La escritora argentina Claudia Piñeiro presenta El tiempo de las moscas en la última jornada, la más recargada de actividades, de Miami Book Fair, en una mesa con Enzo Maquieira, quien presenta Higiene sexual del soltero. En su país, Piñeiro acaba de sacar otro libro, su primera colección de no-ficción: Escribir un silencio. Pero habrá que esperar para leer en Estados Unidos esa recopilación de textos personales sobre la infancia, la familia, los amigos, las lecturas, la escritura, los viajes, la pandemia, el feminismo. La novela que trae para la edición 40 de la Feria del Libro de Miami es atractivo más que suficiente: retoma al personaje central de Tuya, y Netflix ya anunció una adaptación de ambas en formato de serie.
Tuya fue publicada antes de que Claudia Piñeiro fuera la admirada narradora, dramaturga y guionista que es hoy, con títulos como Elena sabe, Una suerte pequeña, Catedrales, y la aclamada serie El Reino. Tuya es casi un testimonio de su vida anterior, cuando la autora trabajaba como contadora, una profesión a la que le dedicó una década.
Su primera novela, El secreto de las rubias, fue finalista del Premio La Sonrisa Vertical pero no resultó publicada; en 2004 sacó su primer título, Un ladrón entre nosotros, una novela juvenil. En 2005, recibió el Premio Clarín de Novela por Las viudas de los jueves, y comenzó una carrera en la que acumularía muchos lectores, otros premios, varias adaptaciones al cine, el teatro y la televisión. Y poco antes de aquel hecho que torció su destino había publicado Tuya. Que ahora continúa en El tiempo de las moscas.
“Vas a entrevistar a Claudia Piñeiro —me dijeron—; sin dudas vas a disfrutar de la entrevista”. Al leer El tiempo de las moscas sentí algo similar a lo que ella me diría sobre sus personajes: necesité escuchar su voz, indagar en su esencia. Miré videos sobre sus presentaciones, sus entrevistas, sus charlas. Escuchaba a Claudia mientras conducía, mientras trabajaba, y en las noches buscaba uno de sus audiolibros y me dormía en medio de su narración sobre la vida de Inés Experey, como se llama ahora Inés Pereyra, que antes llevaba el apellido del esposo. Quise, desde luego, leer Tuya para comprender por qué mata, por qué siente rabia, por qué le duele tanto una traición. Y, sobre todo, por qué en este regreso ve una mosca:
Veo una mosca. Una mosca que no existe, delante de mi ojo izquierdo. Y me gusta decirlo así, casi como una declaración de principios: Yo, Inés Experey, veo una mosca. Experey viene de “ex Pereyra”, claro. Ex de Ernesto Pereyra. Porque Pereyra ya no soy (…) Me autopercibo Inés Experey. ¿Acaso no lo dicen con esa palabra? Autopercibir, el verbo en infinitivo. Lo vi en la tele. Yo soy una esponja, absorbo todo, aprendo de ver. Lo que me sirve lo tomo; lo que no, lo dejo. Y autopercibirme me sirve, así que lo tomo.
—La mosca es un elemento recurrente: está en el título, vive en el ojo de Inés. ¿Por qué?
—Las moscas aparecen en la escritura como un elemento que da vueltas y cuando se empieza a escribir, se carga de sentido. Cuando apareció esa mosca en el ojo de Inés, al describir el personaje, no tenía claro hasta dónde las moscas iban a tener importancia en la novela; ni siquiera sabía que el título iba a incluir la palabra moscas. Pero las moscas estaban ahí, en el ojo de ella. Luego Inés tenía que buscar una profesión y se dedicó a hacer fumigación, pero no mata moscas.
Eso le permitía también pensar qué muertes son válidas y qué muertes no, como si hubiera muertes que sí lo fueran. Y a su vez, reflexionar sobre la muerte que provocó. Ella mató a una mujer en la novela anterior. Entonces la mosca le permite también pensar sobre sus propias acciones. A medida que voy escribiendo las moscas se van cargando de sentido, incluso el sentido que le da ese coro de mujeres, o asamblea de mujeres que se repite también en la novela y que podría ser también como moscas zumbando alrededor.
