La Oficina del Director de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos (ODNI) difundió un informe en el que expone datos clasificados que los servicios de Inteligencia nacional lograron recabar en estos tres años desde el estallido de la pandemia del coronavirus, que podrían ayudar a definir cómo fue su inicio.
El documento expone la situación en el Instituto de Virología de Wuhan en China (WIV, por sus siglas en inglés), las tareas que allí se desarrollaban y los manejos de sus empleados, que podrían estar vinculadas al surgimiento del virus que, en 2020, irrumpió en el mundo y dejó millones de muertos y de infectados.
A lo largo de estos tres años han surgido diversas teorías sobre el origen del SARS CoV-2, entre las que destacan dos: que pudo ser transmitido de un animal infectado a un humano o, bien, que pudo haber surgido dentro de un laboratorio, como parte de una investigación.
El Consejo Nacional de Inteligencia y otras cuatro agencias de la Comunidad de Inteligencia estadounidense respaldan la primera versión y sostienen que el animal infectado habría sido portador de un virus similar al coronavirus, en más de un 99 por ciento.
Sin embargo, el Departamento de Energía y la Oficina Federal de Investigación (FBI) coinciden en que el origen de la enfermedad responde a un incidente asociado a un laboratorio, dando lugar, así, a la primera infección humana.
En tanto, la Agencia Central de Inteligencia aún no ha definido su postura sobre este tema ya que considera que ambas hipótesis se construyeron en base a suposiciones o que, inclusive, son contradictorias en sus argumentos.
Un aspecto en el que las oficinas mencionadas sí concuerdan -casi en su mayoría- es que el SARS-CoV 2 no fue manipulado genéticamente ni adaptado en un laboratorio. En otras palabras, todas descartan la idea de que haya sido desarrollado como un arma biológica.
De todas formas, sin apoyar ninguna de las líneas planteadas anteriormente, la ODNI realizó un análisis sobre las principales cuestiones que han sido resaltadas por los expertos durante este tiempo, que les han generado desconfianza o que han señalado como posibles desencadenantes del virus, y han dejado al descubierto sus hallazgos sobre cada una de ellas.
Para comprender, entonces, las conclusiones del escrito es necesario remontarse a los datos principales de la investigación, que surgen en China, más precisamente en la ciudad de Wuhan.
Allí se ubica el Instituto de Virología de Wuhan, un centro de investigación civil cuyo origen se remonta a la década de 1950. El sitio fue fundado por la Academia China de Ciencias (CAS) y es independiente del Ejército Popular de Liberación (EPL) del régimen.
Sin embargo, los registros exponen que esta postura se limitó a la teoría ya que se corroboró que las partes trabajaron juntas en investigaciones relacionadas con la salud pública, así como en proyectos de bioseguridad y bioprotección.
Por ejemplo, entre las tareas realizadas conjuntamente destacan las que tuvieron lugar entre 2017 y 2019, cuyo fin fue mejorar el conocimiento y los recursos para una alerta temprana de patógenos y enfermedades de las Fuerzas Armadas del país.
También, durante estos años han realizado análisis de muestras de coronavirus e, inclusive, dieron inicio a investigaciones para el desarrollo de vacunas y terapias relevantes para esta enfermedad.
No obstante, el grupo de trabajo a cargo del informe no ha podido comprobar que se manipulara ningún patógeno antecesor del SARS CoV-2 y, por el contrario, sostienen que “el CI considera que este trabajo estaba destinado a las necesidades de salud pública y que los coronavirus que se sabía que se utilizaban estaban demasiado distantemente relacionados como para haber dado lugar a la creación del SARS CoV-2″.
El historial de coronavirus en el WIV
Como menciona previamente el documento, el Instituto de Wuhan ya había realizado investigaciones y manipulado muestras de coronavirus en el pasado.
Estos testeos del WIV llevan ya una década: gracias a ello, el centro ha logrado reunir uno de los mayores depósitos de muestras de murciélagos en todo el mundo.
Así, los primeros hallazgos datan de 2013, cuando el centro identificó el coronavirus de murciélago RaTG13, cuya coincidencia con el SARS CoV-2 es de un 96,2 por ciento; para el 2018, su secuencia completa permitió a los expertos definir que se trata del segundo genoma completo conocido hasta el momento con mayores similitudes al COVID-19, detrás del BANAL-52, cuyas coincidencias alcanzan el 96,8 por ciento.
Poco más tarde, en 2019, los investigadores del WIV comenzaron con el análisis de las primeras muestras de pangolines, a fin de conocer mejor los brotes de enfermedades en ellos y fue entonces que al equipo de empleados del centro se sumaron equipos especializados en los virus MERS y SARS. Con ellos se iniciaron las pruebas sobre modelos de ratas transgénicas en vistas a desarrollar una vacuna contra las enfermedades que portaban.
Sin embargo, el informe concluyó en que no se ha podido corroborar que entre las muestras contempladas en estas instancias se encontrara la del COVID-19 y, por tanto, descartó que estos patógenos o las tareas de ingeniería genética y las investigaciones del centro puedan haber sido los progenitores directos del virus en cuestión.
La bioseguridad en el WIV
Más allá de la manipulación de los patógenos, otro aspecto que llamó la atención de los expertos fueron las medidas de bioseguridad en el Instituto y las advertencias que habían sido realizadas a los directivos, previo estallido de la pandemia.
Según sostiene el documento de la ODNI, “es probable que algunos investigadores del WIV no tomaran las precauciones de bioseguridad adecuadas -al menos durante un tiempo anterior a la pandemia- al manipular coronavirus similares al SARS, lo que aumentó el riesgo de exposición accidental a los virus”. También explica que los parámetros sobre biocontención para patógenos eran muy opacos y que había escasez de personal con la formación adecuada.
Toda esta situación derivó a que en 2019 se realizara una ronda de capacitaciones a los empleados del Instituto, aunque lejos de sembrar desconfianza, parece más bien algo rutinario. Asimismo, los registros de 2020 que dan cuenta de una actualización de los equipos del centro, mejoras los sistemas de ventilación y un aumento de los puntos de desinfección del lugar tampoco podrían ser tomados como argumentos para respaldar ninguna hipótesis ya que bien podría tratarse de una respuesta lógica a la irrupción de la pandemia, que ya había tenido lugar.
Registros de enfermedades
Por último, la CI incluyó en su reporte el caso de unos investigadores del WIV que, en otoño de 2019, se anunciaron enfermos aunque esta punta quedó debilitada luego de comprobarse que los trabajadores presentaron síntomas no consistentes con los del coronavirus en cuestión.
“El CI sigue considerando que esta información no apoya ni refuta ninguna de los hipótesis sobre el orígen de la pandemia ya que los síntomas de los investigadores podrían haber sido causados por varias enfermedades y algunos de los síntomas no eran compatibles con el COVID-19″, se lee en el documento en el que se ejemplifican como posibles causantes un resfriado o alergias, entre otras.
Asimismo, tampoco se pudo verificar que los sujetos en cuestión hayan estado en contacto con el SARS CoV-2 previo a su malestar y ninguno debió ser hospitalizado con un cuadro respiratorio -una de las situaciones más comunes entre los infectados con esta enfermedad-.
Por otro lado, la ODNI se remitió a los datos publicados en el informe de la Organización Mundial de la Salud, de marzo de 2021, en el que aseguran que ni los empleados del WIV ni su director y partícipe de la investigación sobre COVID-19, Shi Zhengli, dieron positivo en la muestra de anticuerpos de SARS CoV-2, lo que descarta que hayan sido infectados con éste en el pasado.
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