Las islas Azores son un paraíso natural. Este archipiélago portugués sorprende al viajero gracias a sus playas paradisíacas, paisajes de ensueño e impresionantes monumentos naturales, pero sobre todo, por su terreno volcánico. Esta es la seña de identidad de estas islas y permiten contemplar enclaves únicos en el mundo que son difícil de olvidar. Así, la isla de São Miguel o la isla de las Flores son algunos de los destinos más conocidos, pero el archipiélago cuenta con otros rincones que son dignos de visitar.
Este es el caso de la isla Graciosa, que catalogada como Reserva de la Biosfera por la UNESCO, es la más al norte del grupo central que compone el conjunto insular. Así, es un destino ideal para los amantes de la naturaleza y, además, es conocida como la Isla Blanca, pues a lo largo de todo su territorio se pueden encontrar numerosas formaciones geológicas que hacen referencia a este color. Pero esto no es todo, pues además, la isla tan solo alberga un municipio: Santa Cruz da Graciosa.
Esta localidad aúna toda la esencia de los encantos de la isla, por lo que no es de extrañar que haya sido elegido como uno de los 55 mejores pueblos del mundo en 2024 por la Organización Mundial del Turismo (OMT). En este sentido, los Best Tourism Villages, en su cuarta edición, continúa destacando el papel de las localidades rurales en el desarrollo turístico sostenible, reconociendo su riqueza paisajística, diversidad cultural y valores tradicionales.
El único pueblo de la isla
Santa Cruz da Graciosa está formado por cuatro parroquias: Vila de Santa Cruz, Vila da Praia, Guadalupe y Luz. La primera de ellas es el núcleo principal de la isla y fue fundado en el siglo XV. Así, destaca por sus calles empedradas, casas blancas con tejados de teja roja y plazas sombreadas por árboles centenarios, reflejan la esencia de las localidades portuguesas tradicionales. Entre los edificios más emblemáticos se encuentra la iglesia Matriz de Santa Cruz, un templo del siglo XVI que ha sido testigo del devenir de la comunidad, a lo que hay que sumar la del Santo Cristo y la Cruz da Barra.
Igualmente, una para obligatoria es el Museo Etnográfico, donde el viajero puede conocer todo lo relacionado con la cultura del vino, las tradiciones y la actividad ballenera. Por su parte, en el pueblo de Praia, se ubica uno de los monumentos más singulares de la isla, la iglesia de San Mateo, la cual cuenta con un órgano de tubos de 1793, uno de los más bonitos de las Azores. Cabe destacar también la iglesia de Guadalupe, que data del siglo XVII y se ubica en el pueblo del mismo nombre.
Así, el patrimonio arquitectónico de la isla incluye diversas edificaciones de gran valor histórico, entre las que destacan iglesias, ermitas y casas rurales. También sobresale una singular “arquitectura del agua”, vinculada a una antigua red de embalses y sistemas para el abastecimiento de agua potable. Otro elemento característico del paisaje son los molinos de viento con cúpulas rojas, inspirados en el diseño flamenco, que evocan la época en la que la isla fue un importante centro de producción de cereales.
Sin embargo, si hay un lugar que sorprende al viajero, ese es el Monte de Nossa Senhora da Ajuda, donde se erigen tres ermitas con vistas panorámicas de la isla y el océano, ofreciendo a los visitantes una perspectiva única de este rincón del Atlántico. Uno de esos templos es uno de los mayores ejemplos de “arquitectura religiosa fortificada” en las Azores. Pero esto no es todo, pues en lo más alto de esta colina se ubica una plaza de toros.
Un paraíso natural en la ‘Isla Blanca’
Más allá de su patrimonio histórico y arquitectónico, La Graciosa destaca por ser un paraíso natural. Con alrededor de 12 kilómetros de largo y 7 de ancho, esta isla está declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO y no es de extrañar, pues cuenta con monumentos naturales que son una maravillo. De hecho, es gracias a algunos de ellos como Pedras Brancas, Serra Branca y Barro Branco, por lo que se la conoce con el sobrenombre de la Isla Blanca.
Pero más allá de eso, la isla destaca por la Caldera de Graciosa. Se trata del paraje más emblemático y está clasificado como Monumento Natural Regional, pues en su interior y alrededores se ubican rincones tan mágicos como la Cueva de Maria Encantada y la Furna do Enxofre. De este modo, la subida a la Cueva de María Encantada, ofrece una perspectiva única del paisaje que rodea la caldera. Este entorno destaca por su vegetación, cuidadosamente plantada por el ser humano, donde cryptomerias, acacias, pinos e inciensos cubren casi por completo las paredes del cráter.
Asimismo, en el interior de la caldera se encuentra la Furna do Enxofre, una impresionante cavidad volcánica que sobresale como una de las grutas más impactantes del archipiélago de las Azores. Esta cueva, que alcanza cerca de 40 metros de altura en su parte central, comunica con el exterior a través de dos grandes hendiduras que permiten la entrada de luz natural.