—¿Por qué retomó un personaje de un libro anterior? ¿Lo volvería a hacer en un próximo libro?
—La idea fue de Guillermo Martínez, un escritor muy conocido en Argentina y muy amigo. Él dio un curso en una universidad de Estados Unidos sobre novelas argentinas, y entre las que llevó estaba Tuya. Cuando volvió me dijo: “Vos tenés que seguir con este personaje”. Yo nunca había hecho continuaciones o sagas. Y cuando terminé Tuya, donde aparece Inés, para mí la historia estaba concluida. Ahí Inés mata a la amante de su marido y se va a la cárcel. Le dije a Guillermo: “Tendría que hacer una novela carcelaria, y no es algo que me salga naturalmente. ¿Vos cómo harías?” Y me dice: “Como hace Patricia Highsmith con El talentoso señor Ripley: el señor Ripley estafa, uno mata a otro, y de todos modos se genera empatía con ese personaje, queremos ver qué es lo que le pasa”. Y en ese momento pensé: “¡Qué alta que me dejó la vara!”.
Esta idea, que se me había olvidado, volvió a aparecer durante la pandemia. Me puse a hacer cuentas. ¿Qué pasa si la saco de la cárcel? Si la retomo cuando ya pasaron 15, 18 años... Empecé a averiguar, a calcular según lo que me decían los abogados de si podía o no salir libre, y resultó verosímil: ella ya podía estar fuera de la cárcel. Entonces me di cuenta de que la novela podía transcurrir con Inés saliendo a un mundo que había cambiado mucho. En Tuya ella era una mujer absolutamente conservadora, machista, muy aferrada al modelo de mujer del patriarcado, y sale a un mundo donde todo esto se ha este puesto patas para arriba. Ahí me empezó a interesar más aún la posibilidad de retomar a Inés. Y con respecto a si puede seguir, pienso que no. Pero lo mismo pensaba cuando escribí Tuya.
—Usted dijo que le preocupaba encontrar la voz, el ritmo del personaje, justamente porque Inés sale de prisión en una época diferente a la que entró. ¿Cómo fue ese proceso creativo?
—En Tuya gran parte de la novela es el monólogo interior de Inés. Y cuando me puse a contar esta historia que transcurría en un mundo tan distinto, me daba cuenta que la cabeza de Inés sola no me alcanzaba, y que tenía que buscar una cabeza un poco más amplia. Por eso fue esta idea de pasar de la primera persona del singular a la primera persona del plural, que es un nosotras que me permitía poner en ese coro o en esa asamblea de mujeres distintas posturas con respecto a temas que hoy se debaten hacia el interior del feminismo.
—¿Qué significa ese coro, la asamblea que vota después de analizar cada tema?
—Pensé en el coro como un instrumento dramático dentro de la literatura, que me permitiera traer esta primera persona del plural. Y el coro griego, en ese sentido, es un elemento muy pertinente, porque es la comunidad que sube a escena, mira lo que está pasando en la obra de teatro, y opina. En este caso el coro de mujeres mira lo que está pasando a Inés y a la Manca, pasan de lo personal a lo político.
Al hacer el coro, ese recorrido termina funcionando como una asamblea de mujeres, o como una asamblea de los movimientos feministas donde todas las mujeres tienen voz y voto, donde todas tienen que esperar su turno para hablar. Tienen que anotarse para poder hablar y después se llega a consensos y se vota. Y cuando introduzco escritoras como Judith Butler o Vivian Gornick, por supuesto, aclaro de quién es cada frase, pero a su vez entran dentro de ese coro como una voz más, porque la forma de hacer política dentro del movimiento de mujeres es muy democrática y transversal.
