Con el Premio Alfaguara como un nuevo hito en su carrera, Gustavo Rodríguez sigue consolidándose como una voz destacada en la escena literaria contemporánea. Cien cuyes, la última novela del escritor peruano, se alzó con el galardón en su 26ª edición, la de 2023, en Cádiz, España. Rodríguez estará presentando la obra en el marco de la 40ª edición de Miami Book Fair el sábado 18 de noviembre.
Cien cuyes se enfoca en la figura de Eufrasia Vela, mujer mestiza residente de Lima, quien experimenta un giro trascendental en su vida al emprender una labor en la atención a personas mayores. En el desempeño de sus funciones, descubre que más allá de ser un oficio, este trabajo cataliza un momento de reflexión profunda y personal, llevándola a un punto de no retorno. En esta dinámica entre cuidadora y ancianos, Eufrasia, transformada en una sicaria misericordiosa, ayuda a sus clientes a alcanzar la dignidad en sus días finales, por un precio equivalente a diez cuyes, que se van sumando.
La historia se enriquece con personajes como doña Carmen, el doctor Harrison y Los Siete Magníficos: los clientes de la cuidadora. Una variada banda sonora, incontables referencias al cine, y un fino sentido del humor configuran el trasfondo cultural de la novela.
Gustavo Rodríguez conversó con Infobae para hablar sobre Cien cuyes como un anticipo de lo que dirá en la Feria del Libro de Miami en diálogo con Wendy Guerra.
—¿Qué sintió cuando recibió la noticia de que había ganado el Premio Alfaguara?
—¡Uy! Desconcierto y alegría a la vez. Yo estaba dormido, la llamada me despertó a la madrugada. Había tomado melatonina en la noche. Había puesto el teléfono en No molestar. Tomé tiempo en tomar conciencia de lo que estaba pasando.
—Comenzó en el mundo publicitario: ¿encuentra alguna similitud entre escribir para publicidad y escribir ficción?
—Si bien escribo desde niño, y en la adolescencia hice relatos, empecé a trabajar en en publicidad. Con el tiempo me tocaron algunas campañas publicitarias que llegaron a movilizar a mi país. Incluso me hice conocido como publicista en su momento, pero poco a poco fui dejando esa carrera para dedicarme a lo que siempre me había llamado la atención desde niño. Y así tengo ya nueve novelas publicadas y finalmente siento que me identifico más con el oficio de escritor.
Ambos oficios se alimentan del mismo magma, utilizan las palabras como herramientas, pero son muy distintos. Para empezar, lo que es una virtud en publicidad es un pecado en la literatura. En publicidad se busca una verdad simple y universal, inequívoca para todo el mundo. Eso es un pecado en literatura. En literatura, mientras el texto tenga más capas y sea más interpretable, mejor va a ser.
—Usted dijo que escribió Cien cuyes “para que empecemos a hablar de la muerte con más naturalidad”.
—Sí, de la muerte y de la dignidad que debe imperar en la vida, incluso a la hora de morir.
—Sin embargo, advierto que usted propone otras conversaciones. Por ejemplo, la manera sexualizada en que los señores de la sociedad burguesa limeña miran a Eufrasia, y cómo su vida gira alrededor de ellos.
—Hablando de las capas que mencionaba, una novela trata de crear un universo paralelo y en todo universo paralelo hay muchas discusiones que se dan a la vez. Es imposible que no se filtren taras u observaciones que yo he hecho de la sociedad que me rodea. Al ser Eufrasia una mujer mestiza, de clase baja, que tiene que trabajar en casas más acomodadas, es evidente que habrá ciertas condiciones que nos harán preguntarnos en qué tipo de sociedad estamos viviendo. Una sociedad que es machista, una sociedad que segrega, una sociedad que es hostil ante lo diferente.
—Su novela parece apuntar a un cierto conservadurismo en la sociedad peruana, sobre todo en los comentarios del personaje de Jack Harrison. ¿Qué tan arraigado está ese conservadurismo?
—La sociedad peruana siempre ha sido de las más conservadoras de la región latinoamericana. Por ejemplo, fue la penúltima en otorgarle el voto a las mujeres. Hasta hoy no existe ni siquiera la unión civil para parejas del mismo sexo. Y esta condición se ha acentuado en los últimos años, en la que el conservadurismo también ha tenido una reacción internacional. Creo que las libertades individuales se están viendo amenazadas cada vez más ante creencias milenarias y ante narrativas que hacen más grande las brechas para quienes son considerados diferentes ante la mayoría.
—¿Qué autores diría usted que han sido fundamentales en ayudarlo a encontrar su voz y construir su estilo narrativo?
—Es una pregunta que siempre me es difícil de responder, sobre todo —y acá va otra confesión— porque a partir de los fines de mis 20 años tiendo a olvidar todo lo que leo. Pero sí recuerdo con mucha claridad los autores que me marcaron cuando yo era adolescente, que me hicieron querer emularlos. Hay un trío de autores peruanos que me emocionaron cuando los conocí: Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso y Alfredo Bryce Echenique. Ese trío me impactó mucho. Después, cuando conocí a algunos escritores latinoamericanos, por el boom, fui ampliando mi concepción de la literatura en nuestro idioma. Ellos son Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y a las finales, Mario Vargas Llosa.
