Un fragmento de “Enough”, el libro que Cassidy Hutchinson presenta en Miami Book Fair

La ex asistente de Mark Meadows, quien fuera jefe de Gabinete de Donald Trump, amplió en este texto sus declaraciones al Congreso de Estados Unidos sobre lo que el ex presidente hizo y dijo cuando una turba asaltó el Capitolio, el 6 de enero de 2021

Cassidy Hutchinson presenta su libro "Enough" en la Feria del libro de Miami (Andrew Harnik/Pool via REUTERS)

Cassidy Hutchinson ha sido descripta como la única persona que puede poner a Donald Trump, el ex presidente de Estados Unidos y precandidato líder entre los republicanos, en más problemas que el mismísimo Donald Trump. En Enough, la ex asistente de Mark Meadows, jefe de Gabinete de Trump, cuenta sus últimos días como mandatario y lo que hizo y dijo durante el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.

Su libro, que presenta el 16 de noviembre a las 8pm en la Feria del Libro de Miami, retoma en detalle su declaración ante el Congreso de Estados Unidos. La ex empleada de la Casa Blanca dijo que tanto Trump como sus principales asistentes eran conscientes de la posibilidad de violencia en el Capitolio, al punto que Meadows había expresado su preocupación sobre la posibilidad luego de una conversación con Rudy Giuliani, abogado de Trump.

Hutchinson también descubrió que la administración era consciente de que los seguidores del presidente estaban armados y que Trump se negó a intervenir cuando la situación se volvió violenta en el Capitolio. Según su testimonio y según Enough, el propio presidente no creía que sus partidarios estuvieran haciendo algo mal y tuvo una reacción explosiva cuando le dijeron que no podía ir al Capitolio.

Estas fragmentos explican por qué Hutchinson, quien es republicana, decidió hablar ante el comité especial.

En Miami Book Fair, Cassidy Hutchinson hablará sobre "Enough", el libro sobre sus días como asistente del jefe de Gabinete de Donald Trump, Mark Meadows. (Barnes & Noble)

Había adorado al presidente. Había estado muy cerca de Mark Meadows. Me había encantado trabajar en la Casa Blanca. Me importaba profundamente la gente que había allí. Creía de verdad que servíamos a los intereses del pueblo estadounidense. Lamenté la beligerancia y la crudeza de algunos de los mensajes del presidente, los tuits inapropiados y poco presidenciales. Pero es posible acostumbrarse, y yo lo hice. A menudo me reía con mis colegas de sus mensajes, cuando debería haberlos visto como lo que eran: malintencionados. La política es un deporte de equipo, y yo era una buena compañera.

Ni siquiera las rabietas de Trump me habían hecho enojar. Cada vez que era testigo o me enteraba de que perdía los estribos, me dolía verlo alterado. Lo primero que pensaba era por qué la gente había dejado que llegara tan lejos. ¿No podíamos haber hecho más —no podía yo haber hecho más— para atenderlo mejor, para evitar que se enfadara?

Mi opinión sobre Trump cambiaría cuando fui testigo de cómo su imprudencia egoísta ponía en peligro el orden constitucional del país. Mi determinación solo se fortaleció cuando mi lealtad hacia él y hacia mis antiguos colegas entró en conflicto directo con mis deberes para con el país.

(...)

Había empezado mi trabajo con la convicción de que mis colegas y yo estábamos haciendo algo importante por el país. Pero cuando el presidente al que había servido convenció a sus partidarios para que rechazaran sin reservas la legitimidad de unas elecciones libres y justas, supe que estaba dirigiendo un peligroso asalto contra nuestros ideales políticos y nuestras instituciones de gobierno sin otro propósito que aplacar su orgullo herido. Durante un tiempo, me resistí a admitirlo, y me resistí a participar en los esfuerzos para hacerle responsable de sus actos.

