A las seis de la mañana la expectativa aumenta. Después de las tradicionales noches ferneteras con los colegas de Sudamérica, la jornada se inicia a los pies del Delta en uno de los rincones del autódromo de San Juan. La espera por Etienne Lavigne genera nerviosismo. Después de tantos comentarios y consejos, uno intenta molestar lo menos posible al director del Dakar, pero la necesidad de conocerlo en primera persona se impone como fruto del jugo periodístico que significa viajar con él hasta Río Cuarto en su helicóptero.
El relajado estado de ánimo del piloto de la aeronave ayuda a distender el momento. Se presenta como Mauricio Neira y es quien decide romper el hielo con una frase que le sacó la primera sonrisa a Etienne: "Hoy tenemos polizontes". Con su caminata inicial, Lavigne demostró su humildad. Sin asistentes que le lleven sus valijas, el francés se encargó de acomodar todos sus bolsos para presentarse como un pasajero más.
Recorriendo los primeros kilómetros del enlace surgieron algunas preguntas para establecer el vínculo. La ausencia de sorpresa por las condiciones climáticas que se dieron en los días previos y el posible regreso de la carrera a la Argentina fueron los temas con los que se iniciaron el diálogo. "Todavía es muy pronto para hablar del 2018, porque estamos en medio de una competición y no tenemos tiempo para analizar el próximo recorrido. Depende de muchos factores, como las reuniones que tendremos con los funcionarios de la región y la búsqueda de rutas nuevas. La mayor dificultad que tenemos es la organización del Dakar, porque hay muy poco tiempo", reconoce mientras se ajusta el arnés que le brinda la seguridad en el aire.
A las 7:30 se produce la primera parada. Etienne toma un Red Bull y se fuma un cigarrillo. Evalúa los últimos detalles antes de la salida de la primera moto en el especial. Explica que es parte de su rutina y que todo el staff debe controlar que "los vehículos cumplan con las normas de seguridad, como la alarma satelital, el GPS o el tracking system".
A medida que pasan los minutos el nivel de confianza va en aumento, y sin esperarlo comenta que lleva "el mismo ritmo que los competidores". Al aseverar que está cerca de los protagonistas en los desayunos, los checkpoints y los puntos de carga, la interrogante se desprende sobre la reacción de los pilotos luego de las dos etapas suspendidas en Oruro y Chilecito: "Creo que ellos lo entendieron porque nuestra prioridad es la seguridad. Como tuvimos un Plan B, logramos llegar hasta aquí. La idea fue salvar a la competencia, tenemos buenas intenciones y por eso mañana llegaremos a Buenos Aires. Con otra organización no se hubiera podido seguir, porque tuvimos condiciones climáticas extremas".
El silencio no lo deja conforme. Tras alejarse unos pasos hacia otro lado, retoma la pregunta y continúa con su análisis: "El primer criterio que tengo es el de la satisfacción de los pilotos. En el viouvac se habla mucho. Hay muchos comentarios de la prensa y de los vehículos de asistencia, pero yo trato de pensar en los competidores. Ellos son mi barómetro". El cierre de su concepto dio lugar a retomar la marcha por el aire. Mauricio Neira acelera y empieza a seguir a los corredores. Las vistas impresionan. "Generalmente esto no lo hacemos", dice Lavigne entre risas.
La segunda escala se hace en medio de la nada. Los fanáticos que están al costado de la pista no lo pueden creer. Mientras preparan las carnes a las brasas se preguntan si es el máximo directivo de la carrera el que está caminando entre ellos. Dejan de dudar y le piden fotos. Etienne accede. El público argentino es distinto a los demás. "Conocen todo de la competición, admiran a los pilotos, se informan de las clasificaciones… en otros países como Bolivia y Paraguay es menor el conocimiento porque recién están descubriendo el evento. Acá hay un entusiasmo muy fuerte por los autos y las motos, tienen una gran cultura automovilística", agrega el galo mientras se despide de la afición. "Adiós, buen asado", les grita mientras se dirige hacia el Delta. "Vuelvan cuando quieran", recibe como respuesta. "El Dakar es día de fiesta, amigos y familia", concluye.
El viaje continúa hasta llegar al final del especial de las motos. Etienne baja y enciende otro cigarrillo. Esta vez el helicóptero se retira para rescatar al español Iván Cervantes, quien rompió su vehículo producto de un accidente en el kilómetro 67. Lavigne deja que los competidores se refresquen y le cede el protagonismo a ellos. Mientras descansa en una Toyota de la organización, observa cómo se hidratan Mathias Walkner, Sam Sunderland, Gerard Farrés, Adrien Van Beveren y Juan Carlos Salvatierra.
