El histórico hotel Roosevelt de Manhattan se convirtió en la nueva Ellis Island, el islote de la bahía, frente a New Jersey, donde funcionó la aduana desde 1892 hasta 1954 y procesaron a 12 millones de inmigrantes que escapaban de las guerras en Europa. En el último año llegaron a Nueva York 110.000 inmigrantes y el gobierno alquiló el antiguo hotel de la 45 y Madison, con sus casi mil habitaciones, para contenerlos y tratar de conseguirles vivienda y trabajo en algún otro lugar de Estados Unidos.
En los mismos salones donde Dewey concedió el triunfo a Truman en 1948 y donde se filmaron desde French Connection hasta Mad Men ahora corren chicos de Angola, Siria y Venezuela y los adultos forman una larga fila para ser revisados por un médico y obtener su certificado de buena salud. Muchos de ellos estuvieron tirados en la calle, frente a la Central Station, por semanas.
La presión del alcalde de Nueva York, Eric Adams, y varios legisladores demócratas sobre el presidente Joe Biden para que mejore la situación de esta crisis de migración que se les viene encima y amenaza las posibilidades de reelección de todos, hizo que esta semana la Casa Blanca anunciara que 470.000 inmigrantes venezolanos tienen a partir de ahora permiso de trabajo, una vía directa para obtener la residencia. Esto alivió la tensión en Manhattan mientras se desarrollaba la asamblea anual de las naciones Unidas y Biden era el anfitrión de decenas de líderes de todo el mundo. Pero en el resto del país, la situación sigue siendo grave.
La Patrulla Fronteriza detuvo a 140.000 inmigrantes que cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México sin autorización durante los primeros 20 días de septiembre, una media de unos 6.900 cada día. Esto representa un aumento del 60% respecto a la media diaria de 4.300 en julio. Los agentes están en vías de romper el récord de 210.000 arrestos de migrantes este mes, lo que sería el nivel más alto desde diciembre y mayo de 2022 cuando se produjo la última crisis con 220.000 aprehensiones. Históricamente, “la migra”, como la llaman los mexicanos de la frontera, detiene a un 10% de los que cruzan sin documentos. Desde la presidencia de Trump esa cifra ascendió a un 30% o 40%, dependiendo de la presión de Washington. El resto, logra entrar. Son millones.
Y esta semana se espera una ola de migrantes provenientes del sur. Largas caravanas vienen caminando y se aproximan a los puestos fronterizos en México. Panamá registró el paso de 80.000 personas en agosto, la gran mayoría venezolanos que escapan del régimen de Nicolás Maduro y que intentan el cruce de la peligrosa selva del Darien. Más de medio millón de personas podrían cruzar antes de finales de año, el doble que en 2022, de acuerdo a los cálculos de Giuseppe Loprete, el jefe de la Organización Internacional para las Migraciones en Panamá.
Las empresas de trenes de carga que circulan por México en dirección a la frontera estadounidense suspendieron esta semana la mayoría de sus servicios “para evitar más muertes”. Estos convoyes conocidos como “La Bestia” son abordados por los inmigrantes para cruzar México. En la última semana, en estos trenes, murieron o resultaron gravemente heridos seis inmigrantes. Según Ferromex, el jueves había 4.300 migrantes acampando al costado de las vías en Torreón, Aguascalientes, Irapuato y Chihuahua esperando a que se reanude el servicio para abordar los trenes.
Esta crisis de migración le estalló a la Administración Biden cuando en mayo suspendió el denominado Título 42, impuesto durante la pandemia, que permitía a la patrulla fronteriza rechazar a cualquier inmigrante por razones de salud. Desde entonces, se implementó un sistema conocido como CBP One que permite a los posibles solicitantes de asilo en México obtener una cita para entrar en el país a través de una aplicación telefónica. La medida pareció tener buenos resultados en el primer momento, pero la tendencia se invirtió rápidamente y desde entonces no se detiene. Desde el final del Título 42, fueron deportados 253.000 migrantes de 150 países.
