“Pero niño, ¿qué te pasa?”: la madre de Andrew Otazo cada tanto se exasperaba. Durante siete años su hijo trabajó en The Miami Creation Myth, el libro que acaba de publicar, que brinda un mito fundacional a la playa más famosa de la Florida, y durante esos siete años la consultó sin parar sobre cómo se decían algunas palabras en el español de Cuba.
¿Papaya? Frutabomba. ¿Tomar algo con la mano? Coger. ¿Arveja? Chícharo. ¿Un desastre? Arroz con mango.
—¿Y cómo le dices a alguien que es una mierda humana?
—Pero niño, ¿qué te pasa?
Otazo es primera generación de estadounidenses: “Mis padres son refugiados cubanos, vinieron en los años sesenta, y yo nací aquí en Miami”. La escuela, su paso por West Point y por las universidades de Miami y Harvard fortalecieron su inglés, mientras que su castellano se quedó hogareño. Y, para complicárselo más, su ciudad está llena de variantes del español: la argentina, la colombiana, la venezolana, la peruana, la nicaragüense, la dominicana, la puertorriqueña. Y, por supuesto, la cubana. Cada una de ellas está representada en The Miami Creation Myth, como también el portugués, el creole, el hebreo, el ruso y las lenguas nativas, entre otros idiomas.
“Como todos los ciclos míticos, este libro trata de explicar las razones por las cuales Miami es como es”, contó a Infobae sobre la idea de darle a la playa la dignidad de una fundación divina. “Hay unos cuentos muy básicos que tienes que contar para poder hacerlo. ¿Cómo se creó este universo? ¿Cómo llegaron las distintas comunidades a Miami? ¿Dónde tienen sus orígenes? A partir de esa base del universo se construye el resto de los mitos”.
Así Pachango el Creador es un hombre de barba blanca en guayabera, shorts y ojotas: un retirado en busca del buen clima de la Florida, como tantos jubilados estadounidenses. En la portada, una re-creación de Adán honra a Miguel Ángel con Pachango, chancleta en mano, dándole vida al primer miamense. Detrás de él se ubican sus hijos, dioses que se pondrán manos a la obra para darle a la ciudad todo lo que la caracteriza: el cielo siempre azul con nubes mansas, el océano y sus playas, los Everglades. Los tres vástagos tienen nombres cubanísimos: Yamilet, Marisleisis y Yusiel. Un cuarto hijo nacido inadvertidamente de una bocanada de humo de Pachango, llevará la acción al territorio: Achepé, el dios del chisme.
“Para contar la historia de Miami tienes que contar cómo son las diferentes comunidades que viven aquí y cómo interactúan entre ellas”, siguió Otazo. “Yo conozco el cuento de la comunidad cubano-americana de una manera muy íntima. Pero para contar el cuento de la comunidad haitiana o brasileña, la de los Seminoles o de Mikasuki, tenía que colaborar con sus miembros. El propósito de este libro es que todos los miamenses se sientan representados de una manera auténtica. Y yo no lo puedo hacer hacer eso solito”.
En parte eso demoró tanto la realización de The Miami Creation Myth: era un trabajo extra, no remunerado, al que Otazo debió encontrar tiempo entre los otros dos que ya tenía. Uno es el que sostiene a todos los demás: su empleo en relaciones públicas. El segundo es ad honorem: trabaja para proteger el medioambiente de Miami, siempre en peligro por la dinámica de la vida urbana, y recoge residuos. Su biografía, que incluye un periodo en el Departamento de Estado y otro como asistente personal del ex presidente mexicano Felipe Calderón en Harvard, indica: “También se le puede encontrar en los manglares de Miami, de los que ha retirado más de 22.000 libras (11 toneladas) de basura”.
Primero escribió un texto independiente, con la idea del mito fundacional, y pronto sintió que apenas había comenzado: el relato se convirtió en el primer capítulo de The Miami Creation Myth, que a esas alturas comenzó a ganarse su subtítulo: A Culturo-Cosmic Adventure. Una aventura cultural y cósmica a la que se sumó Guzmán Labs para diseñar la portada y hasta el título, cuyas letras están compuestas por elementos habituales de Miami: las grúas de construcción, la cafetera cubana, los automóviles y el sol.
Finalmente el libro quedó dividido en dos. Una primera parte narra la creación propiamente dicha, con los conflictos que le siguieron como la gentrificación o la migración de las distintas comunidades en distintas circunstancias, incluida la gente sin documentos que trabaja duro para que la vida urbana sea viable. La segunda es “The Cafecito Odyssey”, un largo capítulo que imagina una odisea detrás de la bebida que los cubanos impusieron, con nombre en castellano, como una suerte de elixir mágico.
Como su primera idea no encontró editor en el pequeño mundo de la publicación en la Florida, se sintió libre de agrandar el proyecto: “Yo soy su hijo de inmigrantes, así que supe que lo tenía que hacer por mí mismo. Empecé en una página en Instagram y otra en Facebook, donde fui reuniendo memes e historias”. Hoy supera 27.000 seguidores, 1.500 memes, 150 ensayos humorísticos y hasta ha diseñado un tablero de Monopoly Made in Miami. De todo eso salió un pequeño show con una lectura en vivo, con actores, del primer capítulo: el mismo programa que eligió para la presentación, que realizó en un club de comedia pequeño y acogedor en Little Haiti, Villain Theater. Allí mismo, con 25 actores, graba el audiolibro, que espera sacar antes del fin de 2023.
En The Miami Creation Myth colaboraron también argentinos —Otazo vivió en Buenos Aires y dejó amigos—, mexicanos, jamaiquinos, nativos americanos, haitianos, venezolanos y, como queda claro en el prólogo, su mamá. “Les expliqué el tema del libro y qué quería hacer, les mandé los diálogos y ellos los corrigieron”, resumió. “Primero tuve que crear confianza en estas comunidades, que no me conocían, así que debí enseñarles que no estaba interesado solamente en contarlas de una manera superficial”. En algunos lugares las diversas identidades se funden en una nueva pero en Miami funciona más el modelo ensalada, observó: “Tienes el tomate, tienes la lechuga. No se mezclan. Tuve que salir de mi comunidad, salir de mi experiencia”. Así fue escribiendo y corrigiendo.
“Y también quería que se rieran al leerlo, ¿eh?”, agregó. “Que vean los absurdos de la vida aquí. No quiero ser el que les cuenta a los miamenses cómo todo es incorrecto en esta ciudad: quiero que se rían de las locuras que implica vivir aquí”.
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