Las Islas Azores, son un destino que fascina por su combinación de paisajes volcánicos, playas paradisíacas y monumentos naturales únicos. Este rincón de Portugal destaca por su biodiversidad, su terreno de origen volcánico y la tranquilidad que ofrece a quienes buscan un contacto directo con la naturaleza. Entre sus islas más conocidas se encuentra São Miguel, famosa por sus lagos y termas naturales, y la isla de Flores, reconocida por sus espectaculares cascadas. Sin embargo, más allá de estas postales habituales, el archipiélago alberga joyas menos exploradas, como la isla Graciosa.
Conocida como la “Isla Blanca”, es una de las más desconocidas de las Azores, pero su riqueza natural y geológica la convierte en un destino imprescindible. Tanto es así, que su único municipio, Santa Cruz da Graciosa, ha sido elegido como uno de los 55 mejores pueblos del mundo en 2024 por la Organización Mundial del Turismo (OMT). Pero esto no es todo, pues además, está declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, siendo un destino ideal para los amantes de la naturaleza.
Muestra de ello es su apodo, el cual hace referencia a las numerosas formaciones geológicas de tonalidades blancas que salpican su paisaje. Aunque si por algo destaca es la Caldera de Graciosa. Se trata del paraje más emblemático y está clasificado como Monumento Natural Regional, pues en su interior y alrededores se ubican rincones tan mágicos como la Furna do Enxofre. Junto con la Cueva de Maria Encantada, este monumento es uno de los enclaves más singulares del archipiélago.
Ladillo
La Furna do Enxofre es una cueva volcánica única en su tipo gracias a sus condiciones geológicas. Explorada en el siglo XIX por visitantes ilustres como el príncipe Alberto de Mónaco y los naturalistas Fouqué y Hartung, destaca sobre todo por su impresionante bóveda subterránea perfecta. De hecho, es considerada como una de las mayores cavidades volcánicas del mundo, con una altura que supera los 40 metros.
El acceso a este lugar se realiza a través de una torre cilíndrica de piedra construida en el siglo XX, que conduce a una escalera de 183 peldaños. Descender a la Furna es una experiencia que simula un viaje al interior del planeta, con un paisaje dominado por paredes de roca volcánica y un ambiente cargado de misterio. Igualmente, en el fondo de la cueva se encuentra un lago de aguas sulfurosas que refleja los tonos amarillos y ocres característicos del azufre, un componente esencial en la formación de la cavidad.
Dado su valor medioambiental, la cueva forma parte de la Reserva de la Biosfera de la UNESCO que protege la isla Graciosa. Su conservación está estrictamente regulada, y el acceso se realiza de manera controlada para garantizar la preservación del entorno.
Los visitantes pueden recorrer el interior de la cueva en un horario establecido, acompañados de guías que explican los detalles geológicos y biológicos del lugar. Además, el mirador ubicado en la parte superior de la Caldeira ofrece una vista espectacular del entorno, permitiendo apreciar la magnitud del cráter y su integración con el paisaje verde y sereno de Graciosa.