El Departamento de Comercio del estado de Ohio, centro neurálgico de la crisis de opioides en Estados Unidos, ha implementado un programa pionero para ayudar a las familias afectadas por este fenómeno. La iniciativa instruye a los asesores financieros sobre cómo identificar signos de adicción en las familias de sus clientes y cómo dirigirlos a recursos estatales y privados que pueden aliviar la carga económica.
El programa, llamado “Recuperación al alcance”, se lanzó durante el verano y abarca la formación de los asesores en la identificación de indicios de adicción. Estos pueden incluir grandes retiros inesperados de las cuentas de sus clientes, pagos atrasados o incumplimientos en facturas importantes, accidentes o lesiones recurrentes, alzas de seguros o la custodia abrupta de un menor.
Según el reporte de la agencia de noticias The Associated Press (AP) previo a la implementación de esta iniciativa, y según una encuesta realizada por el Departamento de Comercio de Ohio, el 45% de los asesores financieros del estado conocía al menos un caso de adicción en las familias de sus clientes.
La comisaria de la Comisión de Valores de Ohio, Andrea Seidt, aseguró a la AP que se estima que esta proporción es aún mayor, pues uno de cada 13 habitantes del estado sufre un trastorno por uso de sustancias. Seidt cree que el estigma relacionado con la adicción y el dinero puede estar impidiendo que las personas revelen sus luchas, incluso a personas de confianza.
“Cuanto más hablemos de ello y todas las industrias comiencen a hablar de ello, más éxito tendremos en la lucha contra el estigma y más cómoda se sentirá la gente para acercarse y obtener el tratamiento que necesita”, aseguró.
Adicciones y finanzas
El impacto financiero de la adicción a las sustancias, y principalmente a los opioides, tiene un alcance mucho mayor de lo que se puede percibir. Un estudio de la Sociedad de Actuarios reveló que entre 2015 y 2018, la crisis de opioides costó a la economía estadounidense USD 631.000 millones de dólares. Según el informe, citado por la AP, sólo un tercio de esos costos fueron asumidos por el gobierno y el resto por individuos y el sector privado.
Carl Hollister, presidente de la firma de asesoramiento de inversiones L.M. Kohn, con sede en Cincinnati desde 1994, compara la adicción con otras crisis financieras, como los crecientes ataques cibernéticos o el fraude de inversión dirigido a los ancianos, y considera que Ohio está dando un buen ejemplo para lo que otros estados deberían adoptar.
Por su parte, Lori Eisel, asesora financiera y propietaria de Arcadia Financial Partners, conoce ambas caras de la lucha. Durante mucho tiempo, ocultó que su hijo había estado entrando y saliendo del tratamiento por adicción a sustancias desde que era estudiante de secundaria.
Eisel señala que, incluso como planificadora financiera, no tomó las mejores decisiones económicas a lo largo del calvario de su hijo. “Necesitaba a alguien que fuera compasivo, pero también a alguien que observara objetivamente los recursos y programas que ayudarían a mi hijo sin poner en peligro mi estabilidad financiera o la de mis otros hijos”, señaló en entrevista con AP.
El programa también anima a los profesionales financieros a superar el estigma y abrir ellos mismos la conversación, garantizando la confidencialidad y acercándose a los clientes con empatía e incluye un centro de información en su sitio web donde los afectados pueden ingresar su estatus de seguro y necesidades de tratamiento para conectarse con programas accesibles y entidades que ofrecen ayuda financiera.
Opioides: una historia de larga data
Los opioides son un tipo de medicamento que se usa principalmente en tratamientos para aliviar el dolor. Estos fármacos se unen a los receptores de su mismo nombre en el cerebro, la médula espinal y otras zonas del cuerpo para disminuir la sensación de dolor. Incluyen sustancias derivadas del opio como la morfina, así como medicamentos sintéticos como el fentanilo. Ohio, es uno de los estados más afectados por la crisis de opiáceos en los Estados Unidos.
