El centro de la ciudad de Miami, compuesto por lo que se conoce como los barrios de Brickell y Downtown, está experimentando un rápido crecimiento, tanto en términos de desarrollo como de población. Este crecimiento ha traído consigo una mayor congestión vehicular, serios problemas urbanísticos y muchas preocupaciones. Con un crecimiento poblacional del 40% en la última década, logicamente hay muchas cosas que están cambiando.
La icónica calle Flagler del Downtown, que solía tener sitios de venta de objetos electrónicos, ahora es en parte un paseo con amplias veredas y restaurantes con mesas en las calles. La avenida Brickell, que solo tenía oficinas, hoy es el hogar de muchas familias jóvenes de Miami. Lo que solía ser conocido como Downtown, un lugar en el que solo había oficinas y nada de vida nocturna, ahora abarca más de 50 manzanas, desde la calle 17 del noroeste hasta el puente Rickenbacker, donde se han levantado decenas de condominios de lujo para profesionales y familias. Hay restaurantes, bares abiertos a todas horas y hasta parques llenos de niños jugando, que también traen todo tipo de necesidades, incluyendo colegios.
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Con una población de aproximadamente 100.000 habitantes y otros 250.000 que acuden a trabajar diariamente, las necesidades crecieron en la zona.
Lo primero es el aumento en el tráfico vehicular. Si bien Miami cuenta con un sistema de tren, más el metromover, los autobuses y los trolleys (que son gratuitos), la realidad es que son pocas las personas que se mueven en transporte público. Un poco por no ser el más eficiente y otro poco por un tema de costumbre de los pobladores, la realidad es que en Miami hay prácticamente un vehículo por hogar, y las horas pico pueden volverse muy congestionadas. La situación se complica aún más por la presencia de puentes sobre el río Miami, que se abren para que pasen los barcos.
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Solucionar el tema de los puentes no es tan sencillo. Primero porque las autoridades son diferentes en cada cuadra. Hay calles sobre las que legisla el estado, o puentes donde pasa lo mismo, hay otras donde el condado tiene autoridad, y las menos dependen de la ciudad de Miami. Allí arranca el primero de los problemas.
El segundo tema tiene que ver con las limitaciones del lugar. Miami está construido sobre lo que solía ser un pantano. En este terreno no se puede construir un sistema subterráneo de trenes, que es lo que ha resuelto el caos vehicular en grandes ciudades del mundo.
Mientras se piensan soluciones, la vida ocurre. La salida de las oficinas, que siempre había sido el punto complicado de Brickell y el Downtown, ahora se combina con la salida de los colegios (al convertirse en barrios residenciales, hay niños y donde hay niños debe haber colegios), o los automóviles entrando y saliendo de los estacionamientos de los supermercados. Muchos han dado a llamar esta zona como la “Pequeña Manhattan”, con lo bueno y lo malo de la gran manzana.
Y hablando de Miami, nunca puede dejar de considerarse el factor climático. Cada vez son más frecuentes las tormentas “bomba” en las que en solo cuestión de horas puede caer más agua que en un huracán. La ciudad tiene bombas de extracción de agua colocadas en diversas esquinas clave, pero a veces no son suficientes. Hay bombas portátiles que resuelven la situación en un par de horas, pero esas dos horas pueden generar un gran caos vehicular.
Con el rápido crecimiento han llegado nuevas reglas de construcción. La ciudad les exige a los desarrolladores detallados planes de tránsito antes de aprobar un nuevo proyecto, pero la realidad es que por más planes que haya la densidad empieza a sentirse.
Quizás todo sea un tema de percepción. Como dice el conocido urbanista de la Universidad de Nueva York, Richard Florida, Miami se ha convertido en uno de los tres centros urbanos más relevantes del país. La idea de que Miami es una ciudad tranquila, con poco tránsito, donde se puede vivir en una casa con un patio silencioso, cada vez queda más lejos. De a poco, como pasa en Nueva York o el centro de Chicago, Miami ha pasado a ser una ciudad de rascacielos donde se vive en condominios y se calcula media hora para poder trasladarse a cualquier sitio.
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