podrá atisbarse en las piezas que se presentan en Miami, con una selección de imágenes en las que posó para el destacado fotógrafo-artista argentino Marcos López de las series Liliana Maresca con su obra (1983) e Imagen Pública - Altas Esferas (1993), el último trabajo que pudo presentar en vida.
Maresca se movió en una amplia zona creativa: fue poeta y realizó esculturas, objetos, instalaciones, dibujos, pinturas y montajes gráficos, que se presentaron en más de 40 exposiciones individuales y colectivas. Su legado, explica la galerista, “está ligado a sus convicciones”, ya que “no era una artista que tuviera los medios para producir grandes obras, sino que con los elementos que tenía a mano, con su cuerpo y con sus ideas, tenía una posición muy contestataria”.
Las imágenes de Liliana Maresca con su obra se presentaron, por primera vez, en una muestra en el Centro Cultura Recoleta de Buenos Aires (1993), para luego participar de Perder la forma humana (2012/13), en el Reina Sofía de España, exhibición que en 2014 volvió a Argentina, al Centro de Arte Contemporáneo-Muntref.
En 2017, además, formaron parte de la exposición Radical Women (Mujeres radicales: arte latinoamericano, 1960-1985) en el Hammer Museum, Los Ángeles, donde también hubo obras de otras artistas icónicas de la región: otra argentina, Marta Minujín; las brasileñas Lygia Clark y Leticia Parente, las cubanas Ana Mendieta y Zilia Sánchez, y la colombiana Feliza Bursztyn. Esta exposición fue presentada luego en el Brooklyn Museum de Nueva York y la Pinacoteca de San Pablo, Brasil.
“Son las fotos de la artista con el torso, con sus bustos y varias de ella interactuando con sus propios objetos, siempre poniendo el cuerpo”, comenta Giordano.
Estas imágenes son puestas en diálogo con el último trabajo que realizó junto a Marcos López: Imagen pública-Altas esferas, la serie en la que posó desnuda sobre gigantografías seleccionadas de imágenes de los medios de comunicación de masas, en las que aparecen personajes de distintos ámbitos en un cuestionamiento social y político.
“Vamos a presentar una gigantografía de Maresca como la que había realizado para la exposición original del Centro Cultural Recoleta, en la que yace desnuda frente al Crossroad 80-90, donde hay imágenes de políticos norteamericanos, como George Bush (padre) y Bill Clinton”. En otras de estas piezas también aparecen, entre otros, las figuras de Carlos Menem, ex presidente argentino, y el dictador Rafael Videla, marcando así un posicionamiento sobre la continuidad de las políticas en su país, en dictadura como en democracia.
“La libertad, los derechos civiles y humanos fueron algunos de sus temas principales. Como muchos artistas de su generación, vivió la transición de estar siete años en dictadura para pasar a un liberalismo; pasar por (el ex presidente argentino Raúl) Alfonsín para llegar a Menem. Y después las privatizaciones (de las empresas estatales argentinas), de ahí la figura de Clinton. Ese crossroad que está en la espalda de ella, es la foto icónica de Imagen Pública. Esas experiencias sin dudas influenciaron mucho en sus pensamientos, en su poética, ya que creo que para ella la belleza era muy importante”, sostiene Giordano.
Y agrega: “Su obra sigue siendo completamente actual. Impresiona como reverbera al día de hoy. Hay muchos artistas que fueron visionarios y que siempre hablaron de estos conflictos. De hecho, cuando ella hace Imagen Pública-Altas Esferas es cuando se entera que tiene sida. Y fue en un acto de enojo porque estaba enferma y porque tenía muchos problemas para moverse, y decidió hacer una obra que fuera con archivo. Toda Imagen Pública está realizada a partir de tapas de diarios, se metió en el archivo e investigó para hacer el empapelado que hizo en el Recoleta. Incluso las intervino manualmente”.
Maresca comenzó su carrera en los primeros años del regreso de la democracia al país sudamericano, para ya en 1984 tener su primera muestra individual en un museo, cuando presenta Kriptonita verde, en el Juan Carlos Castagnino de Mar del Plata, de la provincia de Buenos Aires.
Antes de ser artista, había ingresado a un noviciado, pero en la efervescencia de la primavera democrática abandonó el convento para convertirse en una figura clave del under artístico de aquellos años. Así, desde sus inicios, eligió el camino de romper con lo convencional, mostrando un amplio abanico de lenguajes desde la pintura a las instalaciones, los objetos y las performances y las fotoperformances.
