El pueblo medieval que es uno de los más bonitos de Francia: tres kilómetros de murallas, 52 torres y un tesoro único en Europa

El complejo fortificado de esta villa está declarado como Patrimonio de la Humanidad y es uno de los mejor conservados de todo el continente

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Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).
Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).

En Francia, lejos de las grandes ciudades y los destinos turísticos tradicionales, existe una red de localidades que parecen detenidas en el tiempo. Se trata de Les Plus Beaux Villages de France (Los Pueblos Más Bonitos de Francia), una asociación que desde 1982 trabaja por la conservación y promoción de los pueblos con mayor riqueza patrimonial, histórica y cultural del país. Este sello de excelencia, otorgado a más de 150 pueblos, no solo garantiza una experiencia única para los visitantes, sino que también impulsa la economía local y asegura la protección de su legado arquitectónico y paisajístico.

Desde las colinas de Provenza hasta las costas de Bretaña, estos pueblos destacan por su autenticidad: calles empedradas, fachadas centenarias, tradiciones vivas y un entorno natural cuidadosamente preservado. Así, de todos ellos destaca uno en especial por ser considerado uno de los conjuntos fortificados mejor conservados de Europa.

Estamos hablando de Carcassonne, una ciudad medieval que es mundialmente conocida por su imponente ciudadela. Tanto es así, que la localidad está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, siendo un destino imprescindible para quienes buscan una experiencia auténtica, cargada de historia y belleza arquitectónica.

Un origen romano

Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).
Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).

La historia de Carcassonne se remonta a más de 2.000 años. Fundada como un castrum romano en el siglo I a.C., su ubicación estratégica la convirtió en un enclave disputado a lo largo de los siglos, pues se incrusta en lo alto de una colina, en la orilla derecha del Aude. Tanto es así, que a lo largo de los siglos fue ocupada por visigodos, sarracenos y francos, cada uno de los cuales dejó su huella en la ciudad. Uno de los episodios más destacados de su historia ocurrió en el siglo XIII, durante la cruzada albigense contra los cátaros.

Carcassonne fue asediada en 1209 y se convirtió en un bastión clave del reino de Francia tras la cruzada. Durante el reinado de San Luis, se construyó el segundo anillo de murallas, reforzando las defensas de la ciudad y consolidándola como un bastión militar inexpugnable. Sin embargo, con el tiempo, la importancia estratégica de Carcassonne disminuyó y, en el siglo XIX, estuvo al borde de la demolición. Fue gracias a la intervención del historiador Prosper Mérimée y al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc que la ciudadela fue restaurada. Los trabajos de Viollet-le-Duc devolvieron a la Cité su esplendor medieval, convirtiéndola en el icono que conocemos hoy.

La joya de Carcassonne

Sin ninguna duda, el principal atractivo y el tesoro arquitectónico de Carcassonne es su ciudadela. Conocida como Cité de Carcassonne, destaca por estar compuesta por dos anillos de murallas que abarcan casi tres kilómetros y están salpicados por 52 torres de vigilancia. Este conjunto monumental, que domina la llanura circundante, es un ejemplo vivo de las técnicas defensivas de la época medieval. Construidas en distintas fases históricas, las murallas reflejan influencias romanas, visigodas y francesas, convirtiéndose en un mosaico arquitectónico único.

Recorrer estas murallas es caminar por una galería al aire libre de historia. Cada torre y cada almena cuentan una historia: los asedios sufridos, los ejércitos que marcharon a sus puertas y los momentos de esplendor que definieron la ciudad. Desde lo alto de las murallas, las vistas son igualmente impresionantes. Por un lado, se extiende la llanura de Aude, salpicada de viñedos y pueblos tranquilos; por el otro, las callejuelas intrincadas y las techumbres de la ciudadela crean una postal perfecta del pasado.

Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).
Carcassonne, en Francia (Adobe Stock).

Igualmente, para acceder al interior se puede hacer a través de la Puerta de la Narbonnaise y de la Puerta del Aude. La primera de ellas está flanqueada por dos torres redondas que parecen custodiar el acceso al pasado. Desde allí, las estrechas calles adoquinadas conducen a los visitantes a un laberinto de callejuelas llenas de encanto. Estas conforman un trazado medieval donde el tiempo parece detenerse y en el que el viajero está invitado a perderse. Así, paseando por ellas se puede descubrir otra de las joyas de la villa: el castillo condal.

Se trata de una fortaleza dentro de la fortaleza, que alberga un museo dedicado a la historia de Carcassonne y ofrece vistas panorámicas desde sus murallas. El castillo, construido en el siglo XII por los Trencavels, destaca por sus torres y matacanes, elementos que reflejan el ingenio defensivo de la época.

Otros atractivos

Más allá del castillo y de la ciudadela, Carcassonne cuenta con otros puntos de interés perfectos para conocer todos sus secretos. Uno de los más destacados es la basílica de Saint-Nazaire, un templo que combina estilos arquitectónicos románico y gótico. Construida entre los siglos XI y XIV, la basílica es famosa por sus vitrales, considerados algunos de los más bellos de la región. Estas coloridas vidrieras representan escenas bíblicas y llenan el interior de una luz mágica, creando un ambiente de recogimiento que cautiva a los visitantes.

Basilica de Saint Nazaire, en
Basilica de Saint Nazaire, en Carcassonne, Francia (Adobe Stock).

A su vez, las listas, el espacio entre los dos anillos de murallas, era una zona estratégica para la defensa de la ciudad. Hoy en día, es un lugar ideal para pasear y admirar la arquitectura defensiva desde otra perspectiva. Pero, aparte de la Cité, la parte baja de Carcassonne, conocida como la Bastida de Saint-Louis, ofrece un ambiente más moderno pero igualmente encantador. Sus plazas, mercados y tiendas de artesanía complementan perfectamente la visita a la ciudad amurallada.

Cómo llegar

Desde Toulouse, el viaje es de alrededor de 1 hora y 11 minutos por la carretera A61 (hay peajes). Por su parte, desde Narbona el trayecto tiene una duración estimada de 45 minutos por la misma carretera.

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