El saliente jefe de la Patrulla Fronteriza, Rodney Scott, dijo que el aumento de los cruces ilegales este verano estadounidense se debe a que “se está liberando a un gran número de migrantes en el país con casos judiciales que suelen tardar años en completarse. Los migrantes que son liberados pueden decir a sus familiares y amigos en sus países de origen que hay más posibilidades de ser liberados en EE.UU. y permanecer en el país durante años si cruzan la frontera ilegalmente”. El gobierno de Biden asegura que los altos niveles de migración se deben principalmente a las “terribles condiciones” en países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, y que huyeron no sólo a Estados Unidos sino a otros países latinoamericanos como Colombia. Y un funcionario del Department of Homeland Security (DHS), el ministerio que incluye el sistema de migración, dijo el miércoles que el reciente aumento se debe a en México, “las organizaciones delictivas que traen a la gente a la frontera están esparciendo rumores de que se tienen que apurar porque va a haber un nuevo cierre de las fronteras y los alientan a cruzar ilegalmente”.
La crisis está afectando el funcionamiento de las aduanas de los pasos fronterizos y retrasando el paso de mercaderías. En las ciudades fronterizas texanas de El Paso y Eagle Pass, se suspendió el procesamiento de camiones y vehículos comerciales para que los empleados ayuden a procesar a los migrantes. El alcalde de Eagle Pass declaró su ciudad en “estado de desastre” ante la ola de llegadas de migrantes. En Arizona y el sur de California se vieron obligados a liberar a miles ante el colapso de las instalaciones donde estaban alojados los que esperaban la autorización para cruzar. El Pentágono envió 800 soldados adicionales en servicio activo a la frontera sur para proporcionar apoyo logístico a la Patrulla Fronteriza. Alrededor de 2.500 soldados ya están estacionados allí, realizando tareas operativas, no deteniendo inmigrantes.
Las organizaciones de inmigrantes en Estados Unidos coinciden en que el gobierno carece de capacidad para detener y procesar a los migrantes en la frontera. Como resultado, muchos solicitantes de asilo que cruzan ilegalmente están siendo liberados dentro del país con una futura cita en los tribunales, en lugar de ser deportados. Y eso se convierte en “historias de éxito” que se cuentan a los migrantes que aún están en camino. “La administración Biden ha dado con una estrategia inteligente, pero no dispone de los recursos ni de la capacidad para aplicarla”, afirmó a la agencia Reuters, Andrew Selee, director del Migration Policy Institute.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se burló el jueves de la falta de un plan internacional para ayudar a los países a sacar a sus ciudadanos de la pobreza y evitar así un motor clave de la migración. Elogió a Biden por crear vías legales para los migrantes, pero dijo que era necesario ampliarlas. La cadena Univisión mostraba el jueves por la noche en Tijuana, al otro lado de la frontera con San Diego, decenas de personas se preparaban para pasar la noche durmiendo en el suelo en un punto de entrada fronterizo antes de concertar citas a primera hora del día siguiente, garantizadas por la aplicación móvil CBP One, para entrar en Estados Unidos y solicitar asilo. “La familia de mi esposa, y otras personas que vinieron a México con nosotros, dicen que cruzaron sin cita y no pasó nada”, contó el migrante venezolano Oscar Suárez, de 27 años. Junto a él estaban su esposa embarazada, su hijo de 2 años y dos hermanos. Dijo que prefería intentar la misma estrategia en lugar de esperar para obtener una cita. La demanda supera con creces las 1.450 franjas horarias disponibles en toda la frontera al día, y Suárez dijo que le preocupa que su familia no sobreviviera a una larga espera. “Se nos acabó el dinero y no tenemos qué comer”, comentó. “Todos los refugios de Tijuana están llenos. Tenemos que hacer algo”.
Con la misma urgencia de encontrar una solución está el presidente Biden a quien la crisis de migración amenaza con venírsele encima como un boomerang que pone en peligro su reelección ante un electorado cansado de soportar la sobrecarga en los servicios sociales a causa de la llegada de inmigrantes y dispuesto a abrazar nuevamente la “mano dura” de Donald Trump.