Sin embargo, el 6 de enero de 2021, las mentiras del presidente Trump sobre las elecciones de 2020, y la proliferación de las venenosas teorías conspirativas que él y algunos de mis antiguos colegas amplificaron, expusieron la fragilidad de la democracia estadounidense. La república sobreviviría, y el poder se transferiría al nuevo presidente debidamente elegido. Pero la nación sufriría heridas que aún no han cicatrizado. Tras aquel tumultuoso día, no pude seguir ignorando la discordancia entre los principios que aprecio y su abuso por parte de personas poderosas que decían compartirlos pero los sacrificaban en beneficio de sus propios fines egoístas.

Cassidy Hutchinson reveló lo que Donald Trump dijo e hizo durante al asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. (MICHAEL NIGRO / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)

Había vivido con miedo a una orden de comparecencia, pero en el fondo quería que se supiera la verdad. Había visto lo frágil que es la democracia, y mi conciencia reconocía que nuestro deber como ciudadanos era velar por su supervivencia.

Ojalá pudiera decir que me decidí rápida y fácilmente a denunciar. Tras una búsqueda desesperada para encontrar un abogado gratuito, acabé con un abogado financiado por el Universo Trump. A veces ofrecí testimonios poco completos a los investigadores del Congreso para apaciguar las inquietudes de quienes me mantenían en observación. Pero me avergonzaba ser cómplice, posiblemente incluso instrumento, de una insurrección. Esa vergüenza me impulsó a buscar una forma de liberarme de las garras del Universo Trump y buscar la redención rectificando mis “pasos en falso”. Necesitaba encontrar el camino de vuelta al lado correcto de la historia. Necesitaba una segunda oportunidad.

El descubrimiento fortuito de alguien cuyo nombre nunca había oído antes —Alex Butterfield— fue decisivo. Se había presentado para testificar honestamente sobre la Casa Blanca de (Richard) Nixon. Yo me encontraría en una situación similar cincuenta años después. El relato de la integridad de Alex en El último hombre del presidente, de Bob Woodward, me inspiró un examen de conciencia. Alex había servido lealmente al presidente Nixon, pero no a expensas de su deber para con el país. Cuando fue citado por los investigadores del Watergate y reveló sin dudarlo el sistema de grabaciones de la Casa Blanca de Nixon, lo vio como una obligación del juramento que había hecho a la nación, no como un acto contra la política de la tribu.

—Señor Butterfield, ¿está usted al tanto de la instalación de algún dispositivo de escucha en el Salón Oval del presidente? —preguntó el consejero del comité instantes después de que Alex jurara decir la verdad.

Sereno, con las manos cruzadas, los ojos no muy bajos, el único indicio de tensión que mostró fue la pausa de casi cinco segundos que precedió a su respuesta.

—Sí, señor —respondió, y la presidencia de Richard Nixon entró en su ocaso.

Cassidy Hutchinson declaró ante el Congreso de Estados Unidos en la investigación sobre el asalto al Capitolio. (REUTERS/Evelyn Hockstein)

“Sabía que no mentiría”, le diría Alex a un entrevistador de NPR. “La gente mentía a diestra y siniestra”. Y esas personas, salvo el presidente al que habían servido, habían ido a la cárcel. “Se dejaron atrapar por el fulgor de la presidencia”, explicó Alex, “algo que es fácil de hacer”.

Seguí los pasos de Alex y decidí revelar la verdad sobre lo que sabía acerca del asalto al Capitolio de los Estados Unidos. Cambié de rumbo y decidí cumplir la promesa hecha cuando juré proteger y defender a los Estados Unidos.

Sigo considerándome republicana. Pero denuncio el tribalismo que produjo las extravagantes teorías conspirativas y la violencia que algunos líderes del partido no sólo no condenaron, sino que incluso justificaron en su búsqueda del poder. Si no restauramos la responsabilidad de gobierno, el respeto por nuestras prácticas democráticas y la rendición de cuentas de nuestros líderes como valores republicanos fundamentales, temo no sólo por el futuro de nuestro partido, sino por el de nuestra nación.

Cassidy Hutchinson en Miami Book Fair

Cuándo: jueves 16 de noviembre, 8 pm

Dónde: Campus Wolfson del Miami-Dade College, en Downtown Miami (300 NE Second Ave, Miami, FL 33132) y en línea

Cuánto: el evento tiene un costo de USD 38, que incluye la entrada a toda la feria