Copenhague es una ciudad que equilibra la modernidad con una rica historia, el diseño de vanguardia con tradiciones centenarias y la eficiencia escandinava con un ambiente acogedor. Situada a orillas del estrecho de Øresund, que la conecta con Suecia, emerge como una ciudad vibrante y cosmopolita, conocida por su calidad de vida, su sostenibilidad y su oferta cultural diversa. Desde el icónico puerto de Nyhavn, con sus coloridas fachadas, hasta los jardines de Tivoli y el impresionante Palacio de Amalienborg, residencia de la familia real, la ciudad combina lo clásico y lo moderno de forma única.
Sin embargo, la capital de Dinamarca también esconde infinidad de rincones ocultos y que son de lo más curiosos. De este modo, entre canales y edificios históricos, existe un enclave singular que desafía las convenciones sociales y urbanísticas. Se trata de Christiania, una comunidad autogestionada fundada en 1971 que se ha convertido en uno de los lugares más peculiares y controvertidos de la ciudad danesa. Conocida también como “la ciudad libre”, Christiania atrae cada año a miles de visitantes interesados en su estilo de vida alternativo, su historia y su vibrante cultura.
El nacimiento de un experimento social
Christiania nació en septiembre de 1971 cuando un grupo de personas ocupó un antiguo cuartel militar abandonado en el barrio de Christianshavn. En un contexto de efervescencia política y social, el colectivo buscaba crear una sociedad alternativa basada en principios de libertad, autogestión y convivencia. Lo que comenzó como una ocupación informal y un movimiento político pronto se transformó en un experimento social que perdura hasta hoy.
El gobierno danés, inicialmente reticente, permitió que la comunidad continuara bajo un acuerdo especial, aunque nunca ha dejado de ser un tema de debate político. Christiania funciona como una “ciudad dentro de la ciudad” con sus propias reglas, propia bandera y normas de convivencia, que excluyen la propiedad privada y promueven la autogestión comunitaria.
De hecho, cuenta con un corte anarquista y se trata de una comunidad alegal, pues a pesar de ser aceptada por la administración danesa, siempre es frecuente la presencia de la policía. Esto se debe a que en Christiania es legal el comercio de droga, sobre todo de cannabis, lo que le ha convertido en uno de los mayores centros de Europa de tráfico de marihuana y otras drogas.
Murales y pinturas
A pesar de ello, se ha convertido en un atractivo más de la ciudad, pues su visita es sumergirse en un mundo aparte. El acceso al área está marcado por un arco que recibe a los visitantes con la inscripción “You are now leaving the EU” (Estás saliendo de la Unión Europea), una declaración simbólica de la independencia de este territorio. Las calles, sin asfalto y decoradas con murales coloridos, están llenas de arte callejero, esculturas improvisadas y edificios autoconstruidos que reflejan la creatividad de sus habitantes.
Pusher Street, una de las vías más conocidas, es famosa por el comercio informal de cannabis, aunque las fotografías en esta zona están prohibidas, al igual que en otros lugares de este barrio. Además, en Christiania también se encuentran espacios culturales, talleres de artistas y locales de música en vivo que muestran el lado más vibrante de la comunidad. El área verde que rodea el enclave, con lagos y zonas boscosas, ofrece un refugio natural en medio de la ciudad.