Si hay algo que me dejó en claro el segundo debate entre los siete candidatos republicanos a la presidencia de Estados Unidos es que la ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, estaría cada vez más cerca de llegar a la Casa Blanca como vicepresidente, de la mano de Donald Trump. Haley no sólo cuenta con todas las credenciales para ser su mejor compañera de fórmula, sino que mantiene una excelente relación con el ex mandatario, al que se cuida de criticar.
Fue parte de su gabinete como embajadora de Naciones Unidas. Cuando renunció a su puesto, luego de una muy buena gestión, lo hizo en excelentes términos, más por ambiciones políticas que por motivos personales. Volvió a su estado a escribir un libro que intentaría usar como plataforma política para seguir ascendiendo en su carrera y cobrar resonancia a nivel nacional. Es mujer, nacida en los Estados Unidos, hija de inmigrantes indios y de 51 años de edad, todos ingredientes muy atractivos que colaborarían a ampliar los votos del ex mandatario atrayendo a republicanos más moderados y a votantes independientes ya cansados de la inflación a la que no están acostumbrados. Y el bolsillo pesa mucho a la hora de votar, siempre. Como dijo un asesor de Bill Clinton hace años (aunque sigue absolutamente vigente): “Es la economía, estúpido”.
Si bien el 5 noviembre de 2024 es aún lejano, y todo puede cambiar, producto de algún cisne negro que últimamente pareciera no faltar, todo indicaría hoy que en la Convención Republicana a celebrarse en Milwaukee, Wisconsin, del 15 al 18 de julio del año venidero, el ex mandatario Donald Trump sería proclamado formalmente como el candidato a la presidencia de su partido.
Siguiendo la tradición, algunos días o semanas más tarde, creando cierta intriga para no perder su momentum, anunciaría quien sería su compañera de fórmula, muy probablemente Nikki Haley. Así, la ex gobernadora y ex diplomática habrá logrado su objetivo, ser la segunda mujer dentro del partido republicano en formar parte de una fórmula presidencial.
La primera mujer republicana nominada como candidata a vicepresidente fue Sarah Palin en 2008, compañera de fórmula de uno de los grandes políticos norteamericanos, el senador John McCain, fallecido hace algunos años como consecuencia de una cruel enfermedad. Para esos tiempos, el partido aún no estaba preparado para tener a una mujer en su fórmula, pero los años han pasado, los tiempos han cambiado, y hoy sería casi imprescindible una mujer para obtener una victoria. McCain y Palin perdieron contra un Obama joven, carismático y que supo utilizar muy bien toda la nueva tecnología aportada por los medios sociales que comenzaban a asomarse, con Facebook como principal actor, convirtiéndose en el primer afroamericano en llegar a la presidencia de los Estados Unidos, haciendo historia. Lo acompañó como vicepresidente el senador por Delaware Joe Biden, quien actualmente conduce el país.
Nikki Haley cuenta con varios ingredientes que la hacen una candidata a la vicepresidencia sumamente atractiva. Ganó dos elecciones consecutivas a gobernadora en uno de los estados más conservadores, Carolina del Sur, hoy gran bastión trumpista. Gobernó desde 2011 a 2017, año en que renunció a su cargo para asumir el cargo de embajadora de Naciones Unidas. Donald Trump le propuso este nuevo desafío al asumir su mandato (2017-2020). Esto no sólo la ayudó a ampliar su currículum, sino que le otorgó expertise internacional y con una mayor visibilidad y entendimiento de las problemáticas del mundo.