Te darás cuenta de que no hay ninguna mujer entre ellos, lo cual indica también cómo eran nuestros anaqueles en aquellos tiempos. Con el tiempo he leído infinidad de autores y autoras y mi voz narrativa se ha ido perfilando más.
—Ha tenido la sensibilidad para advertirlo.
—De hecho, yo no me habría dado cuenta de no haber sido padre de tres hijas. Todo esto lo cuento en un podcast que se llama Machista con hijas. Más que sentenciar lo que aprendo, comparto mis asombros y mis dudas. Desde esa época en la que yo fui criado, en la segunda mitad del siglo XX, el mundo ha cambiado muchísimo.
—A propósito de su podcast ¿qué tan importante es para un autor hoy en día manejar las nuevas tecnologías? ¿Siente que esto lo ha ayudado en su carrera?
—Es una pregunta muy interesante porque obliga a partir en dos dimensiones la labor del escritor. La literatura en sí es una labor solitaria en la que la tecnología no tiene mucho que ver. Es un una conversación muy íntima que implica la esperanza de que sea después apreciada por gente que uno no conoce. Pero cuando hay un libro impreso, se convierte en mercancía y ahí entran a tallar estos factores extraliterarios. La gente no solamente quiere que el libro sea atractivo, sino que el personaje que escribió el libro lo sea también. Soy consciente de que si quiero que mi mercancía-libro se conozca, voy a tener que poner de mi parte. Me adecuo bien a esa tendencia.
—Cuando dice esto, noto como que preferiría que no tuviera que ser así.
—Sería maravilloso que uno escriba sus libros en soledad y que la gente acuda por costumbre a las librerías, como va la panadería a recoger el pan. Pero somos una sociedad cada vez más visual. Entiendo que hay un exceso de publicación de libros cada día. Entonces, si uno quiere vivir de esto, tiene que resignarse a transar con ciertas leyes modernas del mercado.
—Muchas veces la escritura contemporánea parece un guión de cine. No vi eso en su libro, en el cual encontré una construcción elaborada. ¿Cómo explica esa forma de contar?
—De verdad que me emociona escuchar eso de un lector. Yo creo que hay dos dimensiones a las que me podría acoger para responder a ese comentario. El primero es que yo provengo de una tradición literaria muy rica en el Perú. El Perú es un territorio de grandes poetas y de grandes prosistas. Me imagino que algo de eso debe transmitirse de generación en generación de creadores literarios aquí. Por otro lado, yo he sido un niño que jugaba con las palabras desde pequeño como si fueran plastilina. No me basta con la mera descripción. Yo quiero seguir jugando con las palabras, incluso de viejo. Quizás en mi literatura se dé una combinación, que yo considero saludable, entre una educación clásica de lectura de libros y una educación más sentimental que proviene del cine, de las películas, de las series de televisión, que hace que pueda combinar un manejo adecuado del lenguaje con metáforas visuales.
—Ya que usted menciona la rica tradición literaria del Perú, ¿cómo ve la salud actual de la literatura peruana y de la región en general?
—Muy efervescente. Tanto la literatura en el Perú como en América Latina. Sobre todo porque ya no tenemos la obligación soterrada de tener que seguir una tradición plasmada por el boom. Si bien en Perú el género que más se conoce es el realismo urbano, últimamente hay cada vez más jóvenes escribiendo de temas diversos como la ciencia ficción o el terror gótico.
También se está dando el fenómeno de que las mujeres están escribiendo con más audacia que los hombres. Creo que la mejor literatura que se está escribiendo en América Latina en este momento es la de estas escritoras que tienen entre 30 y 50 años. Eso hay que aplaudirlo. Y yo creo que eso obedece también a una reacción a muchos años en las que esa sensibilidad fue acallada.
—¿Qué recomienda o qué está leyendo?
—En este momento estoy leyendo un libro que es finalista del Booker Prize. Se llama Prophet Song, La canción del profeta, y el autor es Paul Lynch, un escritor irlandés. Anterior a ese leí Fortuna, del argentino Hernán Díaz, que ganó el premio Pulitzer. Los dos libros son magníficos. Curiosamente ambos se escribieron en inglés, lo cual viene al caso, tratándose de que la excusa para hablar fue la Feria del Libro de Miami.
—Por último, ¿qué expectativas tiene de Miami Book Fair?
—Siempre viajo con las expectativas bajas a cualquier lugar, para que todo lo que encuentre se convierta en ganancia. Aunque es verdad que la feria de Miami ya tiene una reputación de ser un núcleo que congrega al movimiento literario en español en Estados Unidos. Entonces, si bien trato de que la expectativa sea baja, no puedo dejar de pensar que es un lugar importante para mostrar mi literatura.
Gustavo Rodríguez en Miami Book Fair
El escritor peruano estará presentando su novela Cien cuyes, ganadora del premio Alfaguara de Novela 2023, en conversación con la escritora cubana Wendy Guerra.
Cuándo: sábado 18 de noviembre, 3:45pm
Dónde: Edificio 8, Sala 8503 del Campus Wolfson del Miami-Dade College, en Downtown Miami (300 NE Second Ave, Miami, FL 33132)
Evento gratuito