—Usted ha estado muy vinculada con todo el movimiento feminista en Argentina. ¿Cuáles cree que son los principales retos del feminismo y de qué forma lo salda en este libro?
—En el libro pongo los temas que ellas se pueden encontrar en la calle. Cuando Inés y la Manca empiezan a pensar de qué trabajar, aparece el tema de las oportunidades laborales de las mujeres, la brecha salarial; cuando se encuentran con el problema de Lali, la hija de Inés, aparece el tema de la maternidad, de qué mujeres quieren ser madres, qué mujeres no y cuáles mujeres que son madres no están cómodas con ese rol y cuáles sí. También está el tema de los lugares permitidos o no: cuando la hija de Lali quiere hacer skate, se habla de los lugares que parecen reservados para hombres. La transición de género también se plantea en la novela y es una discusión que se da hacia adentro de esa asamblea de mujeres. Lo que yo estoy tratando es que las discusiones sean hacia adentro del feminismo, más que hacia afuera. Revisar hacia adentro algunas cuestiones en las cuales quedamos enredadas y que tenemos que despejar para poder seguir adelante reclamando por los derechos que nos faltan.
—La Inés Pereira de Tuya es una persona reservada, solitaria, deslindada de su hija; cuando sale de prisión es una mujer cambiada, tiene una amiga, se preocupa por saber de su hija, es muy cuidadosa con el lenguaje incluso cuando piensa. ¿Cuánto hay de usted en este personaje?
—Con respecto a lo primero, en la primera novela Inés fingía ser lo que no era: fingía ser una madre perfecta, mantener un matrimonio perfecto y una familia perfecta, tener amigas. Además, las mujeres eran todas iguales, pensaban todas igual. Cuando Inés entra a la cárcel se encuentra con otras mujeres muy diferentes a ella, que ven la vida de distinta manera, que tienen una sexualidad diferente. Es ahí que se da cuenta de que ese patrón que ella tenía de que todas las mujeres debían ser de una manera, ya no funciona. Y cuando sale de ahí, sale con una amiga entrañable por primera vez en la vida.
Con respecto a la reflexión sobre el lenguaje, me parece que todos nosotros estamos reflexionando —en los últimos tiempos— un poco más sobre el lenguaje. Empezamos a entender que hay palabras que generan cuestiones y que a lo mejor en vez de decir tal palabra es mejor decir tal otra, no porque nos vayan a cancelar sino porque realmente no estamos nombrando lo que queremos nombrar. En ese sentido, Inés tiene que hacer un aprendizaje que le cuesta mucho.
Hay cosas que no le salen, que las dice entre paréntesis porque las quisiera seguir diciendo como las decía antes. A mí como escritora también me demandó un trabajo: al revisar Tuya encontré formas de expresarme que hoy no usaría, simplemente porque siento que de esa manera no están nombrando como a mí me gustaría nombrar lo que quiero contar. Por ejemplo, yo no uso lenguaje inclusivo para escribir, pero no tengo problema que la gente lo haga, no me molesta para nada el lenguaje inclusivo. En Tuya, muchas veces Inés reflexiona y dice: “Cuando uno piensa”, y yo creo ahora que Inés tiene que decir: “Cuando una piensa”, por más que desde el punto de vista de la Real Academia Española sería correcto decir “cuando uno piensa”, porque se refiere al género humano. A mí me parece que una mujer cuando hace esa reflexión tendría que decir “cuando una piensa”.
Claudia Piñeiro en Miami Book Fair
La literatura, espejo de la sociedad. La autora hablará de El tiempo de las moscas y Enzo Maqueira, sobre su reciente Higiene sexual del soltero. Con coordinación de la periodista Gisela Salomón
Cuándo: domingo 19 de noviembre, 3:30pm
Dónde: Edificio 8, Sala 8503 del Campus Wolfson del Miami-Dade College, en Downtown Miami (300 NE Second Ave, Miami, FL 33132)
Evento gratuito