El Gran Cañón. Una inmensa grieta irregular que parte el suelo de la meseta de Colorado, (EE. UU.) excavada durante millones de años por el río que da nombre a la región. Hogar de críptidos y leyendas, es una de las ubicaciones más reconocidas a nivel mundial, que recibe, anualmente, a alrededor de 4,5 millones de visitantes, según la página web del National Park Service (Servicio de Parques Nacionales) estadounidense.
Por suerte para la población europea, teniendo en cuenta además la tendencia de aumento del precio de los billetes de avión , existe otro “Gran Cañón” mucho más cerca: Las Gargantas del Forello, ubicadas en Umbría, una región del centro de Italia. Se trata de un cañón natural excavado por el río Tíber, el tercero más largo de la península itálica, un paisaje fascinante de roca, vegetación, y agua dulce.
Las Gargantas del Forello, en el Parque Fluvial del Tíber
Se encuentra en el corazón del Parque Fluvial del Tíber y, aunque en realidad no se parece mucho al Gran Cañón del Colorado, no deja de ser una ruta sin igual que parte del Castillo de Titignano y llega a Roccaccia, guiando a sus visitantes a través de bosques preciosos, vistas impresionantes y restos históricos que representan un pasado rico en tradiciones y leyendas. Además, aunque hay áreas de la ruta que son sólo accesibles para excursionistas experimentados y bien equipados, en su mayor parte es también perfecta para familias y principiantes.
El camino empieza en Titignano, un pequeño pueblo con un castillo medieval cuyos orígenes se remontan al año 937 d.C. y que fue construido como fortaleza protectora. Testigo de siglos de historia de sucesivas disputas entre las ciudades italianas de Todi y Orvieto, ha sido cuidadosamente renovado y hoy alberga una casa de campo que permite a los visitantes sumergirse en la atmósfera medieval. Además, su posición estratégica, a 521 metros sobre el nivel del mar, le concede unas vistas panorámicas extraordinarias del valle circundante y del lago Corbara.
A continuación, el camino atraviesa bosques de encinas, de madroños y robles, un tramo que permite sumergirse en una naturaleza plena e intacta. Además, se podrán vislumbrar los restos del Castillo de Montemarte, otra prueba más de la historia de una región marcada por batallas entre ciudades y sus habitantes.
Finalmente, la ruta desemboca en su punto culminante: la Roccaccia, un mirador panorámico a 411 metros sobre el nivel del mar. Unas vistas inigualables de las gargantas de Forello, con sus formaciones rocosas que parecen descender hasta las profundidades; y de las aguas del Tíber, que fluyen por el interior del cañón, y que, junto con el aire fresco y limpio de plena naturaleza, crearán una sensación de paz y serenidad que lo convertirán en una experiencia inigualable. Y llenará, además, de energía, que posiblemente sea algo necesaria para emprender el camino de vuelta, que supondrá retroceder sobre los mismos pasos pero, si se tiene suerte, bañados por la luz rojiza del atardecer.
Realmente, no es una ruta exigente: se trata de un recorrido de siete kilómetros, ida y vuelta, lo que supondrán unas cinco horas de marcha, dependiendo de las paradas que se hagan y de la prisa que se tenga. Aunque se trata de una ruta de nivel intermedio, lo mejor es realizarla en primavera u otoño y se recomienda llevar calzado de trekking, agua, algo que echarse a la boca, y un mapa o dispositivo GPS.