El voraz apetito de los estadounidenses por los aguacates está provocando una deforestación ilegal en los bosques de México, especialmente en el estado de Michoacán, donde las mafias, terratenientes, funcionarios corruptos y líderes comunitarios están implicados en la tala de bosques para establecer huertos de aguacate.
La demanda de aguacate en Estados Unidos ha multiplicado por tres su consumo en las últimas dos décadas, impulsada por campañas de marketing que promocionan la fruta como saludable para el corazón y la constante solicitud de platillos como la tostada con aguacate y los California rolls.
En una entrevista con The New York Times, la oficial municipal Maricela Baca Yépez expresó su consternación ante la devastación nunca antes vista en su localidad, Patuán, un punto donde antiguamente se recolectaban hongos y ahora se impone la monocultura del aguacate.
Esta demanda ha tenido un alto costo para México, con la pérdida de bosques, el agotamiento de acuíferos y un aumento en la violencia ligada a la infiltración del crimen organizado en este lucrativo negocio valorado en 2,700 millones de dólares anuales, tanto, que los esfuerzos locales contra la deforestación y el robo de agua han desembocado en intimidaciones, secuestros y asesinatos de activistas y líderes indígenas.
Los huertos ilegales de aguacate no sólo arrasan con los bosques para su cultivo, sino que crean pozos ilegales que drenan los recursos hídricos, críticos para el sustento de aquellos que aún se dedican a los cultivos tradicionales como tomates o maíz. Estos impactos negativos son exacerbados por la intensiva demanda de agua de los árboles de aguacate, que llegan a consumir tanta como 14 pinos maduros.
De acuerdo con Jeff Miller, autor de una historia global del aguacate, “se están plantando bosques caducifolios de árboles muy hambrientos de agua y arrancando bosques de coníferas de árboles no tan hambrientos de agua” y con esto se “está destrozando el medio ambiente” advirtió en entrevista con The News York Times.
Acuerdos comerciales y prácticas ilegales
Michoacán, la región mexicana con condiciones óptimas para el cultivo del aguacate, enfrenta acusaciones graves de deforestación y corrupción, pese a ser proveedor del 90% del aguacate importado por Estados Unidos. La producción industrial para exportación se disparó a partir de los años 90, cuando México levantó la veda de importación de este fruto tras abrir su mercado al maíz estadounidense.
Representantes de la industria reconocen la problemática de la deforestación, pero aseguran que se están tomando medidas para combatirla. Sin embargo, fuentes oficiales denuncian que la corrupción local perpetúa la pérdida de bosques, prohibiendo investigaciones sobre huertos de aguacate de más de aproximadamente 5 hectáreas.
Las prácticas corruptas incluyen supuestamente el soborno a supervisores en función del tamaño de los huertos para evitar inspecciones ambientales. Mientras la industria emplea a más de 300,000 trabajadores en un estado de 4.8 millones de habitantes, se reporta que más de 10,117 hectáreas de huertos destinados a la exportación ocupan terrenos que eran bosque en 2014, según geógrafos ambientales de la Universidad de Texas en Austin.
Las autoridades ambientales mexicanas han intentado modificar el convenio de exportación con Estados Unidos para prevenir el comercio de aguacates de tierra deforestada ilegalmente, pero sus esfuerzos han sido ignorados. A pesar de los problemas en Michoacán, Estados Unidos autorizó a Jalisco, el segundo estado más grande en producción de aguacate en México, comenzar sus exportaciones del fruto en 2022.
Una lucha solitaria
Mientras las autoridades mexicanas parecen permitir que leñadores y agricultores de aguacate ilegales actúen con impunidad, los agricultores locales y activistas encaran una lucha solitaria y peligrosa. En Michoacán quienes se oponen enfrentan amenazas y violencia.
En el pueblo de Villa Madero, un activista que pidió al Times no revelar su identidad por miedo a las retaliaciones, contó que fue secuestrado y golpeado en 2021, mientras que en Zirahuén, líderes Purépecha contaron al diario neoyorquino que han sido víctimas de secuestros por oponerse a la tala ilegal para plantaciones de aguacate. “Los aguacates que se comen en Estados Unidos están bañados en sangre” dijo uno de ellos.
Donaciano Arévalo, otro nativo de la zona que compró casi 20 hectáreas de terreno, contó que recibió amenazas de hombres armados por oponerse a personas que deforestaron su propiedad para cultivar aguacates: “Sentí que el corazón me latía con fuerza en el pecho”, relató el hombre de 60 años. “Y dije: ‘Estos tipos me van a matar o me van a desaparecer o me van a entregar a los criminales’” relató.
Las proyecciones apuntan a que el cultivo de aguacate, a pesar de su problemática asociación con el delito, podría incrementar en más de un 80% para el año 2050 en Michoacán. Esto plantea un dilema complejo, donde la economía del estado se equilibra con la necesidad de conservación ambiental.
Alejandro Méndez, secretario de medio ambiente de Michoacán, manifestó la preocupación del gobierno estatal por equilibrar el crecimiento económico con la preservación del entorno natural. “Somos conscientes que no podemos derrumbar la economía del estado, pero también estamos conscientes que si no detenemos esto nos vamos a quedar sin nada”, declaró al New York Times.