A dos años de asumir decide renunciar y retirarse por un tiempo, para tomar distancia del entonces presidente. Conocedora de los tejes políticos, lo hace en muy buenos términos, dejando puertas abiertas dada su gran ambición y cintura política. Por aquel entonces el Presidente Trump se deshacía constantemente de miembros de su gabinete, muchas veces en términos escandalosos, cosa que Haley supo evitar muy bien. Anunció su renuncia en una rueda de prensa acordada conjuntamente con Trump, dejando en claro que lo hacía en buenos términos y de común acuerdo. Se ocupó en adelante de obviar críticas que pudieran enojar al ex presidente. Por su lado, Trump, quien no se guarda nada, se cuidó sorprendentemente de no solo no hostigar a Haley sino de alabarla dejando también puertas abiertas. Quizás su deseo hubiese sido que Haley fuera su compañera de fórmula ya en 2020, pero sus asesores no vieron conveniente cambiar a Pence como compañero.
Haley volvió a su estado, donde es muy popular, y decidió escribir sus memorias para poder tener así una plataforma de exposición a nivel nacional pensando en esperar el momento para lanzarse a un cargo más alto. El sueño de todo político es siempre y sin excepción llegar a la presidencia, el que lo niegue miente, y el que miente es definitivamente un perfecto político.
El hecho de que Haley sea mujer y de 51 años es un factor muy importante, sobre todo para un candidato no muy querido en el ámbito femenino, considerado por muchas mujeres un misógino y de una edad donde ya los riesgos en materia de salud entran a jugar. De ganar asumiría la presidencia con 78 años y la culminaría con 82. Haley aportaría juventud, moderación y el voto femenino. Trump cuenta con una base fuerte pero que sola no alcanzaría para ganar. Necesita un compañero de fórmula que le sume votantes indecisos, a los más moderados y más mujeres. Haley representaría sin dudas la mejor opción porque además es alguien de su confianza que, comprobó, no lo va a traicionar. Si bien es muy ambiciosa, tiene muy claro cómo jugar el juego de la política.
Sus orígenes también son sumamente interesantes. Nikki Haley nació el 20 de enero de 1972, casualmente la fecha en la que siempre asumen los nuevos presidentes de los Estados Unidos. Algo que quizás termine en causalidad para los que creemos que todo en la vida pasa por algo.
Es hija de inmigrantes indios Sikhs. Sus padres llegaron a Estados Unidos de Amritsar, Punjab, India. Su padre, Ajit Singh Randhawa, fue profesor en Universidad de Agricultura de Punjab y su madre, Raj Kaur Randhawa, se recibió de abogada en la Universidad de Delhi. Ambos pasaron por Canadá para seguir formándose antes de llegar en 1969 a Carolina del Sur para establecerse allí y comenzar a vivir el sueño americano.
Esta historia es sumamente atractiva, más si vemos del otro lado a una competidora como Kamala Harris, también de tez de color, descendiente de Tamil Nadu, India por el lado materno, y Saint Ann, Jamaica por el lado paterno. En esta ecuación, Haley representa también a una familia de clase media de inmigrantes con la cual se ven identificados muchos estadounidenses. Pero tiene una ventaja sobre Kamala: es muy popular en su estado y sus números en las encuestas mejoran con cada debate presidencial, ya que hoy Haley compite en las primarias presidenciales contra varios candidatos, Trump incluído. Kamala también fue candidata a presidente, pero su performance en debates y su campaña fue decayendo y rápidamente quedó fuera de la carrera.
Sin duda, en la mira de Haley desde que entró a la política está el sueño de convertirse en la primera mujer presidente de los Estados Unidos. Ella sabe que hoy no lo va a lograr y que Trump sigue siendo el candidato predominante y con mucha ventaja sobre el resto. Pero las últimas encuestas muestran que ella sigue subiendo en intención de voto, con un 15% acercándose cada vez más a Ron DeSantis que, contrariamente, se encuentra en un espiral descendente después de haber sido el favorito por un largo tiempo. Pero el haberse candidateado probablemente le sirva no sólo como práctica sino como estrategia para el último fin, ser vicepresidente durante cuatro años y, de todo ir bien, lanzarse a la presidencia en 2027 con solo 55 años y grandes posibilidades de cumplir su sueño. Trump no puede ser reelecto un tercer período y ella tendrá su camino allanado.