La crisis de opioides inició en 1996 con el OxyContin, un analgésico opioide de Purdue Pharma, que llegó a ser la droga más vendida en la historia y causó la adicción de millones de estadounidenses. Después de diez años, con decenas de miles de muertos y numerosas demandas e investigaciones, Purdue se declaró culpable de etiquetado falso y defraudación, pagando una multa de USD 643 millones de dólares, una fracción minúscula de sus ganancias.
Como consecuencia de la crisis generada por Purdue, otras compañías de opioides recetados proliferaron, provocando una ola masiva de demandas contra ellas y aumentando la dificultad para obtener estos medicamentos recetados en las calles, dejando a millones de personas con adicciones severas y sin acceso a tratamiento.
Aquí es donde los grupos criminales chinos y los cárteles de droga mexicanos vieron la oportunidad para suministrar estas sustancias ilícitas a los Estados Unidos. A nivel molecular, la heroína es casi idéntica a los opioides recetados, pero nunca penetró el mercado de la misma manera que los opioides sintéticos debido a su elevado costo de producción y dificultad para el tráfico.
El fentanilo, desarrollado en 1959 como un potente analgésico, cobró protagonismo debido a su facilidad, rapidez y economía de fabricación. Este opioide es 50 veces más potente que la heroína y es más sencillo de traficar por la frontera. China fue el principal proveedor de fentanilo hasta 2020, cuando los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación tomaron esta posición tras la implementación de leyes de control por parte del Gobierno chino.
A día de hoy, el fentanilo es la droga que más se trafica y causa muertes en Estados Unidos, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Solo entre el 5 y el 10% de los narcóticos que entran al país se confiscan, tal como reportaron oficiales en la frontera al diario The Washington Post.
El efecto en los hispanos
Según un reporte de la cadena Telemundo, la crisis de opioides se agravó aún más en 2020 con la pandemia del COVID-19, en particular entre la población hispana. La situación de confinamiento, depresión y estrés financiero desencadenado por la crisis sanitaria exacerbó el consumo de opioides, y las muertes por sobredosis se dispararon un 17% a nivel nacional.
Esto representa más de 81,000 fallecimientos en el periodo de 12 meses finalizado en mayo de 2020, siendo la cifra más alta de muertes por sobredosis registrada en ese lapso en la historia de Estados Unidos.
La combinación del fentanilo con otras drogas, como la cocaína y la metanfetamina, ha incrementado de manera radical las muertes por sobredosis. Estas otras drogas son más comúnmente consumidas por hispanos que la heroína o los opioides recetados.
Durante 2022 aproximadamente 100,000 personas fallecieron en Estados Unidos debido a sobredosis, siendo el fentanilo, la causa de dos tercios de estos decesos. Este último es actualmente una de las principales causas de muerte en Estados Unidos para la población entre los 18 y 49 años, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Aunque la mayor parte de las muertes por opioides se asociaba a la población blanca de estados como West Virginia, Ohio y Kentucky, en el último año, por primera vez, los decesos entre la población afroamericana superó a los de la población blanca, reportó Telemundo.
Una de las complicaciones para los latinos es la dificultad para conseguir ayuda en centros de rehabilitación debido a las barreras de idioma y estatus migratorio. Además, la comunidad latina es más propensa a buscar ayuda en centros de rehabilitación de enfoque religioso, es decir, “tratamientos basados en la fe”, a diferencia de tratamientos basados en la evidencia, explicó en entrevista con la cadena televisiva Magdalena Cerdá, profesora y directora del Centro de Epidemiología y Políticas de Opioides de la Universidad de Nueva York.
Estos últimos utilizan medicamentos como la metadona y la buprenorfina, probados científicamente para ayudar a las personas adictas a dejar la sustancia de manera progresiva y segura.
Los puertorriqueños, especialmente aquellos que viven en la isla, son una población de especial preocupación debido a su elevada tasa de muertes por sobredosis, la cual supera incluso a la de la población blanca. Investigadores de la Universidad de Texas en San Antonio y la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) han determinado que “las tasas de mortalidad por sobredosis de drogas en el grupo puertorriqueño fueron más altas que en cualquier otro grupo de ascendencia latina o la población afro no hispana” entre 2015 a 2019.