Entre valles, imponentes montañas y bellas cascadas, los Pirineos permiten disfrutar de infinidad de rincones que cortan la respiración. Sus paisajes son de los más impresionantes de Europa, convirtiéndose en un destino perfecto para los amantes de la naturaleza y el senderismo. Pues a través de su extensa red de rutas, el viajero puede conocer todos sus secretos y lugares mágicos. De todos los que atesora, el Mail de Bulard es uno de los más especiales.
Se trata de una de las cumbres más emblemáticas de la cordillera y se encuentra justo en la frontera entre España y Francia. Así, con una altitud de 2.750 metros, se erige como un destino imprescindible para montañeros, historiadores y amantes de la naturaleza. Sin embargo, atesora un secreto en su vertiente francesa, donde la mano del hombre ha dejado una huella imborrable en su escarpada orografía.
Se tratan de unas minas de plomo y zinc que situadas a más de 2.000 metros de altura dan lugar a uno de los rincones más impresionantes de la región. A día de hoy abandonadas, sus ruinas permiten disfrutar de unas impresionantes vistas gracias a su ubicación privilegiada. Pero no solo eso, pues gracias a la imagen que proyecta este complejo, rodeado de montañas, es considerado el “Machu Picchu” europeo, aunque siempre salvando las distancias con el gigante peruano.
Un enclave único
El principal atractivo de estas minas radica en su ubicación extrema. A finales del siglo XIX, ingenieros y mineros desafiaron las condiciones climáticas adversas para extraer minerales como hierro y plomo, que se utilizaban principalmente en la industria pesada de Francia y otros países europeos. De este modo, las galerías, excavadas a mano, se extienden por el macizo y son prueba del ingenio y la determinación de los trabajadores de la época.
Sin embargo, el transporte de los minerales desde estas alturas suponía un reto logístico significativo. Para superarlo, se construyeron complejos sistemas de vías y telecabinas rudimentarias que conectaban las minas con los valles de Biros y otras localidades cercanas. Aunque muchos de estos sistemas han desaparecido, algunos restos siguen siendo visibles y son objeto de estudio por parte de historiadores y arqueólogos industriales.
La actividad minera en Mail de Bulard se detuvo en la década de 1920 debido a la disminución de los recursos y al aumento de los costos de extracción. Desde entonces, las minas han quedado abandonadas, expuestas al paso del tiempo y a las inclemencias meteorológicas. Sin embargo, este abandono ha contribuido a preservar parte de la estructura original, convirtiéndolas en un sitio de interés histórico y cultural.
Una impresionante ruta de senderismo
Hoy en día, las minas atraen a aventureros, senderistas e investigadores curiosos por descubrir su historia, de hecho, su acceso da lugar a una de las rutas más singulares de todo el Pirineo. Sin embargo, cabe destacar que entraña cierta dificultad, ya que es de carácter moderado debido a las características del terreno. Igualmente, es considerada una ruta algo peligrosa, pues existen riesgos de desprendimientos, por lo que es necesario extremar las precauciones al máximo.
Aun así, su distancia es de poco más de 15 kilómetros en sentido ida y vuelta, y su duración estimada es de alrededor de siete horas. A su vez, el punto de inicio se encuentra en el aparcamiento de Bocard d’Eylie, donde los restos de la estación de procesamiento de minerales marcan el origen del recorrido. El sendero ofrece impresionantes vistas de las montañas pirenaicas y poco a poco va descubriendo los restos del yacimiento minero, con sus antiguos dormitorios y comedores abandonados.