Por ejemplo, entre sus trabajos iniciáticos, realizó un diálogo con el espíritu neo-dadaísta de los ‘60 cuando desplegó Una bufanda para la ciudad de Buenos Aires, en una performance en la céntrica peatonal Florida, calle que unas décadas antes había hospedado al Instituto Di Tella, espacio emblemático que reunió a las vanguardias del teatro, la música y la pintura con un espíritu pop y eje de los happenings de la época.
Pero la presencia de Maresca no solo se producía en las calles, las galerías y museos, ya que su casa en el barrio de San Telmo era el centro de reunión de artistas. “Era un meeting point del arte. Ella sobrevivía de alquilar habitaciones en su casa, porque no había un mercado que consumiera su trabajo en aquel momento, y aparte tampoco le interesaba. Hacía banquetes, hacía reuniones en los que sin duda diseminaba sus ideas. Ella, Marcia Schwartz y Elsa Bailón fueron un grupo muy importante del under de Buenos Aires de los 80 y 90″.
Sus relaciones no fueron solo sociales, ya que se convirtió en una destacada gestora de exposiciones en las cuales articuló a distintas generaciones de artistas, con propuestas que rompían con el ethos de los tiempos, generando tensiones que marcaban una clara ruptura entre los discursos oficiales del artes, como sucedió con Lavarte (1985), una colectiva en un lavadero automático en la que combinó artes visuales, teatro y música, o La Kermesse (1986), una propuesta con artistas plásticos, actores, músicos, vestuaristas, sonidistas, escenógrafos, directores, que a modo de feria barrial, incluyó, por ejemplo, una rueda de la fortuna, un túnel del amor y un tren fantasma.
En La Conquista (1991) puso el foco en la mirada colonialista a partir de la participación de 40 artistas, consagrados y noveles, que presentaron de manera crítica el concepto del “descubrimiento” de América, en una puesta coral que unió pintura, escultura, fotografía, video, dibujo, instalaciones, ambientaciones, teatro, danza y música.
En 1993, realizó Maresca se entrega, todo destino, catorce imágenes de una mujer en poses sensuales, provocativas, publicadas en una revista El libertino. Y al costado, un número de teléfono, en una fotoperformance en la que se confundía el límite entre lo artístico a través de un anuncio de una persona que parecía vender algún tipo de servicio sexual. Luego del anuncio en la revista, la artista recibió más de 300 llamados telefónicos: contestó cuatro, al azar, y les contó sobre su obra.
“En Imagen Pública-Altas Esferas ella estaba también denunciando. Siempre tuvo algo también con los medios de comunicación, porque tanto esta serie como la de El libertino hizo un uso temprano de ellos para su obra, un gesto muy avant-gard para su generación. No había tantos artistas que utilizaran la comunicación y los medios como una herramienta para crear. Hay una manipulación, si se quiere, artística de esto, para también hacer una denuncia o dar un mensaje”.
Y agrega: “En su obra hay una cuestión muy contestataria, hay mucha ironía y mucha bronca en algún punto, su descontento con las realidades que le tocó atravesar y con lo difícil que fue su vida. Porque tuvo muchas complicaciones. Me da la sensación de que para ella fue muy difícil ser mujer, ser artista, ser madre también. No se las vio fácil en una sociedad tan tradicional, a la que ella era muy contestataria”.
“Esta es otra parte clave de su producción. Ella nunca estuvo contra el mercado, pero no le importaba. Estaba completamente off, estaba más en pos de defender sus ideales. Me parece que no perseguía la comercialización de su trabajo y de hecho en vida vendió casi nada”, sostiene la galerista.
También en el evento de Miami, se presenta un registro de video de la pintora y artista digital estadounidense Adriana Miranda, en el que Maresca va a la Costanera Sur y con esos paneles, que constituían los muros con los armó la instalación en el Recoleta, enfrenta a los dictadores y políticos a sus víctimas, que yacen en el Río de la Plata.
“Entonces se va a dar cuenta de estos dos cuerpos de obra de ella: una obra más temprana y una ya casi final, porque es la última obra que hace antes de Frenesí (muestra retrospectiva presentada en el Recoleta en 1994, poco antes de su muerte). La idea es mostrar ese panorama de una artista tan radical, tan política, que utilizó su cuerpo para expresar sus ideas”.