El pueblo amurallado mejor conservado de Francia: murallas del siglo XIII, salinas rosas y un patrimonio medieval increíble

Esta localidad fue mandada construir por Luis IX y destaca por estar totalmente amurallada y por el impresionante entorno que la rodea

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Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).
Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).

El sur de Francia ofrece una variedad de destinos ideales para los viajeros interesados en enriquecer su experiencia cultural y disfrutar de parajes de ensueño. Así, a lo largo de la costa mediterránea y en la región de los Pirineos, se encuentran numerosos pueblos que destacan por su belleza y su valor patrimonial. De hecho, apenas a 30 kilómetros de Montpellier, se ubica uno de los tesoros de la región de la Camarga, pues es un lugar donde cada rincón que transporta a la Edad Media

Se trata del impresionante pueblo de Aigues-Mortes, un destino que sorprende gracias sus impresionantes murallas, las cuales rodean por completo el núcleo urbano de la localidad. Tanto es así, que está considerado el pueblo amurallado mejor conservado de Francia y no es para menos, pues en el interior de sus muros el viajero experimenta un viaje al pasado medieval a través de sus calles y monumentos. Pero no solo eso, pues a diferencia de los grandes pueblos fortificados, esta localidad se enclava en una llanura rodeada de marismas y lagos.

Un viaje a ‘Tierra Santa’

Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).
Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).

El origen de Aigues-Mortes está ligado al rey Luis IX, quien en el siglo XIII ordenó su construcción para garantizar un acceso seguro al Mediterráneo. Desde este puerto estratégico, el monarca partió en el año 1248 a la Séptima y Octava Cruzada, consolidando la relevancia de la ciudad en la historia medieval francesa. Las murallas, que hoy son el principal atractivo de Aigues-Mortes, fueron levantadas en el año 1240 por petición del mismo rey para proteger la ciudad de las incursiones exteriores.

El recinto destaca por su excelente estado de conservación y su visita es algo imprescindible, pues son totalmente transitables a pie. De esta forma, a lo largo de sus 1,6 kilómetros de longitud, el viajero puede disfrutar de unas maravillosas vistas. Desde lo alto de se puede contemplar la magnitud de la localidad, apreciando la arquitectura y la disposición de las casas, y en contrapunto, fuera de las murallas, las vistas del entorno son inmejorables. Y es que, son ideales para contemplar las salinas de Aigues-Mortes.

Un bonito color rosa

Salinas de Aigues-Mortes, en Francia
Salinas de Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).

Las salinas son el otro gran atractivo de la zona, pues a las afueras del pueblo se extienden montañas de sal rodeadas por los característicos tonos rosados de los estanques. Este paisaje singular es un refugio para los amantes de la flora y la fauna, albergando más de 200 especies de aves, incluidos los flamencos, y 208 variedades de plantas. Las salinas de la Camarga destacan no solo por su magnitud, sino también por el color rosado de sus aguas, causado por la presencia del alga Dunaliella, que aporta un toque mágico a este espacio natural.

La producción de sal en Aigues-Mortes tiene orígenes que se remontan a la antigüedad, aunque las actuales salinas comenzaron su desarrollo a finales del siglo XVII. Hoy en día, una docena de productores supervisan cuidadosamente el proceso de formación de la sal en las cuencas, logrando una producción anual promedio de 300.000 toneladas, recolectadas cada mes de agosto.

Especialmente delicada es la recolección de la preciada flor de sal, que se realiza de manera manual debido a su fragilidad. Este material, de un tamaño inferior a medio milímetro, es valorado por sus cristales finos y crujientes, que lo convierten en un producto altamente codiciado.

Un paseo por la localidad

Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).
Aigues-Mortes, en Francia (Adobe Stock).

Más allá de sus murallas, Aigues-Mortes cuenta con un rico conjunto monumental que es perfecto para descubrir dentro de su recinto. Entre sus edificaciones destaca la Torre de Constanza, un imponente torreón de más de 30 metros de altura construido sobre los restos de la Torre de Matafère, levantada en el siglo VIII por orden de Carlomagno. Aunque está ligeramente separada de las murallas, se conecta mediante un pequeño puente.

Este símbolo de poder real fue también una prisión que encerró a hugonotes tras la revocación del Edicto de Nantes en 1683, incluida la emblemática Marie Durand, quien pasó aquí 38 años de su vida, así como a numerosos templarios. Tras explorar las murallas, el recorrido conduce a la Plaza Saint-Louis, el corazón de la ciudad. Rodeada de cafeterías y restaurantes, ofrece una vista privilegiada de la estatua de San Luis y la capilla de los Capuchinos. La plaza también alberga el ayuntamiento, la oficina de turismo y la iglesia de Notre-Dame des Sablons, otro de los grandes atractivos de Aigues-Mortes.

Construida en estilo gótico, Notre-Dame des Sablons es el monumento más antiguo de la ciudad y testigo de las Cruzadas de San Luis. Su historia incluye múltiples transformaciones, como el derrumbe del campanario en 1634, su cierre entre 1738 y 1744 para reformas y su conversión en almacén de sal durante la Revolución. No fue hasta 1804 cuando recuperó su función como iglesia, con una restauración interior culminada en los años 60 del siglo XX.

Otro punto de interés es la capilla de los Penitentes Grises, creada hacia 1400 en un antiguo convento de monjes Cordeliers. Ofrecida por Luis IX en 1248, esta capilla fue destruida durante las Guerras de Religión y reconstruida en 1607. Justo al lado se encuentra la Capilla de los Penitentes Blancos, fundada en 1625 y enriquecida con frescos y pinturas notables desde 1668.

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