Cuando arriba Laia Sanz cambia el nivel de seriedad. "¿Guapo no?", dice la española apenas quitarse el casco. "Al comienzo estuvo un poco trabado, pero después estuvo muy lindo", agrega. Algunos gendarmes le piden fotos y ella comienza con el rito del agua. Se quita la bolsa que lleva en la mochila y la recarga. También aprovecha para comer un bocadillo de llangonissa (chorizo catalán). "Esta etapa ha sido matadora", le comenta Nicolás Cardona. "¿Qué va? Ayer sí que hizo calor, pero hoy estuvo muy bien", le devuelve ella. "Extraño acabar. Tengo la mano que me duele de una caída de ayer. Esto ha sido duro", desliza por lo bajo Cristian España ante la mirada de Vincent Crosbie, quien sacó su GoPro para guardar el momento de sacrificio. Todos continúan concentrados. A unos metros Lavigne recibe al accidentado y verifica que está en óptimas condiciones.
Para Etienne es un día habitual. Si bien todavía se encuentra a bordo del helicóptero, ya está pensando en las reuniones que debe afrontar con los directivos de ASO para continuar con el perfeccionamiento del Dakar. "Todos los días hay incidentes, cuando llego al viouvac ya empiezo a preparar el próximo día. Siempre hay que mejorar aspectos de transmisión, filmación, prensa, y otros calibres de la competencia", cuenta con el recuerdo de lo sucedido en Oruro y Jujuy. "Esas etapas las tuvimos que cancelar por condiciones climáticas extremas. Si seguíamos la carrera íbamos a romper todo. A veces es mejor parar, reorganizar y adaptarse a nuevas situaciones", agrega.
En la última parada antes de aterrizar en Río Cuarto, el francés vuelve a mostrarse abierto, didáctico y cercano. Hubo tiempo para hablar de los candidatos que abandonaron, como los casos de Carlos Sainz, Nasser Al Attiyah o Toby Price. "Cuando se habla de la competición más extrema del mundo no es una leyenda. Es una prueba muy selectiva. Nuestro espíritu es premiar a todos los que terminan porque no son los mismos objetivos para un profesional que para un amateur. Como dice la Biblia, los últimos serán los primeros y todos merecen el podio y el trofeo", cuenta con su sinceridad que lo caracteriza y complementa: "El Dakar no está hecho para Peugeot o para KTM. Es para todos y nuestra visión es considerar ganadores a todos los que logren terminar el recorrido".
A horas de la finalización de la edición del 2017, para Lavigne el mes próximo será peor que el actual. "Hay mucho que solucionar, es la etapa de los balances, de los seguros, de la logística… hay que analizar todo lo que se hizo para seguir mejorando, porque hay que optimizar nuestra cultura de la experiencia".
Fanático del PSG, se animó a decir que le gusta el juego de Di María y que es un amante de los deportes. "Practico vela, running, ciclismo de montaña, natación… todo lo que me ayude a evacuar los problemas de la cabeza", cuenta con confianza. "¿Que fumo mucho? No, sólo en el Dakar", continúa. Se ríe, sabe que su naturaleza no le permite la mentira: "Bueno no es tan así, en alguna fiesta con un poco de alcohol puede que me encienda algún cigarro".
Su transparencia es tan perceptible que al hablar de sus cuatro hijas también lo lleva a un lado más emotivo. "Tienen 23, 19, 17 y 11 años. yo viajo mucho por trabajo, pero en el tiempo que estamos juntos compartimos un montón de actividades", explica con orgullo antes de sorprenderse con la pregunta que menos se esperaba: "¿Qué pasaría si alguna de ellas quisiera participar del Dakar?".
"Me negaría completamente. Esta carrera es un deporte para locos. Podemos tirarnos con paracaídas desde 4.000 metros, pero el Dakar no es para ellas", cierra entre risas con una honestidad asombrosa. Antes de la llegada a Buenos Aires, valió la pena conocer la otra cara el directivo de la competencia más exigente del deporte motor. Habrá que esperar hasta el año que viene para volver a tener otro encuentro tan agradable.
LEA MÁS
Rally Dakar 2017, etapa 11: San Juan-Río Cuarto, momento de definiciones
Peterhansel atropelló a otro competidor y le fracturó la pierna