El legado romano es una de las huellas históricas y culturales más impresionantes del mundo. En nuestro país, contamos con un gran número de restos y vestigios que se ha convertido en monumentos reconocidos en todo el planeta. Así, el acueducto de Segovia, el Teatro de Mérida o el anfiteatro de Málaga son algunos de los ejemplos más notables repartidos por nuestro país. Sin embargo, los romanos son conocidos también por la explotación de los recursos de los lugares donde se encontraban.
Las Médulas, en León, son un ejemplo claro, pero en la comarca de Quiroga, concretamente en Pena do Corvo, el Túnel de Montefurado se alza como uno de los vestigios romanos más desconocidos de España. Situado en la provincia de Lugo, se trata de un monumento histórico y técnico que refleja la capacidad y ambición de la ingeniería romana.
Construido en el siglo II d.C., este túnel fue diseñado como parte de un sistema de explotación aurífera que buscaba desviar el curso del río Sil para facilitar la extracción de oro en sus riberas. Hoy, Montefurado sigue siendo una de las obras hidráulicas más impresionantes de la Península Ibérica, atrayendo a curiosos y expertos en arqueología e ingeniería.
Una obra de ingeniería única
El nombre Montefurado, que literalmente significa “monte perforado”, alude a la monumental tarea llevada a cabo por los romanos. El túnel, que en su origen tenía 120 metros de longitud, 19 de ancho y 17 de alto, fue excavado directamente en la roca para desviar el río Sil. Con este sistema, los romanos lograron dejar al descubierto grandes extensiones de terreno fluvial, permitiendo el lavado de sedimentos para extraer las pepitas de oro.
Esta obra, atribuida al mandato del emperador Trajano, no solo muestra la ambición del Imperio Romano por explotar los recursos de sus provincias, sino también la aplicación de conocimientos avanzados en minería e ingeniería hidráulica. No obstante, la construcción del túnel tuvo un impacto significativo tanto en el paisaje como en la vida de las comunidades locales. Sin embargo, en 1934, una gran riada provocó el derrumbe de la mitad del túnel, que originalmente tenía una longitud de unos 120 metros, dejando inutilizada gran parte de la estructura.
Este evento devolvió al río Sil a su antiguo cauce, inundando tierras y cultivos en los alrededores. El túnel no recuperó su funcionalidad hasta 1941, tras una reparación que se vio retrasada por nuevas riadas y los efectos de la Guerra Civil Española. Las tierras anegadas por el cambio del curso fluvial se transformaron en humedales que hoy destacan por su biodiversidad y su importancia ecológica. Pero esto no es todo, pues este derrumbe también supuso la desaparición del castillo que coronaba el túnel, del cual solo quedan referencias en documentos gráficos y relatos históricos de la región.
Cómo llegar
Según las señalizaciones de la web de Turismo de la Ribeira Sacra, “desde Quiroga, tomar la N-120 en dirección Ponferrada. Continuar aproximadamente 14 km. Al salir del túnel, desviarse a mano izquierda y seguir las indicaciones hacia o Covallón. El trayecto total nos llevará aproximadamente 14 minutos en coche”.